miércoles, julio 31, 2013

Adiós a julio.
Estoy en mi casa escuchando el primer disco de Interpol con Paola.
En mi word corregimos unas imágenes que se movían de lugar en el último borrador de su tesis.
Nos ponemos a trabajar.
La siguiente semana comienzo un curso intensivo de Arte en el exilio con uno de los grandes y más prestigiosos profesores del CSIC: Miguel Cabañas.
Las vacaciones se terminan en cuatro días.

Este mes ha sido doloroso.
Duele leer cosas guardadas, recordar, reconocer.
Pocas veces he escrito desde el vacío como lo hice hace ocho años. Sólo porque me conozco puedo descubrir los hoyos que tapaba con escritura, pero si no hubiera sido porque existía la escritura me hubiera quedado sin nada. Esas cartas del pasado son fantasmas que no estoy segura si quiero descifrar.



martes, julio 30, 2013


Hace un año estaba en Madrid.
40 grados el verano.
En este larguísimo mes se juntaron muchas cosas: estar de vacaciones, ir al teatro, visitar una cantidad impresionante de bares por todo el centro de Madrid, preparar el regreso a casa, entrar a un concurso, escribir un ensayo sobre Gerardo Naranjo... Justo lo que menos hice fue escribir en este blog.
Por ese entonces Ismael Angeles ilustró este minirelato que por fin vio la luz en un libro con otros relatos ilustrados. Sólo se puede conseguir el libro en España. Así que aquí pongo un PDF con la historia... leyéndola hubiera deseado que fuera más larga, pero esos fueron los límites impuestos. Cualquier parecido de ese relato con la escritura de este blog es pura coincidencia.
Esto es el pasado y el presente.
Voy a Explotar.





lunes, julio 29, 2013

Julio es un mes muy largo... ¿se acabará algún día?
Así que he hecho todo tipo de cosas.
Las actividades que más disfruto son las del hogar.
Me compré una máquina Singer porque la que yo tenía era muy vieja y se descompuso.
No me di cuenta de lo vieja e ineficiente que era mi máquina hasta que comencé a coser en la nueva que tengo. Mi máquina me pide a gritos stickers, así que quiero comprar algunos para pegárselos.
Está nuevecita y su motor suena bien.
Arreglé la pantalla vieja de una lámpara.
Primero pensé en hacerlo todo con hilo porque vi esto en Pinterest: Lámparas.
Y después por la forma de la pantalla no se pudo hacer todo con hilo.
Así que me puse a coser y fue como comenzó a salir esto:








No hay nada más relajante que pisar el pedal y dejar ir la tela, ahí se van todos mis pensamientos y me quedo en blanco, sólo estoy atenta del prensa telas, viendo que la manta se vaya derecho y ya está.
Coser es delicioso, si pudiera coser todos los días lo haría.

martes, julio 23, 2013



En estos últimos meses se ha festejado mucho a Julio Cortázar porque Rayuela cumple 50 años desde que se publicó por primera vez.
En la librería del Fondo de Cultura Rosario Castellanos se inauguró una exposición con cerca de 50 artistas que hicieron pinturas sobre Rayuela, no sobre la novela sino sobre el "avión" con el que se jugaba llegar al 10 o al cielo saltando de cojito. La exposición deja mucho que desear sobre todo porque se encasilla a la novela en la figura del avión y esto se nota en lo forzado que resulta el montaje.
Me sorprendió mucho ver que los escritores que invitaron para escribir las cédulas de pared son los mismos que estuvieron en los 40 años de Rayuela; Eduardo Casar, Gonzalo Celorio, Luis Villoro, etc... Y me sorprendió más escuchar un discurso repetitivo sobre Cortázar, sí, el mismo que escuché hace 10 años. Lo mismo mismamente... "Cortázar buscaba un lector cómplice, la diferencia entre el lector hembra y el lector salteado, oh sí, Cortázar, grande entre los cronopios, el capítulo 7 de Rayuela, claro, un clásico".

Qué impresión y qué aburrido.

Increíble. Pienso que ya se aprendieron lo que hay que decir sobre Cortázar, dejaron de leerlo hace años y sólo hablan del recuerdo de haber leído a un autor, hablan de un recuerdo del recuerdo del recuerdo... ¿En serio piensan que no existen nuevos cortazarianos, nuevas generaciones? Quiero escuchar qué le conmueve a un lector de 18 años que lee Rayuela o cualquier cuento de Cortázar con una mirada nueva... y lo más importante con un mundo diferente encima, que juega con su Rayuela en la pantalla del I-pad y que si no entiende algo lo busca en el Google, me pregunto si con Google sirve para algo la edición comentada y anotada de Cátedra.

¿Qué decir de Cortázar?

Me sigue pareciendo un gran escritor y después de leerlo sigue dejando en mí unas ganas locas de escribir como él; de ir colocando las palabras como si fueran piezas de un enorme rompecabezas; mover el lenguaje, hacerlo maleable, llevarlo a los límites para exprimir un te quiero y a veces romper una frase y encontrar un corolario en forma de gato dormido.

Este tipo de cosas me dan ganas de escribir cuando releo capítulos de Rayuela.
No puedo dejar de pensar que su escritura renovó por completo el lenguaje con el que estaban escritas las novelas y hoy en día sigue siendo fresca. Cortázar sigue pareciéndome contemporáneo y para nada me aburre como otro autores que siento que nunca más volvería a leer como Marcel Proust o Samuel Beckett.

Hace poco entré a la red social 8tracks. Se trata de crear mix tapes con la música que uno quiera para compartir en redes sociales, así como ven la imagen de arriba pueden darle click y comenzar a escuchar este set list que hice. Se llama "Siestas" como el cuento que escribió Julio para Último Round. Más allá de querer escribir un largo y aburrido texto sobre la maravilla de leer a Cortázar, quisiera hacer un homenaje sobre la música a la que remite Cortázar. Ya sé ya sé ya sé que existe Jazzuela, un disco que contiene música citada en Rayuela. En este mixtape hay dos canciones de ese encantador disco pero también elegí música de la que Cortázar habló en ensayos literarios, cuentos y cartas.

Espero que lo disfruten tanto como yo al hacerlo y escucharlo.

domingo, julio 21, 2013





Todavía no es un año que Checo se murió.
Me sorprende lo mucho que se puede extrañar a una persona, sobre todo cuando esa persona fue tan querida y tan fundamental para mi vida.
Quizá el mejor homenaje que pude hacerle a mi abuelo fue poder escribir un libro sobre él y presentarlo, festejarlo juntos y además fuera, en todo momento, mi cómplice.
Por eso mismo escribir sobre él ahora es sólo con el deseo de reafirmar lo mucho que lo quería y saber que se lo dije en vida y le escribí cartas, postales y todas aquellas cosas que le quise compartir fueron recibidas, siempre estuvo ahí viendo cada camino que decidía, cada movimiento, Checo estuvo ahí para aprobar o para decir lo que pensaba, para darme su consejo.
Mi abuelo tenía Facebook y correo electrónico. Pero no sólo eso tenía el tiempo y la paciencia de leer el periódico todos los días y si veía alguna caricatura política que le gustara, la recortaba, la pegaba en una hoja en blanco y la escaneaba, después la enviaba por correo a todos sus contactos.
Cuando comencé a recibir esos correos de mi abuelo pensaba que sólo le daba forward a algún correo pero un día estando en su casa fui testigo de todo el ritual. Me dio mucha ternura pero también me di cuenta que mi abuelo estaba conectado al mundo y eso me daba felicidad. Después, cuando me fui a vivir a Madrid mi abuelo no respondió ninguno de mis correos. Y eso fue el síntoma de que mi abuelo estaba ya muy enfermo, tanto, que ya no revisaba su correo.
Regresé a la ciudad de México el 2 de agosto de 2012. Hubo una voz que se repetía entre mi familia: Checo sólo está esperando despedirse de ti. 
Lo fui a visitar. Mi abuelo estaba muy enfermo pero hacía como si sólo estuviera un poco cansado, no quería hacerse el enfermo terminal para nada, no había drama. Así que se levantaba, se vestía y nada más se recostaba como si estuviera tomando una siesta. Me acosté a su lado y estuvimos viendo las olimpiadas: ¿Qué me cuentas muchacha? Me veía con sus ojitos lagañosos y me daba palmadas en la mano.
Las manos de mi abuelo eran grandes, entrelazamos las manos y me quedé acostada junto a él, estando a su lado siempre estaré a salvo, pensé.
El 31 de agosto mi abuelo se murió. Su cuerpo era tan grande que cuando los de la funeraria lo sacaron sus pies no cabían en la camilla así que se los cubrieron con una manta azul. Tendría que escribir sobre esa manta, sobre sus manos, sobre su buen humor incluso antes de morir, sobre cómo todos los relojes comenzaron a sonar y las cosas raras que pasaron ese día que se murió.
Checo era grande y era triste ver que se lo llevaran, más triste que no cupiera en su lecho de muerte. Fui testigo de algo tremendo: mi abuelo se había muerto. 
Fue el día más triste de mi vida. 


