domingo, julio 27, 2008

jueves, julio 24, 2008

El mundo no es un conjunto de cosas, sino de signos: lo que llamamos cosas son palabras. Una montaña es una palabra, un río es otra, un paisaje es una frase.

Octavio Paz

Los hijos del limo

Reconciliación con Paz, ni modo.

Sueños de todo tipo a todas horas.

He dormido como sólo se puede dormir en vacaciones: todo lo que mi cuerpo aguante.

En mi sueño voy por el arroz a la vuelta de la esquina, justo como ayer, sólo que la señora que me lo vendía no estaba llorando.

Ese conjunto de imágenes que se combinan día con día me enmudecen. El tiempo escrito siempre es más largo que el tiempo en donde se suceden movimientos y la vida en general, tal vez porque los movimientos escritos siempre están atrapados en una cámara lenta, el mundo pierde su realidad y se vuelve más ligero. Así debería de ser el mundo, un acto puro de movimiento, inmediato y posible de escribir. Pero lo inmediato es como una liga que se estira y se estira cuando se escribe, como los sueños; esas ligas que a veces se revientan en el despertar. El sueño es la metáfora de mis días o en todo caso el transporte para sobrevivir la luna. Luna en japonés se dice tsuki. Tsuki también significa guiño. Y los sueños son eso: guiños de la noche, de nosotros mismos. Ahí se sueña, en el entre de los significados: tsuki.

Esas palabras de las que habla Paz abren caminos, surcos en el revés de lo cotidiano, traducen los signos que se nos escapan cuando la palabra se evapora. Hoy es azul y mañana amarillo, qué cosa, por qué no. El tiempo vivo no tiene color, sólo una cara de la moneda, un volado perdido entre el lenguaje y lo real. Por eso no lo puedo escribir, por eso también no puedo escribir todos los minutos, aunque eso quisiera, escribir cada instante que se sucede, para guardar todo el mes de Julio en una escritura imposible. Imposible, pero amable. Porque Julio me parece un mes de transformación, como el arcano de Aries, como la muerte sonriente que cruza el río.

Guiño, luna del amanecer, brillito azul de la noche.

miércoles, julio 16, 2008


--qué vas a hacer mañana en la mañana.

--nomás vacacionar.

Hace ya varias vacaciones que siento que vacacionar es escribir lo más que pueda todo lo que no podré cuando entre a clases. Y sí, así es, de verdad. Estas vacaciones, no me metí al francés y ahora siento un poco de culpa porque puedo dormir hasta tarde, pero qué importa, ya entraré y diré cosas como Je crois que ma vie est très sympa...

Hoy mientras me tomaba un chocolate enorme, estaba platicando con Alberto sobre la novela de Carson McCullers que tanto me ha impactado: “Reloj sin manecillas” es una novela extraordinaria por cosas como:

Sin hacer ruido, se acostó en la cama que compartía con su mujer. Pero cuando las nalgas tibias de ella rozaron las suyas, asqueado por el recuerdo de vivencias pasadas, se apartó bruscamente, pues, ¿cómo seguir viviendo entre los vivos, cuando ya está presente la muerte, aunque uno esté vivo?

Y también:

La pasión le hace a uno soñar despierto, le hace imposible concentrarse en las matemáticas, y en los momentos en que más desea parecer ingenioso, le deja a uno en ridículo.

Oh sí. Mientras… espero escribir algún día medio capítulo de Carson McCullers.

Pero ahora tengo tantas ganas de ser Banana Yoshimoto, que es extraño, no es “que tenga ganas”, es que el ánimo me hace vivir las cosas de esa manera, quiero decir, ensimismada en cada minuto de mi cotidianidad, sólo porque cada cosita que pasa me parece un pequeño tesoro.

Digamos que la japonesita que traigo dentro se me revela y tengo ganas de escribir sobre la luz indirecta que se crea en la sala, sobre los zapatos en la entrada y el tan esperado final del diablitos trip que duró todo un mes.

Suspiro.

No más Vaca. Te extrañaré vaquita, tan linda. Que no se llamaba “vaca” la gatita del vecino, la plaquita en realidad dice “vac rabies”, y yo pensé que era su nombre, hasta que por casualidad me di cuenta que era la placa de la vacuna antirrábica.

A veces me encuentro a mí misma tan bien, tan bello y bueno el mundo que me rodea, que sólo quisiera sentir cómo pasan las vacaciones mientras yo disfruto de:

las ilustraciones de Pola París

la escritura del cuento ahora (dark-emo-adolescente) al que me estoy enfrentando

las entradas poco usuales de mi blog

y claro que por supuesto: la obscenidad de mi felicidad

Esa felicidad que cabe en las tardes soleadas llovisnientas del mes de Julio.

