miércoles, enero 31, 2007

La toilette

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postalita en mi mano, santo, estos días no se acaban y eso es bueno, por qué no habría de estar bien, a la felicidad no se le rechaza. Tantas ideas rascando como las comas el silencio de cada pausa que uno decide hacer para tomar aire o simplemente porque así debe ser,,, rascando como a veces me rasco mis piernas, de manera despiadada, por eso tengo tantas marcas y eso me hace sentir mal, no me había dado cuenta de qué tan mal, porque me veo al espejo y veo que tal vez no tendrán remedio. No quiero hablar de eso, lengua de vaca, pompidou. Es imposible depender de las horas y de las citas, apenas tengo la paciencia para esperar que las letras junten palabras, y cuando estoy aprendiendo a poner algo sobre la mesita de noche, a colgar un arete por adentro, no entiendo, estas palabras son como un gran armario, aquellos armarios antiguos con espejos de medias lunas y bajorrelieve y espacio para jugar a las escondidillas. Guardar el pasado sous sur la cama, por ejemplo. Ahora me estoy viendo en el lado correcto de lo que pienso o me invento, da lo mismo si no distingo entre las dos situaciones. Mientras sostengo dos saquitos de té como si los hilos fueran dos colitas y los saquitos una nariz que respira. Los tengo en el aire, tal vez un centímetro, tal vez, pero sobre el té para no manchar, para no escurrir fuera de la taza y mientras poder revolver la leche y que las colitas no se enreden con la cuchara.

(Kiss, kiya, kipling, bolsita roja que se cuelga en mi hombro.)

Tengo los pies juntos, los besos sobre el buró, sentada esperando, los brazos, no soy capaz de levantarme e ir. El deseo de ir, tanto cereal por la mañana, soy el cheerio o soy la abejita de la caja que dice soy buena. Pavlova está aquí enfrente, vigilando nada. La mirada del gato no hipnotiza, simplemente no ve, no ve, no ve. Por favor que no se vaya, quiero decir, el gato se puede ir, que no se vaya el beso del buró, estoy parada en la cama, tengo que pintarme los labios de otra manera, ah, no lo sé, de otra manera no sería feliz. Estoy un poco cansada. Hasta qué punto estoy haciendo palabras como pedacitos volando por todas partes, espejitos que reflejan estrellas de un lado a otro, la punta roja de un color, la gata es una bailarina y sin verme, Jano no abrirá sus puertas, las piernas desnudas, el tren de cabeza corriendo sobre el vapor, el texto Klee, pelitos de goma que han borrado un conejo por aquí, hola cuadrito, un ojo, una pupila de lápiz, atardecer amarillo, non, Je ne regrette rien… non, Je ne regrette rien…

Debería seguir rascando. Aunque después me arrepienta. Aunque después el espejo y cosas por el estilo, otra vez tanta pomada sobre los ojos, esta palabrita debería ser una lágrima artificial, que cure, que cure de una vez por todas, otra vez tratando el texto como un frasco de cristal… desde la mañana ando con eso.

martes, enero 30, 2007

...











Grange

—Le he esperado mucho tiempo— pareció estremecerse,
incorporándose en su asiento—. Diga lo que sea. Después... hablaré yo.

Dostoievski.

En mi mano izquierda tengo escrita la palabra "Postal" con tinta morada.
Esa tinta huele a un perfumito de sándalo, incluso ahora que lleva todo el día en mi piel.
Me lavé las manos con un jabón del paraíso y le dio un poco ese olor a limpio, pero la tinta ahí está.
Es un recordatorio.
Me recuerda que traigo una postal en la mochila y que aún no se la he regalado a Stavroguin.
¿Estaré condenada a creerle eternamente?
Me gusta tomar té, comer un chocolate, observar un osito pequeño y saber que pertenecerá al escritorio quién sabe cuánto tiempo, no quiero escribir nada más que eso. La sonrisa del osito, era un regalo que venía con los chocolates, es como para apachurrarlo o hacer cosquillas. Sí. Un poco me pica la nariz y me da comezón pero eso ha sido todo el día, eso ha sido porque estoy enferma de la panza, quiero decir que me salen puntitos rojos en la cara y me veo mal, me veo así, enferma, pero. Hoy fue bello pasar por enfrente de una tintorería y observar cómo salía vapor de la coladera, de pronto pensé que podría ser una foto de Maggie, o una postal en mi mano y el vapor y Stavroguin con cierto asombro.


viernes, enero 26, 2007

...



Estoy acostada en mi cama. Y me vienen una serie de imágenes y no sé por qué vienen, por qué las recuerdo, por qué se quedan en mi mente. Lo bueno sería que se quedaran en mi mente y ya. Por ejemplo: Los cuentos que hubiera querido que me contaran cuando era niña. Me leían cuentos. Pero ¿me los contaban a mí? No sé, pero entonces recordé que mi papá me decía mucho, “tú eres una griega”. Y yo le preguntaba, “¿por qué griega?”. “Pues porque los griegos son picudos hija”. Cuando recuerdo las cosas que me decía mi papá, recuerdo algo que me viene mucho a la mente: Una vez estuve muy enferma de la cara. Tenía un infección por todo el rostro, y estaba hinchada, llena de pústulas. Mi papá me llevó varias veces al hospital la Raza porque ahí tenía un amigo médico. Nos íbamos en metro. Dejaba el carro en copilco y así toda la línea, casi toda. Cuando llegábamos al anden. Se veían los túneles vacíos. Estaba todo en silencio. Yo tenía la cara hinchada, pero a mí no me daba pena que las personas me vieran, tenía diez años. Entonces mi papá me preguntó: ¿Por qué lado vendrá el metro? Me asomé y le dije que por la derecha. Después de un rato el metro llegó por la izquierda. Todas las veces que podía me lo preguntó y yo nunca atiné.

Cuando viajo en metro y entro a un anden vacío, siempre recuerdo esa pregunta, ¿por qué lado vendrá el metro?

¿Por qué lado vienen estos recuerdos? ¿por qué vienen? Son recuerdos que se han quedados sujetados de algún lado que no me explico, sólo sé que vienen, que están ahí. Y en una especie de homenaje secreto, camino, también como a él le gustaba, hasta llegar al final del anden, en donde hay una puertecita que dice “no pasar” porque comienzan unas escaleras para entrar al túnel.

¿En qué parte de mi memoria estará esa puertecita que diga “no pasar”?

