domingo, febrero 22, 2015

Pensamientos de Domingo IV


1.  WhatsApp 
en donde yo soy la cursiva.

Estoy en la esquina ¿en dónde estás tú?
Estoy en el camellón enfrente de educal.
Ya te vi.


*

Podemos vernos para ver la entrega de los Oscars.
Rentar un cuarto en un hotel de paso que tenga cable.
Verlos.
Y pedir hamburguesas al cuarto.
Es en serio.
No puedo.


*


Te vi en fotos de los premios.
Primera fila.
−Jajaja.
−Después de correr 19 km.

*


No me contestas.
¿Qué pasó?
−Me equivoqué. Mil disculpas. Besos. ¿CU? ¿Date?
−No entendí lo de CU y date. ¿Que nos veamos dices?
−No ha de pescar acentos tu aparato. Dice: Besos y cuídate. Con acento.


2.  Dormir

Llegué a mi casa con prisa. Me metí a bañar y me puse la camisa más delgada que tengo porque hace calor como si fuera verano. Pero es febrero, casi marzo.
Ya estamos en las aguas de Piscis.
Mientras escribo esto llueve. Como si fuera verano.
Me pinté los párpados con sombras rosas y delineador negro.
El pelo empapado. Envuelto en un chongo y a salir.
Paso veloz.
Me encanta tener eventos en Bellas Artes porque queda a tres cuadras de mi casa. 
Porque todos los días paso por ahí. 
Porque Bellas Artes tiene ese halo de grandeza del Porfiriato que aunque hoy aparezca como un enorme pastel de quinceañera nadie puede negar su tradición.
La sala Manuel M. Ponce.
Sí, es una sala con historia. 
De pronto sentí que ahí uno podría hacer una escena como cuando Edward Norton en Birdman habla de las personalidades que han pisado Brodway.
Salí de Bellas Artes directo al Sanborns de los azulejos.
Menú completo. Consomé. Enchiladas suizas. Agua de Jamaica. Helado de chocolate.
Esa barra. Ese Sanborns.
Me desbaraté el chongo antes de salir. 
Y el sol pegaba con toda su fuerza. 
Tiene una delicia inexplicable que el sol seque el pelo mojado. 
Siqueiros hablaba de una escena cotidiana que le gustaba de su mujer cuando le decía “voy a la azotea a que el sol seque mi cabello”. También siento que soy como un animalito que necesita de esos rayos para que el sol le dé otro tipo de proteínas a mi cabello que el shampoo Kérastase no le dará nunca.


3.  Soñar

Estoy en un estacionamiento.
Es el estacionamiento de Bellas Artes.
Deberías llevarte el suéter me dice A.
Y yo le digo que no es necesario.
Pero él dice que sí.
Y entonces le hago caso.
Debería contarle una historia de fantasmas, pienso en mi sueño.
Y recuerdo una anécdota que me contaron de una mecedora que no dejaba de moverse por la noche. Y pienso en alguna escena que pueda ocurrir en mi casa. Sólo porque sé que A. creería mi historia y porque sé que es miedoso ante ese tipo de cosas. Y quiero, inexplicablemente porque es un sueño, quiero que sienta miedo, que no pueda dormir pensando en que algo paranormal, fantasmal puede ocurrirle.
Y en mi sueño pienso: Quiero inventar una historia de fantasmas.

4.  Despertar

Despierto porque una canción de Björk que canta con una orquesta está sonando en un departamento cercano al mío a todo volumen y logra despertarme.
¿Por qué Björk y no algo ajeno que sea extraño y molesto? Al final no me molesta despertar así, no me molesta y es suficiente para pensar que estoy en el lugar indicado.
Me levanto y me doy cuenta que tengo completamente seco el cabello. Ondulado, casi perfecto.
Han pasado tres horas desde que me dormí y todavía tengo la sombra rosa.
He tenido la mejor siesta reparadora de un domingo soleado.
No desperté por frío. Desperté porque Björk está sonando en el edificio.
Lo primero que hago es restablecer el mundo.
¿Qué ha ocurrido en mi celular?
¿En dónde está Pavlova?
Pavlova no ha dormido conmigo. 
Me gusta su independencia. El ninguneo ante la autoridad.
Primer pensamiento real: ¡Quiero ver la entrega de los Oscars!


Quiero escribir. 
Porque me he prometido escribir todos los domingos de febrero aunque no sepa qué escribiré. Hoy es el último domingo de febrero. Sé que debo cumplir mi palabra. ¿Si yo no cumplo con mi palabra qué puedo esperar de mí misma?

domingo, febrero 15, 2015

Pensamientos de Domingo III


1. Antes
Cuando era niña y mis papás me llevaban a dar la vuelta a Coyoacán, se encontraban en el Parnaso a un amigo suyo que le decían Pepe Toño. Era un tipo alto, delgado, rubio, bigotón y un poco calvo. 
Pepe Toño tenía una hija más chica que yo, Beatriz; la niña era actriz y salía en las obras de teatro con su papá. Yo no era actriz. Y mi papá no actuaba. Pero cuando se lo encontraba de sorpresa, a mi papá se le iluminaba una sonrisa muy genuina, de enorme cariño.
¡Pepe Toño!
Se saludaban con un abrazo y a veces Pepe Toño me alzaba del suelo para saludarme y tenerme en brazos. A mí nunca me tenían en brazos porque ya tenía siete años.
Recuerdo que cuando mi papá sonreía se le alcanzaba a ver el puente de las muelas, era un puente que tenía un ganchito de color plateado.


2. Ayer
Hacía un frío helado pero soportable.
A las nueve en punto de la mañana ya hay lista de espera en el Cardenal.
Es increíble, pero cierto.
En el Cardenal de Tacuba se encuentra un mural. Se trata de una panorámica a una plaza en donde se reúnen intelectuales, presidentes y demás personalidades  junto a una pintura que revela el caballito de la plaza Tolsá.
Es un mural firmado por Z. en 2014.
Ayer desayunamos Isolda, mi papá y yo.
El mural nos quedaba a la vista.
Y decíamos ahí está José Emilio Pacheco, ahí está Revueltas, ahí está Porfirio Díaz.
Queríamos nombrar a todos los del mural como si con aquel juego pudiéramos evitar nombrarnos entre nosotros.
Isolda siempre tiene cosas que comentar porque su carrera es muy interesante y el rancho de Topilejo, y las chinchillas y los hurones y la caca de Mapache.
Mi papá está en otra parte. Quizá sólo él sepa describir ese mundo al que pertenece.
¿Se dice afuera o fuera?
Fuera del mundo.
Afuera de lo que somos Isolda y yo.
Con la mirada no en los objetos sino en la parte vacía de esos objetos.
Mi papá tiene un gesto permanente de cansancio y tristeza.
Y su mano amasaba una bolita de migajón, mientras su mirada trataba de reconocer el rostro de algún personaje vestido del siglo XVIII en el mural.
Sus ojos son verdes pero hay algo que ya no permite el paso. Es como si las cosas en general hubiera dejado de conmoverlo.
No hay nada que pueda prender un brillo en su mirada.
Isolda dice que así es siempre.
Que si no me parece no lo vuelva a ver nunca más y ya.
Pero a mi papá ¿nadie lo cuestiona? ¿Nadie puede decirle qué demonios te sucede y después lanzarle un par de uppercuts como para que regrese a la realidad?
¿ya viste tu mirada en esta foto?
¿por qué estás triste?

Es como Bartleby el escribiente.
- La última vez me dijiste lo mismo, ya lo habías comparado con ese personaje.
- ¿Y no te parece que sí, que es así?
- No sé, también te dije que no he leído ese cuento.

No pude comprobar si ese puente plateado de la muela aún está ahí sosteniendo sus sonrisas. Quizá no. Esos días de Coyoacán y de encuentros fortuitos no volverán. Pero no que vuelvan esos días, que él pueda recuperar una parte de su alma.
Tal vez  si Pepe Toño existiera… pero quién sabe qué habrá pasado con él.


3. Hoy
Quisiera no hacer nada. Quedarme frente a la ventana y ver pasar allá abajo los carros, el camión de la basura, el señor del estacionamiento barriendo una parte de la calle, recogiendo la basura de la noche anterior, las campanas de Catedral, los vidrios que chocan con la escoba.
El cielo blanco, con una luz que lastima los ojos.
Todo parece estar simplemente Ok.
Y de pronto lo más abstracto de la sala comienza a tomar la forma de un Quijote.
¿Por qué seguimos viviendo?



domingo, febrero 08, 2015

Pensamientos de Domingo II



1. Canas

He perdido la guerra contra las canas. Lo he decidido y lo he aceptado.
A los quince años descubrí por primera vez que tenía unas cuantas canas. Pero ahora me salen canas en el nacimiento de la sien y de la frente. Pintarme el pelo me ha resecado el cuero cabelludo. He decidido dejarlas. No quiero parecer casposa por aferrarme a tener el pelo castaño oscuro.
Quizá compre ese champú que las pinta un poquito de morado y que dota de cierto glamour las cabecitas de muchas ancianas. Ese champú tiene un efecto de algodón de azúcar.
Mientras corría pensaba en mis canas. Un poco en el dolor de mis rodillas. En la sed. En el hambre. En tener como premio el desayuno y después en dormir toda la tarde.
Quiero eso.
Y eso hice.
Llegué a mi casa y me dormí.
Al principio estaba tan cansada y entraba tanta luz a mi cuarto que no podía dormir pero tampoco me podía levantar. Me quedé ahí hasta que sin darme cuenta caí profundamente dormida.
Y soñé.
Soñé que estaba en mi cocina y cambiaba el calendario de hoja.
Desperté.
El calendario está en la hoja correcta. Me asomé a mi estudio y la luz dejaba ver las ventanas sucias por fuera. Intenté lavarlas. Pero sólo quedaron más sucias. Me empeñé y lavé lo que pude. No alcanzaba todos los cristales. Necesito que alguien lave las ventanas. Tuve ese pensamiento como un cuarto de hora en la cabeza.



2. Promesas

Me prometí a mí misma escribir una entrada de mi blog todos los domingos de febrero.
Me lo prometí porque sé que paso días enteros elaborando reflexiones que luego se evaporan en la nada. Pensamientos que se pierden como se pierden las conversaciones en un chat.
En general vivo rodeada de la palabra escrita. Leo, escribo y muchas veces pienso como si escribiera. A veces repito mis pensamientos con diferentes matices. Como si quisiera esconder las costuras de mi propio pensamiento. Pero a veces el pensamiento fluye, y sin que me dé cuenta ya estoy saltando de un lado a otro.
La vida cotidiana se está escapando poco a poco y a nadie parece importarle.

Cuando tomo la bicicleta de regreso a mi casa y voy conduciendo por la ciclopista. Los pensamientos van y vienen y dejo que todo me impacte. Ahora este edificio del hotel Fiesta Americana se me revela como de perfil y tengo que aceptar que me gusta, que disfruto verlo. Me gusta porque está en forma de biombo. Un biombo gigante. Ese mural de Edgar Saner me gusta. Me gusta pensar que Saner es contemporáneo mío y que su mural está ahí a la vista de todos. Me gustan sus máscaras. Pienso en si dentro de ochenta años habrá historiadores del arte haciendo sesudas investigaciones sobre Edgar Saner. Doctorados que hablarán de sus murales, de sus primeros dibujos, de su vida. O si un día borrarán su mural y entonces los investigadores irán a buscar al google o a cualquier otro soporte alguna pista de ese mural que existió alguna vez. Pero todo lo que pienso de Saner se concentra en un pensamiento que colapsa muchos pensamientos. Todo se reduce a que esta colonia me gusta porque tiene restaurantes. Porque tiene su festival de luces y todos están como palomillas pegados a las pantallas. Esta ciudad me gusta porque no hace frío. Ese sonsonete del camión que vende el plátano Tabasco me gusta. Me gusta el nuevo Pizza Amor frente a la Alameda, en donde solicitan personal con experiencia. Me gusta regresar a casa en bicicleta. Me gusta tanto.

