domingo, enero 27, 2008

es él bruscamente: ahora (antes de empezar a escribir; la razón de que haya empezado a escribir) o ayer, mañana, no hay ninguna indicación previa, él está o no está; ni siquiera puedo decirte que viene, no hay llegada ni partida, él es como un puro presente que se manifiesta o no en este presente sucio, lleno de ecos de pasado y obligaciones de futuro

Julio Cortázar, “Ahí pero dónde, cómo”

Lo cierto es irse. Dejar prendida la luz del buró. Alisar la cama, desdibujar la penumbra, quitar las pelusas, colocar la piyama debajo de la almohada. Hacer una pequeña maleta en donde cabe la computadora, la secadora, la plancha y dos libros. Ahí van mis pequeñas seguridades. Las lecturas de media noche, el vaso de agua. Tener exactamente la misma edad en la que fallece un amigo. Cada minuto sobrevivo con los dedos en el teclado, con un libro entre las piernas, con un cuento, con una cita de Cortázar.

Me mantengo, a veces cierro fuerte los ojos; ya no pienso. Me asomo a esta felicidad que se dobla como seguramente lo hace el universo, como lo hace la voluntad y los sueños. No. No me ovillo en ninguna parte, sólo en las pestañas y deseos, pero no busco escondites, sólo busco comprender mientras me enjabono las manos, mientras pongo un rollo de papel nuevo, mientras me pinto un ojo. Comprender el instante, no la obligación, no el futuro; los pasos de conchita y café. Detrás de la puerta maúlla mi gata. Escribo como si no la escuchara, me digo cosas como si no existiera. Persiste, alza su garrita para tocar la puerta. De esa misma manera quisiera alzar mi garrita y rascar el sentido de cada uno de los días, horas, minutos, aquí, en esta pequeña parte de mí, en esta escritura que sale nada más porque sí, está uno y muchos sentidos, mientras tomo agua, mientras escucho la música, mientras alisto mis cosas para marchar, irme, escribir, dormir, abrirle a la gata.

domingo, enero 20, 2008

Estoy en pleno movimiento.

El acto puro de escribir me arranca y me contrapone, estoy aquí, veo, platico, de vez en cuando me toco el cabello.

La música es el único elemento que recurre con exactitud a los recuerdos, al menos pone en marcha el tiempo de una manera que me parece amable, me hace sonreír por nada.

Y si tintineo mis dedos sobre la ventana soy yo.

Y si tarareo un poco soy yo.

Y si toco un piano imaginario en el pretil de la ventana soy yo,

soy,

soy con una pequeña caricia de polvo en el dedo,

soy en un movimiento,

robotina danzante,

soy,

soy con una llave pegada a mi espalda, brazos abiertos, tic tac,

sólo ahora

marionetilla,

soy un baile de reloj,

soy un minuto lento, cuadrado, hermoso.

Soy un baile y apenas toco el pretil.

Incluso esas horas que pueden caer en el sin sentido se recuperan con palabras, creo que sí, con algunas palabras la realidad adquiere piernas, puede marchar para otra izquierda y otra derecha. O al mismo lugar pero independiente.

Siento, de alguna insospechada manera, cómo se quedan los días bien doblados, como si hubiera mucho espacio para doblar y guardar domingos y fines de semana.

Días caleidoscopio:

Con una simetría perfecta pero con miles de pedacitos a la mitad, incompletos, sin entender el otro lado del prisma, ese reflejo perfecto que corta los recuerdos en dos, en tres, en cuatro. Y las composiciones ya nunca serán las mismas.

lunes, enero 14, 2008



Creo que muchas veces nos encontramos con un doble.

Una persona idéntica a mí que se esconde con mi rostro y que ha sido.

Ese tiempo paralelo en donde las riendas las tiene el otro/el doble.

En todo caso soy yo misma en todas las posibilidades pero quemando las manos en cada una; arrancando los pellejitos que no se deben arrancar porque arde y es molesto.

Mi doble dejó de ser hace seis meses.

A veces me saluda con la mano, me señala quién soy, quién fui, quién puedo volver a ser.