Sentir que Julio es un buen mes para comenzar libretas en blanco, enmarcar cuadros en la lagunilla y… dejar, por fin, que crezca mi cabello.

También quiero seguir disfrutando de:

el Banana Maki, nuevo descubrimiento en mi dieta

la bienvenida tan amable por parte de Sergio en la Cantina

y claro el vodka citrón con quina

las pistas de Zero

las películas piratas que veo los fines se semana

los ahora tres pares de botas para la lluvia

la novela de Carson McCullers a punto de deshojarse

el caleidoscopio de objetos y sus fotos

la nueva restauración de mi muela ahora que sus patitas están sanas






si fuera gata en este renglón me pondría a ronronear como una loca.

lunes, julio 14, 2008


--Todavía estamos a tiempo

--¿a tiempo para qué?

-- pues para todo.

A tiempo para: comer un panecillo con cajeta, tomar un café, y además recoger con una escoba pequeñísima las migajas del sueño que se cayeron o estaban ahí desde anoche.

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Hoy encontré mi libro de Tsugumi, que estaba extraviado, se lo había comido el sillón de la sala.

Una frase:

En el archivo de “noches de verano” que tengo en mi cabeza, guardo negativos de varias noches similares.

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Estuve tomando fotos a través de un caleidoscopio de objetos. Y es como si de verdad pudiera tomar las partecitas más hermosas de cada persona. Un bigote por aquí, una mirada por allá, toda una imagen que se va desenvolviendo en el prisma de espejos, no cubista, pareciera que la armonía se distribuye como la memoria en los escritos, siempre separando la forma del color, el olor del tiempo, la imagen de lo real.

En el archivo de “momentos que no olvidaré” que tengo en mi cabeza, cada foto del caleidoscopio se quedará ahí, como si de verdad acabara de hacer el nudo a un botón y arrancara el resto con los dientes. Los hilos que sobran van a la basura, y todo queda perfecto, en un ordenamiento tal, que sólo los pequeños triangulitos de la cámara podrían acomodar.

En lugar de escribir un te quiero tendría que tomar una foto y así sentirme como Tsugumi meciendo su cabello en la orilla del puerto, sin esperar nada, sólo sintiendo cómo la brisa llena cada noche de verano.

(Perdón, las migajas del suelo. Es que la eñe está junto a la ele.)

miércoles, julio 09, 2008

¿Te aprieta a veces la bota derecha?

--Sí, me aprieta.

--Lo suponía. Durante años llevarás escondido bajo el corazón algo grande, un sueño o un deseo tan grande que tu pierna derecha ya se está doblando bajo su peso.

El último amor en Constantinopla, Milorad Pavić.

(Sí a veces me aprietan mis botitas, pero estoy segura que es porque son del número dos y yo calzo del tres.)

Hoy fui con el endodoncista que casi se llama Eugenio Montejo.

Hace metáforas del tipo de Montejo.

Cuando me saca la radiografía de mi muela y me muestra los conductos del nervio, me dice: “Las patitas de tu muela están muy profundas”.

Prácticamente desalojaron el hueso de las patitas para colocarle otro, ahora podrán correr libremente sin miedo a infectarse. Después de tanto tiempo de espera, y de tres sesiones, las cuatro patitas salieron ilesas.

Todo lo que escondo en mi corazón, por más grande que sea, siempre termina por salir en mi escritura, ahora por la patita derecha, ahora el enorme deseo de que las citas con dentistas y demás doctores terminen pronto sin doblar el peso de los días.

martes, julio 01, 2008


Unas cuantas cosas encontradas en una libreta:

Calles sin nombre, caminatas en forma de triángulos isósceles, hexágonos. Roppongi, presentación de un libro de Banana. Kanda, Kinokuniya Books, libros de samuráis, librerías de viejo por todas partes. Metáforas en mente, todas en blanco, algunas sin referencias. Haiku, sin sílabas exactas para el olor de Mokusei. Papeles delgados, pequeños sellos. Alfabeto, obra de arte, kanji del pájaro a punto de volar. Metro, viaje 160 yenes, terciopelo rojo, pasamanos morado, caminito amarillo de ciegos. Absurdo, recogedores de colillas de cigarro a las cinco de la mañana. Okonomiyaki, la mejor comida. Tokio, la ciudad sin luna, salary man por doquier, el palacio imperial. Ryoanji, templo de letras que parecen íes sin puntitos o cejas tristes o siete piedras tapando una.

Japón, demasiados recuerdos, también sin nombre como sus calles.