Me prometí escribir todos los sábados en el blog que tengo con M.
Me lo prometí porque me gusta la continuidad, el orden y la esperanza de escribir con fechas precisas. Escribir al final es tener una decodificación de la vida, como si después, haciendo una lectura de atrás hacia delante, se pudieran seguir las pistas de los deseos que surgen en medio de la nada, simplemente cuando la vida ocurre, cuando al parecer no pasa nada.
Esta vez decidimos exorcizar la buena suerte, los augurios, el horóscopo y escribir nuestra versión de lo que dicen los planetas. Son deseos que vienen de la imaginación y eso es lo único que importó al escribirlos. Escribimos también porque nos divertimos, porque se trata de pasarla bien.

Me prometí escribir cada quince días en este lugar.
Me lo prometí porque es un lugar-otro. Porque debo salir de mi zona de confort. Porque mis escritos se aferran a cierta estructura que quisiera ir modificando poco a poco. Me gustaría poder ir un poco más allá de la anécdota. Siempre que leo ficción quedo conmovida por la posibilidad de crear una realidad que no se ajusta ni se aterriza a ninguna anécdota previa.



3. Consejos

Let go and let God.
Eso decía el mantra de este mes a través del instagram.
Eso hice.

No te bañes ahora, primero descansa y duerme un rato.
En esos términos se tradujo la expresión corporal de Pavlova cuando me recibió hoy en casa.
Eso hice.

La vida es imprecisa. Déjate caer.
Canta Rubén en un cover de Los Tres.
Eso hice.

domingo, febrero 01, 2015

Pensamientos de Domingo.

1. Correr

Me estoy preparando para un medio maratón que será el 15 de marzo y que pienso correr junto a P.
Ya estamos inscritas y solo necesitamos pasar por nuestra camiseta cuando se nos indique.
P. es conocida por un apodo, una reducción de su nombre y no me acostumbro a nombrarla de esa forma.
En realidad todas las personas que la conocen, la ubican de la preparatoria, de una escuela a la que fueron desde siempre.
Yo no pertenezco a ninguna de esas escuelas-de-toda-la-vida, siempre fui "la nueva", siempre estuve en constante cambio.
Cuando me encuentro con personas que resulta que también la conocen al principio me dicen:
¿P?
Sí P.
Ah no, mmm ¿no te refieres a P.?
Sí, ella.
Hoy corrí catorce kilómetros, pero no logro alcanzarla.
Me lleva por más de nueve kilómetros y las piernas me duelen.
Aproveché el ciclotón y corrí por todo Reforma hasta llegar al zoológico y regresar al Centro Histórico.
Correr es parte de mi vida. 
Lo sé ahora, después de dos años de comenzar a correr, y que esta actividad sea un acto cotidiano y de impecable voluntad conmigo misma.
"De impecable voluntad conmigo misma", sí, así, un pacto que me hice a mí misma y que a veces incluso me parece ajeno, casi raro.
¿Cuándo dejaré de correr? Cuando se me acaben las rodillas.
¿Qué pensaba mi papá cuando salía a correr al camellón en Plutarco Elías Calles?
Él también corría. 
Nunca pensé en que él corría por las mañanas.
Nunca era un tema de conversación que él corriera. 
Hasta ahora que corro.
Mi mamá cuando se refiere a que yo corro, ha deslizado la frase: pues sí como tu papá.
Aunque no he corrido más de 15 kilómetros seguidos, estoy preparada para hacerlo, hoy sentí que podía correr el medio maratón.
P. y yo pusimos una meta a largo plazo: el maratón de N.Y.


