El verano llegó a su fin.
Llueve en la Ciudad de México.
Llueve porque todo ha salido bien porque
en el pensamiento mágico surge esta frase:
los dioses han dado su consentimiento;
todo estará bien; lo que es arriba es abajo.
Cinco semanas de pensar y concentrarme en
hacer bien las cosas.
Mesas, sillas, listas, pegamento, crayolas, tijeras de punta redonda, cañón, computadora, y un montón de cosas que se necesitan para que una actividad termine exitosamente. Esas palabras rondaron en mi cabeza todo este verano.
El viernes pasado me despedí de un
grupito de niños entusiastas. La verdad hay que ser entusiastas para sobrevivir
un programa de verano de cinco semanas mientras son vacaciones, cuando yo era niña no sobreviví
más de una semana en pumitas… pero estos niños lo hicieron, estuvieron ahí al
pie del cañón recibiendo talleres de juguetes, de ilustración, de historia del
arte, de cine, de música, de astronomía, de postales, de máscaras, de globos de
Cantoya, hicieron de todo. Y aunque estaban activísimos durante el taller siempre querían su descanso para poder jugar a las escondidillas en el patio; se
mancharon de lodo, patearon la grava y se iban por lo que ellos nombraron “los
atajos” que en realidad era meterse entre las matas de lavanda, y lo tenían prohibido y lo sabían, porque los jardineros de la Biblioteca son como esfinges vivientes, celosos de cada ramita que cuidan, y salían por todos lados a gritarles a ellos y a mí que no tenían permitido ni correr, ni pasar, ni jugar... y aún así lo hacían, los desafiaban, a ellos y a mis regañadientes.
Estos niños fueron una luz. No hay otra
palabra, los adoré, me hicieron reír, enojar, desesperar, sonreír, y el viernes
me hicieron casi llorar cuando se acercaron a despedirse de mí, a darme las
gracias y decirme que la habían pasado increíble.
Las cosas bellas también se acaban.
Adiós pequeños, que tengan buen inicio de
clases, hasta luego.
Martín, mi niño preferido, el niño más
inteligente y más travieso se acercó a darme un abrazo. Mi semblante de piedra
tuvo que contenerse…
¡niños! ¡cuánto los voy a extrañar!
Un verano inolvidable, es una buena frase
para decir lo que hoy llegó a su fin.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario