lunes, marzo 31, 2008

Buenas noches a las cosas que tengo enfrente. Marquito dorado, calendario dos mil siete, bolsas colgadas en perchero, reloj korean air, silbato en forma de perro azteca, teclita de piano, llaves, disco, peine…

Yo debería escombrar todas las cosas que voy dejando a mi alrededor. Pero soy esas cosas en cierta manera.

Ahora me siento un poco mejor sobre todo porque el calor es menos.

Es así: la semana pasada enfermé.

Ahora estoy saliendo de la enfermedad y he vivido un día entre dormida y despierta, entre sueño y calor y mucha sed.

He tenido muchos sueños. Pero hay uno que me gusta y fue durante mi siesta.

Es de día y está lloviendo.

Yo vengo en un carro con mi hermana y mi mamá, seguramente en el carro de mi mamá. Estamos en una calle por donde hay un depósito o estacionamiento de trolebuses. Ese lugar está cerca de mi antigua casa, y cuando era niña mi papá me decía que era la casa en donde dormían los trolebuses. De pronto mi mamá se frena en una esquina y bajamos a una papelería en donde venden escritorios y todo tipo de cosas. La tienda está vacía, no hay clientes y no hay nadie que nos pueda cobrar. De pronto me doy cuenta que necesito con urgencia que nos cobren porque tengo que llevar una carta. Mi mamá quiere un paquete de hojas y yo llevo conmigo un sobre. Pero no llega nadie. Así que le digo a mi mamá que nos vayamos sin pagar. Me dice que sí y cuando salimos de la papelería me entran unas ganas inmensas de regresar a la papelería y robarme todo lo que pueda. Pero no lo hago y me enojo un poco conmigo. Me pregunto a mí misma, pero ¿por qué no?

Entonces despierto, y lo primero que pienso, es ¿por qué no?

Cuando desperté ya estaba oscureciendo. Y por primera vez no me sentí mal de dormir tanto.

Mañana, mañana es abril y con abril mi cumpleaños.

Mañana es abril y eso me pone de buenas.

Porque me gusta el mes y soy abrileña.

Estoy un poco de harta de los ecos que deja el calor sobre el cuerpo y cómo se van metiendo en cada cabello y me dejan atontada, como si en el fondo de mi ser se escucharan martillazos que no me dejan pensar pero tampoco dormir o concentrarme.

No entiendo mucho lo que es el tiempo, sólo sé que se prolonga como los pensamientos humanos, roza cada pequeño detalle de nuestro ser, a veces golpea y vamos poniendo curitas en nuestra vida.

Yo quisiera una cajita de primeros auxilios para cualquier día de la semana.

Hoy no fue un buen día. Sólo la música y las palabras que escribo me van quitando de encima esa desazón que impregna el lunes, último día del mes, no-vacaciones-any-more…

lunes, marzo 17, 2008

En algunos momentos resucito en espacios que son como una cartografía de los recuerdos.

Despierto a todas las horas o las horas despiertan moradas en lunes.

Despierto con los cabellos más oscuros que ayer.

Pero mis ojos siguen un señor que deja estatuitas por todos los cuartos; que deja pinturas en sus dedos.

Acaricia el arte con su mirada por tener los labios tan delgados y no poder besar el tiempo.

La luz de mis uñas cambia con los días.

Los libros más soñados por mí tienen pasta dura y se editan en la calle de Bolívar.

El almohadillado de los edificios tiene pegado el vocabulario de recuerdos y otras miradas que ya no están.

Los espejos son tan pequeños que sólo puedo ver mis pestañas.

Yo hubiera querido tener dos centímetros más de altura.

Cuando sueño siempre estoy descalza.

A veces me falta un calcetín y es por un libro de Matías.

El suelo de tabique rojo es muy frío.

El señor tenía en sus manos un rizoma que era una rata, que era un tubérculo azul.

Bosteza siempre que le arden los ojos.

Estoy mirando el frío que sienten mis pies.

Y a mi qué me importa dormir más de diez horas.

Abajo cada minuto es gratis, es etcétera, es una Coca Light.

Las almas que sueñan doblan en la esquina de la panadería, doblan ahí en donde nadie ha hecho un gran esfuerzo por seguirlas.

No se pueden fingir las sonrisas que trazo en mi libreta de cuadricula chica.

Aquí no hay voces, todos mis trazos son mudos aunque hablen en voz baja.