jueves, enero 25, 2007


Uf. A veces no sé qué pasa conmigo, o tal vez sé perfectamente que estoy en alguna especie de presión y lo que sucede es que me da sueño. A lo mejor es cierto eso que leí ayer “too much perfection is a mistake”. Pero aún así no creo que los sueños muerdan, a veces cuando me voy a dormir más bien me siento atacada. ¿Es malo? He estado soñando a una sola persona durante semanas. Se trata de este personaje que está en mi novela. Apenas puedo con las arañas que mete el inconciente a la hora de soñar. No descanso, ese el problema que no descanso y cuando hago cosas como ir a la biblioteca me quedo dormida sobre mi chamarra y el libro. O cuando estoy aquí, de pronto tengo que alejarme del monitor para ir a recostarme a mi cama, pensar, no lo sé. Ir a acariciar a la gata que se deje, porque necesito hacerlo, porque me comienzo a abrumar por cosa de nada. Tal vez de pronto abrir los ojos y darme cuenta, que me caiga el veinte, tal vez estoy esperando a que me caiga el veinte, que caiga. Ah. Aún así tengo esta necesidad de vaciarme por alguna parte, de ir dejando las palabras en diferentes sitios, porque siento que si no lo hago no podría caminar de la pesadez. Ayer estuve dibujando largo rato, largo, largo, y fue la paz. Me sentí muy calmada, me vino muy bien. Se trata de un dibujito a lápiz, en una esquina de una hoja que ya recorté, porque había varios dibujos malos que también hice. El dibujo se llama “Rosamunda con bolsa, enero 2007” (la fecha es parte del título). Entonces en un banquito de circo encontramos a Rosamunda, la de la gran barba de espaldas. Sólo se observa su gorrito tejido, que claro, tiene que ser rojo aunque ahora sólo está a lápiz, y la barba que le da la vuelta a su vestido. Sus calcetas a rayas y unas botitas del número dos. Le cae una luz encima. Arriba del título hay un reflector, de circo también. Rosamunda trae una cuerda o un hilo, listón, mmm, no sé, tal vez sólo una correa, es esta curva que hice con el lápiz que amarra una bolsa. Esto es lo chistoso. La bolsa es grandísima y tiene la forma de un dinosaurio, claro que sin cabeza porque es justo en donde la bolsa se abre y comienza a iluminar todo, como si la bolsa tuviera un reflector del tipo que alumbra a Rosamunda. Cuando vi que la bolsa parecía un dinosaurio entonces me dieron ganas de ponerle pelitos en el lomo, como esos pelitos que tenía en el copete mi perrita Copilli (xoloescuincle). Aja. La bolsa está semiabierta y tiene mucha luz que sale de ahí. Hacia el límite de la hoja dejé caer un telón de teatro. En el telón, si uno mira con atención, entre los pliegues hay una manita que hace un huequito. Esa manita, es la mía, y soy yo la que está detrás del telón viendo a Rosamunda en el banquito y jalando esta gran, gran bolsa. Justo quisiera meter todas estas palabras en esa bolsa que ilumina el cielo, porque esa es la idea, que ilumine el cielo, el telón está sostenido del cielo, porque no es necesario estar en el cielo, simplemente mirarlo bien, pero en serio mirar lo que hay ahí. Ah, me encantaría que fuera de estos telones que a veces ponen en las portadas de las iglesias barrocas.



(Maggie en donde quiera que estés, te quiero)



miércoles, enero 24, 2007

lunes, enero 22, 2007



Dormí toda la mañana y toda la tarde hasta las seis cuarenta, más o menos. No me había dado cuenta que una de las tantas cobijas que tengo en el closet para dormir la siesta, es de San Diego Chargers. Hoy me cubrí con esa, que es muy viejita y tiene los colores del amarillo muy desgastados. Pero el azul es hermoso y la textura es deliciosa.




viernes, enero 19, 2007

Call me baby


Escucho Call me baby. Raful Neal. Blues. Y me alivia de todo. La tarde es tan escandalosamente bella. Si yo le tomara una foto desde mi recámara sería o bien un lugar común o una postal angelical depende desde donde se le mire. Por eso decidí, fumarme un cigarro. Tengo una cajetilla de Gitanes que guardo en el primer cajón de la cómoda. Sólo me quedan dos. Un día me fumé la mitad de la cajetilla y decidí guardar los demás cigarros para ocasiones especiales. Los días especiales eran justamente días como hoy, tardes en las que la luz del sol entra por la ventana y se combina con una bolita de cristal colgada por ahí en el marco que dispara luces de arcoiris por todo el cuarto como si fuera un salón disco. Lo que más me gusta es ver cómo los lunares de arcoiris se forman sobre la alfombra, las paredes y la cama. Luego cuando me siento a leer, caen sobre las páginas, las mejillas, las manos, las piernas. Y eso es cercano a sentirme muy.

Llevo como dos semanas sin fumar, pero esto de ninguna manera es una recaída o esas cosas que me aburren profundamente. Creo que lo que más me gusta de la tarde es el frío que hace en la sombra. La Negra está dormida en mi cama, junto a la mochila nueva. Yo voy a usar por primera vez el cenicero que me robé en Moheli. Prenderé mi cigarro con un cerillo de madera, amo los cerillos de madera, porque al prenderlos suenan de una manera tan.

Estoy tomando café colombiano y creo que nada me podría hacer daño.