2. CDMX


Vivo en la mejor ciudad del mundo.
Sin duda.
Cuando venía de regreso, pasé por el puente que cruza Reforma y el Circuito Interior, en el horizonte el paradigmático rascacielos de la ciudad, cuyo nombre cambió de Hotel de México a WTC. 
Estos referentes visuales que tengo desde niña y que cambian de ángulo, que se miran desde abajo o desde el horizonte, que se visitan y se dejan de frecuentar, que se ajustan a nuevos significados, que se pegan al nombre de una calle y de una persona, y que al final van mutando.

Cuando iba a la Nápoles, de niña, mi papá me llevaba a visitar a un amigo suyo que apodaban Q.
Q. estaba paralítico. 
La historia era que en un estacionamiento lo asaltaron cuando acaban de comprar una videocasetera VHS, acababan de salir en ese entonces, y él se negó a dárselas, y los asaltantes le dieron un balazo, la bala lo dejó paralítico por el resto de su vida. 
Tenía frecuentes dolores en las piernas y usaba un aparato que le daba masajes.
Q. era divorciado, tenía una hija, que nunca conocí, pero cuando íbamos, yo jugaba con una enorme casa de Barbies, y Barbies que no eran mías y que me costaba trabajo asignarles una personalidad y un quehacer, pero me entretenía mientras mi papá y Q. tomaban cervezas y veían la televisión.
El Hotel de México era Q. y las Barbies sin dueño.

Después cuando cumplí 15 años mi abuelo Checo me llevó a comer junto con Z. al restaurante giratorio. Ese año fuimos más de dos veces porque Z. también cumplió 15 y también fuimos al restaurante giratorio. Y otro día fuimos sin festejar nada en especial, nos gustaba mirar la ciudad desde el ventanal del restaurante.
Al siguiente año una de mis mejores amigas se mudó a la calle de Chicago, en un diminuto departamento que tenía una habitación. 
C. vivía con su papá, y su papá dormía en un sofá-cama en la sala. 
Desde una ventana rectangular, muy delgada pero alargada se veía el reformado WTC.
Yo pensaba en lo impactante que era ver ese edificio recubierto de vidrio cuando siempre había sido un esqueleto. Una obra abandonada.
Después no volví a esa colonia.
Q. se murió.
C. se cambió de departamento.

15 años después...
P. vive en la Nápoles, M. también.
La primera cita que tuve para platicar sobre la adaptación que haría de Barba Azul fue en un Starbucks que está a un costado del Poliforum, que está un lado del WTC.
El Hotel de México comenzó a tener un nuevo significado.
La Nápoles ahora representa una colonia que en palabras de P. no tiene pretensiones, y que en palabras de M. sus calles tienen nombres como Galvestón, una ciudad gringa de bajo perfil.

En la distancia, mientras corría y cruzaba el Circuito Interior sobre Reforma, siento que la ciudad de México me recorre, porque en ella está mi vida y mis recuerdos, y no puedo dejar de sentir que es la mejor ciudad-del-mundo, que me hace ser quién soy y que soy enormemente feliz cuando la cruzo corriendo.

Sol, calles cerradas, bicicletas, encuentros y desencuentros, desayuno con A. 
Enorme y larguísima siesta con el sol quemándome las piernas y después cerveza artesanal por la tarde mientras escribo mi blog y escucho el viejísimo disco de Coldaplay, Parachutes.

¿Quién soy? Esa pregunta nunca hay que olvidarla.
Soy Idalia. Estoy escribiendo en el comedor para evitar el sol de la tarde entrando directo en el estudio.
Escuchando música que me recuerda otra época, cuando la Nápoles era el norte de la ciudad.

A veces pienso que sí, que las situaciones y las personas en la vida de una, yo, se acoplan de forma casi perfecta y me siento contenta, a punto de ocupar la palabra feliz.

Soy sola. Y soy feliz.