lunes, agosto 17, 2009

Oh... Lo había olvidado por completo, pero ya está en Youtube el video en donde sale mi querida amiga Grace. Le pueden bajar el volumen para no escuchar la horrible canción.
El Pez hizo este video inspirado en el Atlas descrito por el cielo.

miércoles, agosto 05, 2009


Estando en Buenos Aires conocimos al famosísimo Horacio Potel, famoso por sus páginas de Nietzsche, Derrida, Heidegger y compañía en castellano y que vendrá al Congreso Internacional de (Con)fines del Arte en septiembre. Su mujer, Andrea (adorable mujer) me regaló un libro de un autor argentino que no conocía (no sé si sus libros se consigan aquí en México pero podría ser que sí) que se llama César Aira. Qué extraordinario. Tiene una soltura impresionante y me gusta mucho su narrativa.

Hace unas semanas recibí un par de comentarios “ofensivos” que borré porque no eran lo suficientemente inteligentes como para tenerlos, en realidad lo único que me decía era “puta barata”, así a secas, me hubiera gustado más algo al estilo de Girondo. En fin, la necedad de esta persona y su clara obsesión conmigo (o más bien con mis letras) le dictaban en su mentecilla “métete al blog y revisa cada tres segundos si hay un nuevo comentario” y como supongo que no tiene nada que hacer pues aquí anda, digamos que se da sus rondas. El obsesivo se muere de horror de leerme y se revuelca de odio contra el mundo porque soy esposa de Alberto, pero no sólo es clavado y obsesivo sino que además es masoquista. No puedo imaginar la vida de una persona que pierde su tiempo leyendo cosas que no le gustan, eso sí que es una maldición, es como si en mis ratos libres estuviera condenada a leer las obras completas de Corín Tellado. Me parece triste pero allá cada quien con su goce. Todo esto lo escribo porque leyendo a César Aira me acordé del obsesivo masoquista y dije esto sí que me gusta.

El comentario de puta me hubiera encantado de esta forma:

“Perra, arrastrada, zorra, serpiente… Yarará, culebra… No encontraba las palabras, o encontraba demasiadas, le venían a la mente demasiado pronto, antes de que pudiera buscarlas, se acumulaban y transformaban sin dejarle espacio para pensarlas.

Inmunda, teñida, negra, soberbia, cizaña, ponzoña… No tenían sentido. No significaban nada. Estaban vacías. No le venían naturalmente las palabras obscenas que habrían sido más apropiadas, aunque en el fondo de su corazón sabía que la estaba llamando “puta”, mil veces, todo el tiempo, con gritos mudos que le hacían doler la lengua. Había una economía de las palabras, pero se confundía con la economía de la realidad; no podían funcionar en el vacío. El pobre Lorenzo sentía como si hubiera nacido para gritarle insultos a una mujer, y sus palabras no eran nada, nunca serían nada, no podían ser nada, sin la escena que les diera sentido. Gritárselas en la cara, a ella…”

Así comienza el libro “La abeja” de César Aira, y agradezco enormemente a Andrea por recomendarme este autor.

Y así terminan las vacaciones. La siguiente semana de vuelta al mundo cotidiano de la ciudad de México.

(Mother Monkey espero que me pases unos stikers para disfrutar más esta ciudad.)