miércoles, octubre 21, 2015

She had been silent for a long time. Her face had the expression often seen in slightly cross-eyed persons who are thinking deeply, a look that appears to be both very wise and very crazy. At last she said: "I don't know your name."

Carson McCullers, The ballad of the sad café.

jueves, octubre 15, 2015

1. Fui a Ciudad Juárez

y me tatué una rata que esconde algo entre sus manitas y da la espalda en el rincón de mi omóplato.
Después escribí una historia de una rata que se llama como una poeta novohispana.
Antes leía el horóscopo chino de la rata madera.
Antes hace unos años. Antes hace una semana.
Y creía en las palabras que me decía.
Quizá porque el horóscopo todavía no estaba adentro de la campana de cristal, como nombra el ensordecimiento del mundo Sylvia Plath.
Mi nariz está comenzando a tocar ese cristal.

2. Ahora estoy escuchando

el adagio de Mozart.
             ¿Cuándo?
No recuerdo bien, la Bist se burló de mi música clásica.
Luego hablamos del disco de Grace.
—Lo he estado escuchando, me dijo la B.
Las uñas de Grace están pintadas en forma de galaxias.
 —Un trabajo artesanal Idalia.
Grace se hizo una constelación en el brazo. Una luna está tatuada en su dedo anular izquierdo.

3. En el fondo qué significa

¿quién eres?
                                No te reconozco.
No sabes quién soy.
Y estoy comenzando a sentir que no me importa saberlo.
¿nos vamos a poner ontológicas?
                               ¿qué significa tener el corazón roto?
                         ¿por qué escribiste lo que escribiste?
Lo dije mal.
Quería decir que hay algo que mi corazón no está sintiendo. No estoy escuchando.
No estoy escuchando. No estoy escuchando.
Hay gente que te quiere.
No estoy escuchando.
¿Y si no quiero querer a la gente que me quiere?
¿Y si dejan de preocuparse?
—La otra vez te leí... escribes bien pero ese no es tu estilo.
¿Y si quiero otro estilo?
Quiero decir: me tiene sin cuidado... este estilo y el otro y los demás estilos me da lo mismo. Hoy quiero pintarme la boca de rojo y mañana de naranja y el siguiente día no,
y el otro tampoco.
Quiero dibujar una regla del verano: nunca preguntes cuál es el límite de la ciudad.







4. ¿Recuerdas las campanas de catedral?

En Ciudad Juárez no suenan las campanas.
La calle de Madero no es peatonal.
Y la lluvia es más delgada.
La gasolina no huele en las gasolineras.
Los burritos saben bien.
El café de Starbucks ofrece un pumpkin latte.
—Pero yo no como dulce.


5. Porque sí


—¿Por qué te quedaste con Pavlova?
—Porque con ella tengo un pacto de no agresión.


6. Pacto de no agresión


¿No quieres que nadie se meta contigo?
NO.

Pidos. Pidos.

Pidos no es una palabra adecuada para desaparecer y tampoco es mi estilo. Pero quiero escribirla. Quiero eso.

Hoy voy a decir que sí a todo porque sigo escuchando el Adagio.


Quiero escribir el silencio, sin campana, sin palabras.







domingo, octubre 11, 2015

Nada justifica el abandono de mis propios espacios. Pero el espacio personal es como el umbral del cuerpo. Se abandona un espacio porque se ocupa otro. Se pierde el miedo porque habrá otro miedos por superar. Septiembre fue un mes caótico en mi escritura. 
¿Qué tan cercana está la crónica de la bitácora de vida?
Mi amigo Vicky me dijo que comenzó a escribir crónica porque quería escribir de él mismo, porque es un pretexto para reflexionar sobre sí mismo. Así puede criticar a la hija de Peña Nieto mientras ve cómo un locutor puertorriqueño la hostiga y le pregunta sobre los normalistas desaparecidos para después hablar de la relación que él tiene con su padre.