Y me aterra ver ese rostro: observar circunstancias de intranquilidad y angustia de mí para mí.

Como si yo misma le pusiera llave a mi encierro y gritara por salir cuando he sido yo la que echó el cerrojo y tiró la llave a la cloaca.

Procurar circunstancias de goce en donde salen las carencias; los límites a los que me puedo abrir.

Es un poco observar que me hago daño y me escondo de mi propia vigilancia.

A veces el bienestar está asomado en las peores acciones.

Pero si no hubiera esa reticencia de mi doble, creo que no sabría cómo actuar en el ahora, en el hoy. Por lo menos sé lo que ya no quiero. No importa ya nada. Sólo lo que ahora puedo ver, lo que me señala el rostro que fui y me dice a mí misma que ya no más, así no.

La repetición me parece tan de miedo, tan grito de horror, tan sálvese quién pueda que no estoy dispuesta a imitar circunstancias.

Hay hombres que en algún momento dejan de ser ellos y su circunstancia, dice Ortega, hay una hora en donde se anhela ser uno mismo y lo inesperado, uno mismo y el momento en que la puerta que antes y después da al zaguán se entorna lentamente para dejarnos ver el prado donde relincha un unicornio.

Estoy en un momento de plena deriva.

La circunstancia misma ha quedado en la palabra pronunciada, quiero decir, se ha ido con el aliento del café, se ha quedado en el rostro perdido, en la mano que saluda de lejos.

Ya no más señalamientos.

Lo único que me alivia es llegar a tiempo: no quemar la mano en la estufa.

Reordenar el espacio dos segundos antes de quebrar el pie en la misma hendidura.

La puerta que antes y después da al zaguán, en la otra orilla estoy yo misma esperándome innumerables veces.

Yo, y no la otra, pinto un par de alas por debajo de los omóplatos y se iluminan en amarillo y después rojo y azul.

Antes y después, ese prado en donde relincha el deseo de bienestar.

sábado, enero 12, 2008

Hoy tuve la sensación de que tenía que anotar con rapidez todo lo que ocurría por mi mente. Al menos eso traté. Y todo se reducía a un sueño que no he podido pronunciar. Quiero decir que he querido contar pero nunca se ha dado el espacio adecuado. No entiendo por qué. Cuando quería decirlo estaba sentada en el asiento del copiloto y miré que en un edificio había un gato observando los carros. No pude hacer otra cosa que tener la imagen de ese gato. No tiene nada que ver con mi sueño pero fue un momento que impidió que yo hablara. Tenía que acordarme de ese gato toda mi vida. A veces las cosas más absurdas que me pasan en un día tienen que quedarse por siempre conmigo. Recordar ese gato podría valerme la felicidad en un futuro, como si acaso pudiera representar la hora en un momento de crisis.

Mi sueño:

Estoy pecho tierra en una estancia de campo verde (un jardín con muchos árboles). Me siento estresada porque tengo la misión de cuidar a un señor que está escondido en una cabaña cerca de ese lugar. En mi mente tengo la idea de que han matado gente de mi propio equipo. Tengo mucho miedo porque más que en ningún otro momento tengo que tener cuidado. Tengo una pistola y con ella voy apuntando el camino. De pronto me cortan cartucho y me apuntan la cabeza. Pienso que no hay nada que hacer. No siento pánico. Ni siquiera lo veo como una amenaza. Pienso que estoy muerta. Suelto mi arma. Me perdonan la vida porque necesitan usarme de rehén. Me llevan a un carro y me sientan al volante. Exigen que los conduzca a la cabaña. Eso hago. Una pistola me toca la nuca, y sé que si caigo en algún tope o bache podría dispararse la pistola. Tengo cuidado de manejar bien. De repente se voltea el carro y escucho balazos. Matan a la gente que iba conmigo y me rescatan. Me llevan a la cabaña. Entro a la cabaña y veo al señor que tengo que cuidar. Es un hombre de avanzada edad. Me pide que me siente junto de él. Un hombre de mi equipo me dice que me quedaré en la cabaña. Estoy con el señor cuando de pronto muere de causa natural. Es muy viejo y ha muerto. El motivo de la misión, que ha sido cuidarlo, desaparece. No tengo nada en mente pero me siento sumamente aliviada. Sólo tengo que esperar a que regresen los demás para darles la noticia. Se abre la puerta y entra A. Voy corriendo y lo abrazo. Me siento aliviada y lloro. Le digo que me da gusto verlo y estar viva. Me quedo observando su rostro de cerca.

