domingo, agosto 17, 2014

El verano llegó a su fin.

Llueve en la Ciudad de México.
Llueve porque todo ha salido bien porque en el pensamiento mágico surge esta frase:
los dioses han dado su consentimiento; todo estará bien; lo que es arriba es abajo.

Cinco semanas de pensar y concentrarme en hacer bien las cosas.

Mesas, sillas, listas, pegamento, crayolas, tijeras de punta redonda, cañón, computadora, y un montón de cosas que se necesitan para que una actividad termine exitosamente. Esas palabras rondaron en mi cabeza todo este verano.

El viernes pasado me despedí de un grupito de niños entusiastas. La verdad hay que ser entusiastas para sobrevivir un programa de verano de cinco semanas mientras son vacaciones, cuando yo era niña no sobreviví más de una semana en pumitas… pero estos niños lo hicieron, estuvieron ahí al pie del cañón recibiendo talleres de juguetes, de ilustración, de historia del arte, de cine, de música, de astronomía, de postales, de máscaras, de globos de Cantoya, hicieron de todo. Y aunque estaban activísimos durante el taller siempre querían su descanso para poder jugar a las escondidillas en el patio; se mancharon de lodo, patearon la grava y se iban por lo que ellos nombraron “los atajos” que en realidad era meterse entre las matas de lavanda, y lo tenían prohibido y lo sabían, porque los jardineros de la Biblioteca son como esfinges vivientes, celosos de cada ramita que cuidan, y salían por todos lados a gritarles a ellos y a mí que no tenían permitido ni correr, ni pasar, ni jugar... y aún así lo hacían, los desafiaban, a ellos y a mis regañadientes.
Estos niños fueron una luz. No hay otra palabra, los adoré, me hicieron reír, enojar, desesperar, sonreír, y el viernes me hicieron casi llorar cuando se acercaron a despedirse de mí, a darme las gracias y decirme que la habían pasado increíble.
Las cosas bellas también se acaban.
Adiós pequeños, que tengan buen inicio de clases, hasta luego.
Martín, mi niño preferido, el niño más inteligente y más travieso se acercó a darme un abrazo. Mi semblante de piedra tuvo que contenerse…
¡niños! ¡cuánto los voy a extrañar!

Un verano inolvidable, es una buena frase para decir lo que hoy llegó a su fin.




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