1. Hoy desperté tres veces


La primera fue a las cuatro de la mañana. Tenía un cólico que me partía el cuerpo en dos.
Vicky estaba escribiendo en el comedor abajo de una nube de cigarro. La luz de su mac iluminaba su rostro. El cenicero estaba rebosado de colillas. 
Le dije que no podía con el dolor. 
—La marihuana es buenísimo para eso, todas mis amigas la ocupan para los cólicos.
—Ok.
Vicky usa mi ejemplar El viaje de Parvana para desmenuzar, limpiar y armar un porro. Lo hace con un ingenio absoluto. Las sábanas son cafés, las compró afuera del Munal en un puesto de pipas y objetos prehispánicos. La persona que se las vendió pertenece al mismo campo semántico de personas que bailan con cascabeles en pies y manos.
Usa un pedacito de cartón para crear una especie de filtro. Lame con cuidado el papel para pegarlo, lo enrolla y listo. Lo prendemos y fumamos en silencio. 
—Tu hermana te marcó hace rato.
Reviso mi celular y veo que marcó a las 3.20 de la mañana. Me preocupa y le marco en ese momento.
Me contesta con una voz que no reconozco:
—Buenos días señorita... ¡Señoritaaaa acaba de ganar una licuadoraaaaa!
—¿Estás bien?
—Sí, sólo te hablé para decirte que por favor te alejes del culto de los hipsters. Los odio. Odio que se vistan como si usaran piyama. Que combinen su pantalón con un gorro o la camisa con los calcetines.
—Ok. Pero yo no soy hipster.
—Levante la mano aquí quién piense que mi hermana es hipster. ¿Ves? Toda la taquería piensa lo mismo que yo.

Cuelgo con ella y seguimos fumando el cigarro que armó Vicky.
Me dice que está por terminar la crónica para Vice.

—¿Te acuerdas que ayer me platicaste toda la trama de la novela que ganó el Revueltas?
—No, ¿hice eso?
—Sí, de la abuela que tiene la placa y el gato que meten al horno de microondas.
—No recuerdo haberlo hecho, pero creo que tú me insististe en saber de qué iba.
—Sí claro yo te pedí que me lo contaras.

Últimamente después de cierta hora comienzo a hablar. Hablo sin parar y luego no recuerdo lo que dije. Luego siento pena de mí misma por hablar y hablar y hablar.

2. Desperté por la mañana y fui a correr

Mientras corría sentía la boca seca y con sabor a sal. Quería tomar agua pero no quería parar. No me detuve. Tenía varios pensamientos obsesivos.
Tengo mi corazón roto. Quiero correr hasta que deje de doler.
Hasta que deje de sufrir al menos.
Y sé que ahora que lo escribo hablar de un corazón roto es lo más manoseado, cursi y vulgar para decir que extraño a Anubis y a Persia, que extrañar hace presente los huecos de la vida cotidiana. Pero al diablo los lugares comunes, me dolía el corazón y quería llorar. Mi boca sabía a sal.
Corro para no llorar. Corro para calmar mi angustia.
Pensaba en mis gatitas cuando vi una gata cruzar frente a mí.
Se detuvo de golpe y me vio. Yo también me detuve.
Su mirada me dio paz. No todo está perdido, pensé. No todo puede estar perdido. 
Voltear atrás me está convirtiendo en sal. Mi saliva o mis palabras.
Me detuve a los 7 kilómetros y regresé a casa. 