Escucho Call me baby, una y otra vez y enloquezco todas las veces de amor y de tarde y del buen cigarro que me fumo en este momento. Y los arcoiris se van desapareciendo con el inicio del atardecer, que deja todo ciego antes de hacer que el sonido sea azul violeta, cosas así, a veces verdes, azules, naranjas, rosas, este pequeño pedazo de mejilla iluminado, es casi un beso o una moreliana, es como las tres de la tarde en la Conchita, como la barba que acaricio antes de besar, creo que sí.

miércoles, enero 17, 2007

Extracta


Ah, sí, ¿en qué atardecer dejé el sueño de las escaleras?

No sé. Pero subía muchas escaleras, no terminaba de subirlas de tantas que eran. Pero por la madrugada, de cinco y media a siete de la mañana que fue el tiempo que dormí, soñaba que escribía, me ha estado pasando muy seguido. Hace tiempo que no dormía tan poco, y de pronto me doy cuenta que la tarde fue hermosísima. Porque me cayeron como motitas que desprenden las hojas de los árboles, se quedaron ahí, prendidas en mi chamarra. Había nubes blancas y me di cuenta, una vez más, que amo el color azul.

Después me quité el dolor, uno que me dio en la noche, por ejemplo, ahora ya es noche:

* La pomada que me hizo sentir mejor por eso de las diez de la noche.

Fórmula:

extractos de alga marina (fucus)

manzanilla (chamomilla recutita)

cola de caballo

romero

ruda

alcanfor

carbopol

centella

asiática

etanol

trietanolarnina

metilparabeno

Andenken:

Te quiero mucho chamomillo, te amo chamomillo recutito, eres tan trietanolarnino que me godosiloveas el día y los ojos y las lágrimas y la centella que tengo en los dedos, me quema. Hueles a algas marinas por las mañanas, a romero por detrás de los oídos, a manzanilla la boca, la nariz y no puedo hacer otra cosa que quererte y escribirte todas las palabras nuevas que se peguen al vocabulario de amarte.

Marie de Laos.


martes, enero 16, 2007


Escucho
como si no tuviera otra cosa más que escuchar:
In a Sentimental,
de John Coltrane.
Y creo que mañana meteré mi piyama a lavar, le cayeron gotitas de café.
Y recordé que hace más de una semana que no la meto en el cesto de mimbre: laropasucia. Hoy es martes, podría imponer una especie de norma en donde meta todos los martes, sin falta, la piyama a lavar.


Para Andenken que sin falta mete su piyama a la ropa sucia, y además le gusta escribir pijama. Con jota.

domingo, enero 14, 2007


Vengo acá,

estoy más calientita de este lado

y mi soledad está más que aliviada, porque ahora tengo a la Negra sentada en las piernas y ronronea como si el mundo se fuera a terminar, echa mucho pelo cuando está así.

(—Tu gato se parece al gato de Lenin.

—Es gata.)

No sé por qué de pronto me entra una felicidad que no puedo con ella de tanto, a veces son cosas muy sutiles, como encontrar una sudadera enorme, hoy mismo (ya la tengo puesta)

azul, el color que amo

ahí tirada en el closet

parece que tiene el olor de antes.

Al ponérmela sentí un poco de pena porque la tenía completamente olvidada. Y no me di cuenta cuándo la dejé de usar para dormir, hubo espacio para la de rayas y entonces se fue escondiendo hasta que hoy se cayó, en fin. Mañana será un día muy bueno y quiero irme a dormir temprano.

Una frase encontrada en un libro, de Julio:

“le recordó el gesto de quitarse una mosca de la manga sin parecer demasiado descortés con el insecto”.

Lenin con gato

sábado, enero 13, 2007

Página blanca

¡Te quiero! ¡Ay!

mi linda muñequita.

Yo sé que tú comprendes,

la pena que hay en mí.

¡Te adoro! ¡Ay!

mi linda muñequita...

yo sé que tú comprendes,

mi amor sentimental.

Página blanca,

fue mi corazón,

donde escribimos

una página de amor.

Donde fue, el dulce alivio

para mi dolor,

si yo sé que nunca jamás

te olvidaré...

Tú me quisiste,

te quiero yo a ti,

porque te alejas y te vas de mi

vuelve, ven dulce bien

ven a darme los besos de amor

que sin ellos no puede vivir

mi corazón.