No entiendo nada. A. es muy joven.

¿Qué te ha pasado?

¿De qué?

Te veo muy joven

Sí, me quité la barba

Qué cambio, me encantas

De esta manera podrás casarte conmigo, nadie se dará cuenta de que soy mayor

Tienes razón, nadie se dará cuenta

La barba lo explica todo. Pero en el sueño A. tiene exactamente mi edad, cuando en la realidad es mucho mayor.

Corte a: Yo con A. firmando papeles de matrimonio.

Corte a: Yo con A. de nuevo en el campo verde.

La misión aún no termina.

Es de noche. Tenemos que llegar a una casa y matar a la persona que quería matar al señor que ya murió.

A. está a mi lado. Yo veo un claro en el bosque que lleva directamente a la casa, sólo tengo que correr rapidísimo y esquivar algunas balas.

A. me dice que no lo haga.

Pero no puedo hacerle caso: estoy segura que todo saldrá bien.

Corro.

Corro mucho.

Corro hasta ver de cerca la puerta de la casa.

Y en ese momento me desvanezco.

Alguien me ha dado.

Despierto y no puedo mover mi cuerpo. A. está a mi lado.

¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?

Como tres horas

No me puedo mover

No, te estoy poniendo estas sanguijuelas para que recuperes el movimiento de tus piernas

Fin del sueño.

miércoles, enero 09, 2008

Escombré mi librero.

Y me encontré una nota del pasado:

9 de Abril 2006

Domingo de Ramos.

Domingo de árdua cruda.

Believe in Love... Free Love...

Día largo, sin fin ni sentido. Vivir en automático.

Querida. Sí dime.

Mira los árboles

Barren el crepúsculo.

Se ve desde el sillón.

(Ver y no ver) (Frase tachada) Escuchar el movimiento de cómo va y vuelve y se aleja del azul para después ser nube.

Entiendo porque lo señalo con un dedo.

Alzar bajar los brazos como un dulce baile.

Incluso en la oscuridad siguen hojas borrando (tachado) los colores.

Claro, taparme la cabeza con la pañoleta de lunares blancos.

*Freedom. Just Freedom.

Parece la selva.

Pero es solo la ciudad querida.

Muerdo los labios. Trato de acaparar el miedo entre los dientes.

Plumas blancas en el hombro derecho.

Quisiera gritarme con las manos en el aire.

Home Es una manera de darle sentido.

No imagino la fealdad de un hombre inmortal.

Pero, luego, entonces por qué pienso todo esto.

Bien.

Tal vez no sepa y no tenga importancia saber…

Hay un árbol que se rasca en mi ventana todos los días.

Estirar los brazos ya no me despierta.

Es algo así como una mancha que va torciendo todo.

¿Cómo puede existir la posibilidad de ser lo que no se es?

Estos recovecos del pensamiento

Una lista de invitados

Fin del mensaje. Después sigue la hoja en blanco. Las últimas dos frases no tienen puntos. No entiendo qué pasaba conmigo. No entiendo qué tenía en la cabeza cuando agarré esa hoja y me puse a escribir eso. El árbol se sigue rascando en la ventana. Por la fecha de la hoja puedo decir que estaba en un estado de aburrición plena. No sabía que mi vida estaba a punto de cambiar. No lo imaginaba, ni tan sólo un poco, ni la menor sospecha. Vivía, así nomas, vivía. En menos de un mes mi vida daría un cambio tan radical, y yo, yo… Yo ingenua escribía sobre las nubes, y además, sobre “ser lo que no se es”. Creo que esa frase es la premonición.