Comí con mi mamá y mi hermana. 
Fuimos al Fishers en la calle de Uruguay. 
Tomé la ecobici por todo Bolívar hasta Venustiano Carranza. 
El sol, la gente y el tráfico estaban en su punto. 
Es cuando pienso que la gente viene a pasear al centro sólo para cansarse lo suficiente y no sentir que pasa el domingo. 
Llegué a un Fishers semivacío. 
Eso me gusta del centro. 
Este tipo de restaurantes clasemedieros no tienen el mismo impacto social que el Fishers de la Nápoles. Isolda no podía con su cruda. Y yo tenía más de un mes sin ver a mi mamá. 
Descubrí que he dejado de saludar a las personas de beso en la mejilla cuando después de un rato me dijo que por qué no la saludaba bien. No entendí. Después me dijo que le diera un beso. Ah. Me acerqué y la besé.
Es mi madre y aún así olvidé el ejemplar de Barba Azul que tengo para ella. Lo dejé encima del piano. Según yo para no olvidarlo. Y lo olvidé.
Mi mamá no me olvida. 
Me dio un regalo que me trajo de Italia. Una cafetera italiana bialetti roja para hacer expresso. Quiero expresar mi emoción con la voz de Manuel Bueno: Pre-cio-sa, her-mo-sa, pequeñita y elegante.
—Es perfecta má. Muchas gracias.
—Pensé que podría combinar con tu horno de microondas.
—No lo había pensado. Es pequeña y me gusta que sólo exista la posibilidad de un café.

Nostalgia eléctrica dice la puerta de mi horno. Así debería de existir un poema. Mi mamá me regaló ese horno para que hiciera palomitas y dejara de sentirme triste. Ya no estoy triste, sólo a veces siento que mi corazón está a punto de explotar.

Regresé a casa después de dar una vuelta por la feria del libro que montaron en el Zócalo capitalino.
Los mismos stands de siempre. En general odio esta feria. Odio los foros y su café que te quema la lengua y la encía y en el fondo es agua pintada. Odio las carpas en donde la gente se derrite de calor viendo libros.
Aproveché para renovar mi suscripción a la revista Picnic. 
Descubrí con alegría un stand de la revista Cáñamo. Qué ilusión que existan personas con ganas de invertir en hacer una revista. Compré los tres números de la revista Cáñamo, los chicos me preguntaron si conocía el proyecto, les dije que sí, que quería los tres números. Volví a casa caminando hacia Santo Domingo por República de Brasil hasta llegar a Cuba.
En Cuba baja la intensidad de los peatones. Todos se quedan en Tacuba y en Donceles.
Dejé las cosas encima de la mesa y me acosté.

3. Desperté a las siete de la noche, cuando comenzaba el atardecer

Hace unos días comencé a leer la novela Conjunto vacío de mi querida Verónica, la niña Gerber, Vera. Yo misma me sentía con un hueco en el corazón, el que traté de mitigar corriendo. Me gusta encontrar mis sentimientos en sus palabras. Pero me gusta más escuchar su voz y sus explicaciones en mi mente.
Ya no eres la misma de antes, le dice su novio antes de que corten.
Qué bueno que existan personas que nos recuerdan que no somos los mismos.
Que viva el cambio, que continúen los silencios. Ahora sólo creo que todos necesitamos atención, y que cuando esa atención cambia de objetivo nos sentimos inválidos, necesitados, sentidos del otro. 
You're a needy girl, I can tell when I look in your big brown eyes reza la canción de Chromeo.

Ahora mismo escucho el disco de Grace, leo la novela de Vera, escribo una crónica para la revista de Vicky, leo la columna de la Bist. Escribo en mi blog. Escribo fuera del blog. 
Estoy afuera y adentro de mí misma. 
El viernes por la noche recibí un mensaje del señor M. 
—No debería preguntar pero ¿estás bien?
Publiqué en mi Twitter: Estoy bien, por si estaban preocupados.
Mi hermana me respondió: ¿por si nos tenías con el pendiente?
Encuentro nuevos umbrales. Estoy contenta. No voy a mirar atrás. No quiero tener el sabor de la sal en mi boca. No voy a saludar de beso. No le voy a dar la mano a nadie. No me importa caminar sola a mi casa y que el sol me pegue en la espalda. Al final del día está Pavlova, se hace un ovillo en mis piernas. Compartimos la cama y el aire entrando por la ventana. Esto es el domingo 11 de octubre. El amor tiene fechas precisas, dice Banana Yoshimoto. Esto es el amor, un meme en una camiseta:

4. No andaba chida sólo no quería que me tocaras.

—¿Te acuerdas que ayer me leíste el horóscopo chino?
—No... ¿y estaba bien?
—Sí, en todo.
—¿Qué signo eres?
—Perro, perro agua.