No tengo que esperar a que sea agosto para escribir sobre él, siempre estoy escribiendo sobre él. En mi mente van pasando imágenes de todos los años, es aleatorio y sin ningún motivo de pronto pienso cuando Checo me compraba dulces en un puesto frente a la panadería La concha, cuando me cargaba en hombros, cuando me decía hija y decía que mi abuela era mi mamá, no sé por qué hacía eso.
Checo ¡cuánta falta nos haces!
Nos hace falta tu alegría fortuita que traías a nuestra vida porque con tan sólo hacer sonar tu silbato marcabas que ahí estabas y que nos harías enojar, incomodar, comentar en voz baja, darte un codazo, mirarte todos a la vez porque estábamos en medio de una comida en la posta y a nadie del restaurante le hacía gracia escuchar la irrupción de un silbatazo.
Ahora ni silbato, ni comida en la posta, nada, ¿dejamos de ser una familia cuando te moriste? Quizá sí. Sí, dejamos de ser esa familia que tú organizabas a tu alrededor.



Checo, coleccionador de termómetros, de relojes, de búhos.
Acumulador de gorras y revistas National Geographic.
Checo, comedor compulsivo de mentas usher.
Contador de historias como la del General Naranjo al que le aventaban piedras en el panteón del Tepeyac.



Mi abuelo fue también un gran fumador. Checo me dio a fumar mi primer cigarro cuando tenía diez años, fue muy sencillo, le dije que quería fumar de su cigarro y me lo dio, así que yo le di un jalón con todas mis fuerzas y me comencé a ahogar, comencé a toser y me comenzaron a llorar los ojos, Checo se reía muchísimo, no podía con la risa y me daba palmadas en la espalda, después no le dio risa ser regañado por mi abuela, por mi mamá y mi papá, a nadie le hacía gracia lo que hacía.
Fumó gran parte de su vida, así que su carro, un Atlantic rojo, olía a cenicero, cuando lo lavaban seguía oliendo a cigarro impregnado en las vestiduras. 
Cotidianamente cuando entro a un lugar en donde el cigarro ha penetrado en la atmósfera de todo el lugar, sale ese olor característico del carro de mi abuelo. No es difícil encontrar ese olor y aunque no es un aroma que uno quiera meter en una botellita, es el olor que acompañaba a mi abuelo.

Y lo extraño, lo extraño tanto que sueño con él y como en las películas o como en el imaginario o el pensamiento mágico, me da lo mismo; está en mi sueño y sé que está muerto pero está ahí como vivo y es una suerte de visita, entonces platico con él y lo abrazo y lloro muchísimo. Él no llora, está en calma, y me dice que está bien. Pero yo no estoy bien porque despierto y lo sigo extrañando y sigo llorando.


Checo, cuánto cuánto te extraño.

sábado, julio 13, 2013

En este sábado de tormenta eléctrica me he asomado más de cinco veces a la ventana. Algo tiene la lluvia que nos atrae. Anubis incluso rasca la puerta del balcón para salir y mojar sus manitas en los charcos que se forman. Yo me quedo viendo si aún sigue lloviendo o si ya paró. Y la lluvia es delgada, muy delgada...
Nada importante qué hacer. O ya todo lo urgente está hecho. O son vacaciones. Quiero seguir haciendo jardinería. Desde mi cumpleaños he comenzado a poner plantas en la azotea. Así que subo a verlas, a regarlas o simplemente a ver cómo siguen después de la lluvia. Ahora tengo más de ocho plantas creciendo en macetas de barro. Una lavanda que cada vez que subo acaricio con los dedos para oler y comprobar que sigue siendo lavanda y que sigue teniendo ese olor relajado y morado.
Como llueve y es sábado y estoy en casa no hay nada mejor que pasear por la blogosfera, leer el twitter, pinterestear... Y estando en el twitter me encontré con una Ráfaga del Pensamiento de @epriani y quedé gratamente sorprendida. Aquí les dejo la liga para que la escuchen:
Y aquí les dejo un fragmento del poema "Finjamos que soy feliz" de Sor Juana a la que está dedicada la ráfaga.

Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá podréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario,

que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.


(...)

O ¿por qué, contra vos mismo,
severamente inhumano,
entre lo amargo y lo dulce,
queréis elegir lo amargo?

Si es mío mi entendimiento,
¿por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan agudo para el daño?

El discurso es un acero
que sirve para ambos cabos:
de dar muerte, por la punta,
por el pomo, de resguardo.

Si vos, sabiendo el peligro
queréis por la punta usarlo,
¿qué culpa tiene el acero
del mal uso de la mano?

No es saber, saber hacer
discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.

Especular las desdichas
y examinar los presagios,
sólo sirve de que el mal
crezca con anticiparlo.

En los trabajos futuros,
la atención, sutilizando,
más formidable que el riesgo
suele fingir el amago.

Qué feliz es la ignorancia
del que, indoctamente sabio,
halla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!

No siempre suben seguros
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto.
1

Quisiera una colección de objetos hermosos pero inútiles.
Una cabeza de dinosaurio pequeña de porcelana. Un tacón azul de plástico para una Barbie. Un cuerno de vaca de plastilina. Una rosa pequeña con una gota de rocío de silicón. Un WC blanco de cinco centímetros con asiento negro. Una cajita de madera en donde cabe un anillo. Un pájaro peluche. Unas tijeritas para uñas. Un pincel. Un cuaderno pautado. Un bigote de un gato. Una servilleta de la sirenita. Un timbre con una muñeca matrioska. Una vela en forma de pera. Una cinta para pegar con puntos dorados. Una cigarrera en forma de globo terráqueo. Un frijolito rojo y viejo.


2

Cuando era niña salíamos a dar la vuelta. Salíamos mi papá, Isolda y yo. Isolda en su carriola. Dábamos una vuelta larga por la colonia. Pasábamos por enfrente de un campo en donde jugaban football americano. Toda esa calle estaba llena de árboles que dan frijolitos rojos, colorines.
Mi papá y yo recogíamos todos los frijolitos.
Había veces en que me hacía sostener la carriola para que pudiera alcanzar una vaina de frijolitos.
Al llegar poníamos todos los frijolitos en una copa grande y larga del Hard Rock Café de Acapulco que nos habían regalado. En esa copa nadie nunca se había servido agua o refresco, servía para poner clips o alfileres o cosas pequeñas que no tenían otro lugar. Después sólo sirvió para poner frijolitos. Y cuando se llenó la copa hubo que comprar otra copa, ahora del Hard Rock de la ciudad de México, y seguir poniendo frijolitos rojos. ¿Qué haríamos con tantos frijolitos? Le pregunté a mi papá.
Pues haremos una cortina con todos ellos.

Y yo pensé que era verdad, que esos frijolitos servirían para una cortina que algún día tendríamos.

viernes, julio 12, 2013


Los invito a visitar la página de una joven pareja de mexicanos: Tatoki.
Cuando digo "joven" es porque de verdad son muy jóvenes. Estos chicos cuentan con 22 años y ya saben lo que quieren. Ella se llama Kiyomi y es hija de padre mexicano y madre japonesa. Se dedica al diseño de modas y tiene su tienda on-line. Me parece súper interesante lo que dice en el video que posteó en su página. Takemi es un chico que hace ilustración y que vende sus originales y prints en diversas ferias de diseño en México.
Puede gustarnos o no, lo interesante es que han tenido mucho éxito y toda su mercadotecnia es a través de las redes sociales.
Aquí les paso el link: http://www.tatoki.net/

jueves, julio 11, 2013

Una vez estando en León…
La ciudad es una mezcla extraña entre Satélite y Little Rock.
Satélite tiene colonias formadas por circuitos, como el circuito de Ciudad Universitaria, en donde para dar una vuelta a una calle hay que seguir hasta el retorno, no hay vueltas sobre calles precisas porque no existe la cuadrícula, por eso es circuito y por eso le da a las colonias una estética muy específica. Y Little Rock es la capital de Arkansas, varias cosas importantes: Sam’s club sale de este pequeño pueblo, así como uno de los expresidentes de Estados Unidos, Bill Clinton. Así es León, pueblo de Vicente Fox y aunque no es la cuna del Sam’s, si está la fábrica de Flexi, por ejemplo, además de que por todas partes hay Sam’s Club, Price Club, Home Depot, H-E-B, y cadenas gringas que ni siquiera en la ciudad de México tenemos, pero que seguramente Little Rock sí tiene.
Entre circuitos y Starbucks llegamos a casa de Maritza.