Te quiero ¡Ay!

mi linda muñequita,

yo sé que tú comprendes,

mi amor sentimental.


jueves, enero 11, 2007



—Sólo si cantas al pie de mi ventana —le dijo.




El deseo sigue muy cerca de mí. Entre la escritura y asomarme de vez en cuando a la ventana, esperando que por fin llegues, un disco viejo, cosas así. Sigo con la misma piyama de ayer a las dos de la tarde. Ahora me quiero ir a sentar con mi libro de Casariego cerca del sol, ahí justo como la Negra y Pavlova Akhmatova Duncan.
Ah, sí.
Por la mañana vi un video no sé cuántas veces de John Coltrane y Miles: ir a video y ser feliz, ojalá les guste tanto como a mí y Andenken
(te quiero, me encantó el comentario del otro blog, aquí también hace sol en mi estudio-cuarto-disco-cómoda-cama-te-extraño).
Acabo de ver que una persona más hizo el juego de la página 123: Sirako.


La expresión de Julio qué pasa contigo.



Salió del rincón donde estaba metido, puso el pie en una porción del piso después de examinarlo como si fuera necesario escoger exactamente el lugar para poner el pie, después adelantó el otro con la misma cautela, y a dos metros de Ronald y Babs empezó a encogerse hasta quedar impecablemente instalado en el suelo.

- Llueve – dijo Wong, mostrando con el dedo el trasluz de la bohardilla.

Disolviendo la nube de humo con una lenta mano, Oliveira contempló a Wong desde un amistoso contento.

- Menos mal que alguien se decide a situarse al nivel del mar, no se ven más que zapatos y rodillas por todos lados.

¿Dónde está su vaso, che?

- Por ahí - dijo Wong.

A la larga resultó que el vaso estaba lleno y a tiro. Se pusieron a beber, apreciativos, y Ronald les soltó un John Coltrane que hizo bufar a Perico. Y después un Sidney Bechet época París merengue, un poco como tomada de pelo a las fijaciones hispánicas.

Julio Cortázar, Rayuela, capítulo 14.

miércoles, enero 10, 2007


y como la tarde comienza a tomar ese sabor a jugo de manzana minute maid forte, la temperatura bajó —no me cabe la menor duda—, y yo estoy estrenando mi piyama azul marino exactamente a las dos de la tarde porque tengo la certeza de que no saldré y pintaré dibujitos en el cristal de mi ventana o en los márgenes de los libros que leo, y haré una que otra burrada en mi lenta escritura de calcetines naranjas y miradas perdidas y puntitos negros y claro, Rita, mi gata blanca está dormida en el sol de la cama. Hay tanto silencio que escucho el tecleo,

tla tla tla tla,

es parecida a la canción que hoy silbaba, que silbada me gusta más que cantada por ese loco argentino que dice

ay ay ay, uy uy uy...

ahora todo tranquilo

yo misma

la paz

dos opciones, querida

una siesta

o ver ventana del alma

martes, enero 09, 2007

...salí a comprar un chocolate y un café americano cargado y me dio un frío impresionante. Ahora escucho a Pedro Infante, porque algún vecino puso Las Mañanitas. Sigo con frío.

Me encontré esto en internet, y traté de hacerlo.

No pude, el libro que encontré en mis piernas (Lobo Antunes) tiene frases tan largas que tendría que copiar más de veinte renglones que midan cinco frases, es así:

Instructions:
Find the nearest book.
Turn to page 123.
Go to the fifth sentence on the page.
Copy out the next three sentences and post to your blog.
Name the book and the author, and tag three more folks.