También la lista de invitados. Pensaba hacer una fiesta que después me arrepentí de hacer y que mi mamá terminó haciendo “fiesta sorpresa”. Pero nunca escribí la lista de invitados. Sólo lo invoqué. Y creo que no estuvo mal. No estuvo mal comprar Ser y tiempo para mi cumpleaños número veintidós.

sábado, enero 05, 2008


No he dejado de pensar que existe un lugar a donde va la otredad. Hablo de esa parte que es capaz de desprenderse de cada persona y marchar hacia alguna parte. Antes de irme a dormir tuve de nuevo la imagen de Sumire. Desaparecida. Con la sensación de que no se escucha muy bien, como si tuviera agua en los oídos. Y así. Con los ojos abiertos a la oscuridad, veía el reflejo de luz en la cortina y pensé dos cosas. Levantarme y escribir. No lo hice. Porque en ese mismo instante lo olvidé, quiero decir, pensé ¿en dónde está mi otredad? Creo que la traigo en la cabeza, acomodada como unos lentes que se pusieron un instante ahí y que se buscan interminablemente. Sí, las dos Idalias están aquí, pegaditas. No quiero despegarlas. Al menos no como lo hizo Sumire, máscara de nieve, japonesita, inabordable.

viernes, enero 04, 2008

botones


No me importa que casi en su mayoría terminen por caerse, como sucede con mis ideas, sobre todo las ideas que son más bien imágenes de un futuro que no existe.

O el futuro es como los botones.

O todo cae invariablemente y deja un hilacho en su lugar.

O se va hacia alguna esquina del sueño.

De cualquier modo va sujetando la existencia, imperceptiblemente, casi de manera transparente o de ave-que-vuela-alto.

Botones que se usan para pagar deudas. Botones que se atoran en la ropa. Botoncitos en forma de guitarra. Botón oculto para reemplazar botón perdido. Botones para sujetar los zapatos de la piyama. Botones con dos y cuatro ojos. Botones de madera para la chamarra de cuadros. Botones en bolsitas de plástico. Botones perdidos en una cajita del librero. Botones para que un gorro se vuelva bolsa. Botoncito del monedero. Botones del suéter; del chaleco; de la bufanda. Botones del cubre edredón y algunos que salen volando.

El tiempo que tengo en la palma de la mano se pierde de la misma manera. El “destino” es como alguno de estos botones; se caen, se intercambian, se pierden, se reemplazan y nadie puede hacer nada al respecto.

martes, enero 01, 2008


Año nuevo.

Sorpresa.

Hago caso a mis supersticiones.

Soy feliz cuando dan resultado.

Si pongo las manos en los bolsillos de la chamarra es para taparme del frío, sólo eso. Si me miro en el espejo y me corto el fleco será de buena suerte. Todo está en las pestañas, en el antifaz de noche, el vino del fin del mundo.

Anoche sin duda el mejor festejo de blues y Sweet home Chicago con una harmónica en do, enloquecedora, bella.

El año nuevo de hoy es como un encuentro con el destino insospechado.

De nuevo se abren las puertas a toda posibilidad. No hay tristeza. Perseverancia trae buena fortuna. En mi oráculo el agua se disuelve, el hielo se rompe, todo se encuentra.

Trompetilla, gorrito, silbato.

Mi mano se encuentra con otra mano. Sólo me importa estar ahí.

Todos los lugares se reducen a mi lugar, copa de vino, blues.

Los recuerdos son el presente, no pienso en lo que pudo ser. Sólo soy. Soy con una blusa roja y zapatillas viejas. Nuevas cucharitas para café en la bolsa.

Nuevas cucharitas que lleven a la boca sorbos de otra realidad.

Sueño. Despierto. Sueño.

Diferente que ayer, la vida se va juntando en las uñas de los dedos, se va desplegando poco a poco, se escribe en las fotos, en los rinconcitos desocupados, en los acordes de la música. No me doy cuenta pero he aprendido como un acto reflejo a sostenerme ante cualquier circunstancia. Y no estoy mal. Nunca lo he estado, sólo que a veces las palabras se acomodan como piquitos y van haciendo cosquillas o van picando la vida de una manera que no es la real. Nunca sé cuál es la real. Escribir las hace reales, al menos en su olor.

Y tengo sueño, tengo sueño de años.