Apenas puse el freno de mano, vi que estaba ahí asomada por un pedacito de la cortina abierta. Con cara de soy-muy-triste seguida por su perro Pantuflas nos abrió la puerta.
Maritza no tiene suspiros completos, sólo medios suspiros. Soy-muy-triste cambió por unas cuantas horas de semblante para después sumergirse de nuevo en ese estado taciturno.
Maritza cuenta el número de letras que tienen las palabras y resuelve crucigramas con un lápiz del número dos. Así la última letra del alfabeto hebreo se cruza con la mitad de la onomatopeya de la risa y ésta termina para comenzar con el sinónimo de sensible.
Nuestra visita es parecido a un crucigrama de anécdotas, de silencios como los cuadros negros que separan palabras, de nostalgia y cosas del pasado como oraciones difíciles de resolver porque ya nadie recuerda y entonces esas palabras nunca vienen a la mente para poder terminar el cuadro.
En mi visita a León todas las pistas para resolver las horizontales responden a un sólo recuerdo.
1.     Un prendedor diminuto con una catarinita.
2.     Un chocolate Kiss edición especial cereza.
3.     Cuatro veces las mañanitas.
4.     Una conga sin alcohol y al tiempo.
5.     Diez minutos viendo la lluvia caer en el carro.
6.     Un pájaro caminando en la lluvia.
7.     Un hipopótamo rojo de plástico escondido en la alacena.
8.     Un jabón Dove liquido para manos.
9.     Un mosquitero sostenido por clips.
10. Un listón haciendo un moño en una pinza en el refrigerador.


Aquí deberían estar todas esas palabras que tienen que esperar el periódico de mañana para completar algo que en el fondo nunca se completa, una visita a Maritza.

martes, julio 09, 2013

...

El volante es como el cuello de un ave, si no se toma con firmeza se escapa y si se aprieta demasiado se mata.
Eso me dijo Alberto cuando vio que apretaba el volante como si fuera a salir volando por la ventana. Y en verdad no sé por qué al subir la velocidad había un impulso inconsciente que me hacía apretar con más fuerza el volante del carro.
Donatello levantó hasta 170 cuando la recta era más larga y el pavimento suave. Después no se puede mucho, los camiones de carga, el asfalto poroso, las curvas, las subidas, etcétera.
Mi copiloto de viaje me decía cuándo bajar la velocidad, cuándo frenar y cuándo acelerar para tomar la curva.
Por primera vez manejé la carretera de México a Morelia.
Y todos los periódicos dicen que hay narcotráfico en Morelia, pero nada a la vista, no vimos nada. Ir a Morelia no implica ver cadáveres por la carretera y cosas así, no hay violencia, ni retenes, y ya en la ciudad la gente amabilísima con nosotros.
Fuimos a tomar mezcales al Salón Púrpura en una calle que está atrás de catedral sobre García Obeso. Ahí estuvimos escuchando canciones de Pedro Infante, Jorge Negrete, Juan Gabriel, La Sonora Santanera, Café Tacuba y Chemical Brothers, todo en la misma tarde.
Al día siguiente regresamos.
No hay muchas cosas que hacer en Morelia así que uno se puede volver habitué a un lugar en dos días. De hecho el mesero nos preguntó ¿lo de siempre?
Solamente habíamos estado el día anterior, pero ya era lo de siempre: mezcal y vodka.
De Morelia manejé la carretera con rumbo a Salamanca para de ahí tomar la desviación que lleva a León.
La carretera de Morelia a Salamanca es hermosísima porque hay que cruzar el Lago de Cuitzeo. Hay una parte de la recta en donde para cualquier lado que se mire está el enorme lago y al fondo la montaña, ahí en verdad parece que es otro mundo.
El agua es cristalina y el cielo era azul. Quizá esa es la apariencia que tiene la luna de Júpiter en donde hay agua, o sea, el escenario en donde termina 2001: Odisea del Espacio. Lo único que falta en medio de la recta es un monolito negro y la voz en off de alguien que nos prohíbe el acceso por ser humanos.

No hay que ir tan lejos, cruzar el lago de Cuitzeo por la carretera de Morelia hacia Salamanca es suficiente.