Bueno, pero ya en esta onda, la primera frase que me encontré, quiero decir, la quinta de la página 123:

“el que se cree médico nos aprueba desde la cabecera presidiendo

qué tontería”

Me gusta saber, por adentro de todo esto, que las promesas son tropiezos de las palabras. Estoy llena de pensamientos como caleidoscopios que no entiendo y se mezclan con mis sentimientos y estos minutos, inútil, me miro a mí misma, un poco espantada, quiero abrir los ojos mañana y saber que ese pizarroncito que me gané en la feria sigue teniendo mi firma y mi mensaje, porque el tiempo se consume, vale la pena, estoy a veinte metros de alcanzar el poema de rostro pintarrajeado, me da miedo, esto me sabe a vino tinto, me sabe a vinagre que me hace daño. Y la mujer sentada de enfrente con un granito en la punta de la nariz soy yo, de piernas cruzadas y entumidas, de anillos en los dedos que se hinchan por eso de las ocho de la noche, y ahora un café, la última verdad y a la cama.

Pero la cama me da pesadillas.

domingo, enero 07, 2007

Los monstruos de la tarde


Me molesta este sabor a tarde aletargada. Es como saber que tengo mal aliento y tengo que lavarme los dientes para poner remedio, pero no tengo ganas de lavarme los dientes, ni de levantarme, ni de escribir, ni de leer, ni de nada. Estoy enferma, seguro estoy enferma de algo, ahora mismo estoy aterrada por lo que escribo. Porque en el fondo sí quiero escribir, porque en el fondo sé que quiero tener la lamparita prendida toda la noche, escondiéndome detrás de párrafos y párrafos de escritura y de novelas de Walser y Clarice. Cuando venía en el carro hoy por la tarde, pensé, no puedo más conmigo, pronto tengo que suicidarme. La decisión me asustó por completo. Fue una decisión que tomé, clarísimo en mi mente. Rápido pensé, no, no, estoy en la vida porque me gusta escribir. Y de pronto supe que no tenía nada más que escribir, que todo lo que pudiera escribir seguramente Lobo Antunes ya lo había escrito, qué me queda, qué me queda, qué me queda, empecé a sentirme desesperada, y pensé que lo más pertinente era sacar mi libreta y comenzar a escribir todo lo que traía en mente porque simplemente no podía tolerarlo. Me hace tanto daño, me da dolor de cabeza. Pero no. No tuve la gana. Volteé a mi lado y vi a mi papá. Es lo más extraño que me ha pasado, me da una comezón terrible en las piernas y me lastimo al rascarme y me arden y me saco sangre de los poros: estoy con mi papá y pienso en el suicidio. Pero no es mi papá, soy yo, es la tarde, es el sol, es la gente de las librerías, es la comida cuando sé que no quiero comer, es todo este malestar que no termino nunca por entender, es el sueño que tengo, no puedo más con el sueño.

—¿Por qué no me dijiste que estuviste en la ciudad en año nuevo?

—Porque soy exactamente lo que escribiste en tu blog.

—¿Por qué no nos quieres ver?

—Porque estoy enterrado.



Un gesto para recordar: Mi papá hace con su boca el ruido de un motor. Con una cucharita toma el primer bocado de flan que le han servido. El motor continúa sonando. Acerca la cuchara a mi boca: esta cuchara es una avioneta cargada de flan napolitano.
Ahora yo soy como el señor que se niega a comer helado. Me alejo. Niego con la cabeza. Entonces se escucha cómo el motor acelera. Insiste varias veces en dejar el flan en mi boca. Vuelvo a negar con la cabeza y ahora con mi dedo índice hago no no no. Acelera nuevamente, toma vuelo y se coloca en posición para llegar justo desde el centro y no desde uno de los lados. Se va acercando cada vez más hacia mí, cayendo desde lo alto porque ahora ha tomado distancia y viene ya desde muy lejos, yo abro mi boca para aceptar la carga de flan. Y acepto porque no puedo con ello, porque ahora mismo no puedo con la belleza de ese momento y tengo la certeza de que es bueno y dulce y doloroso. Porque el sonido de la avioneta ha estado en mi mente toda la tarde y de algún modo me ha salvado la vida.

jueves, enero 04, 2007

maco, maco, maco

Este niño que ya no es un niño. Si miras con atención podrás darte cuenta que eres tú. Estás buscando una frase en un libro y te salta entre dos páginas la fotografía vieja. No la encuentras. No encuentras la frase para poder seguir tu camino en paz y bien. No está en el libro o se te olvidó subrayarlo. No. Sí está porque apenas lo leíste ayer, y ahora ya no encuentras esa frase admirable que cuando la halles no será tan hermosa como el día anterior, pero tienes la imagen, tan clavada en la memoria, que es como si quisieras rebobinar la película para ver de nuevo las motitas volando y se pierden y las ves desaparecer en una página. Una linterna alumbra el pasillo. Vuelan motitas. La fotografía vieja, tan diminuta. Te das cuenta que es el mismo hueco de la ausencia, maldita, te sigue en todas las dimensiones, no te le escapas, te detiene unos instantes cuando te despiertas y sabes que la calle espera, que el camión espera, que el seguro de pasajero es una carta del tarot, y también te espera, en minutos y segundos, en números de la suerte que vas a sumar para saber si es diez o es veintidós. Sí, sí, lo sabes de memoria, la parada es en el semáforo que es sema, lexema, paralexema, se-má-fo-ra, metáfora color verde, amarillo, rojo, lo que sea entre la parada y el cruce, el charco y la banqueta, tu pie deslizándose en esto que llamas realidad-de-calle o de bolsillo qué importa. Quisieras un antifaz para pisarla con delicadeza. La sola idea está en la punta de cada vellito de tus brazos. Y hay que luchar, asustando la realidad con lo brazos en posición de ataque. Llevándote de paseo a este niño que no es un niño, que es un señor enterrado, y lo quieres, quieres a ese niño bonito, te quiero señor enterrado, te quiero tanto. Es una imagen que podrías guardar en el corazón, pero no es necesario porque ya es parte de ti, eres tú en esa misma postura de defensa. Y la realidad espera en cada camino que decidas tomar, y ese niño seguirá ahí, marchitándose con el tiempo, hundiéndose más en tu corazón.

lunes, enero 01, 2007

El impermeable de Marie


A veces siento que podría taparme de todo con un impermeable amarillo

—idéntico al de Hans Castorp

incluso del sol

de la gripa

de mi corazón roto que sostengo con un dedo

y de las cosas que me tienen inclinada en cada palabra que se niega a salir

(ah, pero también necesito de mi gorro

tejido y rojo)

—el sol me está pegando en las mejillas

(a mí me hubiera gustado tener los ojos verdes de mi papá)

(me la he pasado coleccionando cucharitas para café

que me robo de cualquier parte, incluso de la casa de mis amigos

nadie se da cuenta, las tengo como paliativo de la memoria)

—soy una obsesiva

Ayer fue año nuevo.

Ninguna sorpresa.

Ojalá ya no tuviera más años nuevos, no tolero estas fechas. Nadie se junta alrededor de mi abuelo a contar los últimos diez segundos, en una alegría que sólo podía entender porque los años me cabían en una mano y los segundos y la cuenta regresiva y el año nuevo lo recibía a gritos. Todos esos regalos eran perfectos, porque eran mágicos.

Me gustaría que los años nuevos fueran como el encuentro con una persona,

cuando aún no se sabe que esa persona que se tiene enfrente está a punto de cambiar nuestra vida, cuando no se sabe que esa persona será muy importante, que después ya todo será diferente desde las paletas de hielo hasta la construcción de una oración. Entonces no se sabe y no se conoce nada del destino, apenas hay un temor en la sonrisa y los días comienzan a tener un sentido y el reloj en la muñeca comienza a correr con otro ritmo, con otro respiro y cobra vida y adquiere un color a jazz.

Todo está impregnado de esas luces que entran por la ventana cuando es mediodía.

Traigo puesto un impermeable y sé que no lloverá aunque esté empapada de llanto.

(Ahora tengo que preparar un té, antes de que se meta el sol)

Fui a buscar su sombra al café de la Conchita.

Es primero de enero y estaba cerrado.

Tengo una idea, comenzaré a lavarme las manos con un recuerdo,

así intentaré gastarlos, uno por uno.

Se trata del jaboncito.