Nadie disimula una sonrisa cuando hago un trazo en la cuadricula de mis hojas.

La voz despierta en la sombra de algunas palabras.

Los sueños ajenos cambian el color de mis ojos.

Los recuerdos se guardan en bolsitas de plástico.

Los pensamientos saldrán como el sol.

La memoria, negativo, sin color pero con figuras a la luz.

martes, marzo 11, 2008

Pesadillas

Soñé una casa enorme con muchas personas que no conocía, pero eran personas ya grandes, algunos señores traían saco. Yo estaba un poco alejada de ese círculo, pero los veía desde una salita. De pronto tenía un ataque de pánico y me escondía. Pero no sabía en dónde esconderme. Cuando me metía a una habitación terminaba en el mismo sitio que me daba miedo: la salita, un pequeño cuarto con altos techos que tenía libreros pero no libros. Todas las habitaciones eran en realidad una o eso sentía.

Desperté.

Y después me volví a quedar dormida.

Soñé que había un niño corriendo de un lado a otro. Esto me parecía insoportable. Hacía mucho sol. No estaba acalorada pero la luz no me dejaba entender por qué había un niño o por qué yo tenía que estar ahí. Caminé hacia una sombra pero apenas tenía claridad del espacio, que era un lugar abierto con árboles, la luz del sol me enceguecía de nuevo.



lunes, marzo 10, 2008

De pronto sentí la mirada de una esculturita negra que tengo frente a mí mientras escribo. Y con su mirada los recuerdos de cómo llegó a mí.

Pero a veces quisiera componer los recuerdos.
Ninguna nota, ninguna tecla, ningún aviso del sin sentido con el que se van dando las cosas, una tras otra.
De pronto estamos del otro lado observando esta realidad como se puede observar un eclipse.


Sigo en el tiempo, ahora llena de siempres que se guardan en los mensajes.

Pero tal vez por esta ocasión sea siempre.



Eso creo.

domingo, marzo 09, 2008

Si me siento a escribir es porque necesito poner un orden a las horas.

Yo entonces podría ser un reloj que con las piernas cruzadas anota un pensamiento por minuto. Pero recuerdo más sentimientos que pensamientos, siento más la memoria que el continuo devenir de situaciones frente a mis ojos. A veces no importa lo que suceda enfrente de mí si yo estoy en otra parte. Cuando escucho Man of the hour en el fondo de mi ser siento una ausencia que me deja la garganta seca. De esa sensación surge la necesidad de traer lo más que pueda ese recuerdo de niña en donde sentía, de verdad sentía, que alguien me cuidaba en cualquier parte que yo estuviera.

Son las 6:42 y tengo más ganas de escribir una carta de amor que pensar en los deberes de la semana. Los domingos comienzan a volverse una parte bonita de mi vida. Quién lo iba a pensar. Pero sí, aunque encierran su tedio particular. Lo que sucede con este día es que hay un respeto por el horario, y eso siempre molesta. Los domingos nunca son lo suficientemente Blues, son más bien como Last kiss.

Pero mira, no haré una cartita de amor, prefiero tararear una canción.

A los minutos no les importa un poquito si yo pienso o me quedo atónita ante la ventana. Y de pronto comienza a oscurecer, imperceptiblemente, todo se oscurece, primero rosado y luego el atardecer con la morbidez de las tarjetitas de santos. El tiempo para mí es un continuo que me va dotando de memoria pero que también va dejando ausencias. Soy yo pero al mismo tiempo dejo una partecita mía, no sé en dónde quede, sólo sé que cambia y que hace un año no era esta que soy ahora. Lo ausente se agarra al tiempo exacto, lo ausente detiene un tiempo que lo minutos posteriores ya no traerán de nuevo. Eso que ha sido y que no importa más a los relojes. Cómo pueden seguir tirando las manecillas cuando las faltas deberían de prolongarse con esa misma hora o con ese minuto. No lo sé. Sólo las certezas envejecen.

Ese hilo de ideas se va tornando en un camuflaje de imágenes, a veces el color de una casa, la ventana, la calle en donde las personas se van sucediendo unas a otras, ese mar de desconocidos que habita la ciudad, los espacios completamente atiborrados de cosas que ya no son cosas, o que ya no me vienen a la cabeza como simples nombres que significan lo que son, ahora, en la mayoría de los casos, personas y objetos se han compactado en la mente como imágenes con peso, pero sobre todo como una masa inconciente que habita en mi interior y a veces me deja sola, eso parecido a la nada.

¿Qué piensas?

Nada.

Porque nada es el colapso de situaciones en donde las cosas me han robado lo que me deja en nada. Entonces sí podría ser como los dibujos que hago en mi libreta, sólo un perfil, una línea, un ojo, pero no una Idalia, al menos no la Idalia que ahora escribe.

A veces estoy en un lugar y lo que observo son actitudes, palabras, frases, modos que adquiere la gente para vivir en esto que se llama mundo. Y no quiero pensar en las personas, pero están frente a mí, me roban mi tiempo y mi espacio con una facilidad impresionante.

Ayer fui a la cantina que está sobre la calle de la Higuera.

Y entonces observo el señor que sirve las bebidas y que agita la coctelera, atrás de él hay una pantalla con una pelea de box, y todo lo demás es un mueble para botellas. Después es mi reflejo en un espejo y el reflejo de Alberto y el reflejo de otras personas. El box, las botellas, el camarero, y de pronto sólo son las orejas.

Ayer eran muchas las orejas que no tienen lóbulos y las mujeres disimuladamente los cubren con su cabello. Las orejas que no están pegadas a la cabeza y que se asoman como de elefantito. También las personas esconden este tipo de oreja. Las orejas que han comenzado a crecer y toman un aspecto más pálido. Así como las orejas que tienen pelos, muchos pelos. Las orejas sucias, las orejas con lóbulos gordos, las orejas pequeñísimas y rojizas.

Yo tenía las orejas coloradas por el alcohol.

Las sentía calientes, tan calientes que por eso comencé a ver las orejas.

viernes, marzo 07, 2008

Hoy me puse un suéter que tenía una estampa pegada de corazón. Y después me di cuenta que mi corazón se estaba despegando. Mejor lo despegué porque no quería que se cayera. Y es una larga lista de cositas que guardo, yo no sé por qué. Simplemente pienso o me hago a la idea de que un día lo utilizaré. Tal vez lo haga. En mi escrito del combate escribo sobre cómo las figuras se pegan y traspapelan unas otras. Hoy pensé que si despegaba mi corazón tendría que pegarlo en algún lugar. Como si esa estampa coincidiera con mi propio suéter que fuera mi pecho y mi corazón al mismo tiempo.

Escucho Babasónicos y es como si de pronto no fuera este año o estuviera fuera del tiempo. Me pasa con la música. La música guarda exactamente el recuerdo de cómo me sentía en cierto momento de mi vida, me roba y recupero aquello que sentía, melancolía. Marcando límites con la memoria en esa rueda que no deja de girar y que ya no entiendo si es de la fortuna o del destino, sólo sé que sigue girando.

miércoles, marzo 05, 2008

Este lunes me encontré con mi comadre. Yo estaba un poco triste.

La comadre dijo: El día está bonito.

Y yo se lo creí.

En el camión que me trajo a mi casa una señora se me acercó y me dijo si el destino del conductor era llevarnos a Taxqueña. A una velocidad que no entiendo remarqué en mi cabeza: “destino” y “conductor”.

Sí, claro, este camión la lleva al metro Taxqueña.

Pero ella se refería a Miguel Ángel de Quevedo que antes se llamaba Taxqueña.

Sí, de todas maneras llega a Miguel Ángel porque ahí da la vuelta.

Nos fuimos sentadas juntas.

Cuando me levanté para bajarme del camión mucho antes de llegar al metro porque yo no voy hasta el metro, la señora me volvió a preguntar:
¿Falta mucho para llegar a Taxqueña?

Más o menos.

Me sorprende encontrar personas como esta señora que toma por primera vez una ruta que yo tengo años tomando.

La señora me tocó el hombro en una especie de agradecimiento.

Sólo le sonreí.

Tal vez un día deje de tomar esa ruta, y entonces tenga que tomar otras en donde sea nueva y tenga que preguntar si falta mucho para llegar.

Hoy en la clase de francés dije que el metro de París es el mejor transporte para encontrar el amor. Y la maestra no lo entendió.

En los reflejos del camión,

ahí estoy atrapada por las tardes y las preguntas.

En mi camino no hay un metro y tampoco París.

Creo que falta mucho para llegar.

Pero no me importa.