El hombre con la sonrisa de 64 mil dólares,
en el pico más alto del dólar, y con un lunar, perdón, dos lunares, uno arriba y otro a
un lado. Le gustan sus ojos, debajo de esas dos cejas. Le gusta también Fitzcarraldo,
una película de 1982, cuya imagen más poderosa es la de un barco en medio de la
montaña, cruzando a todo vapor, conquistando lo inútil. El individuo más
perdido que he conocido lleva una cangurera de piel negra, lentes de pasta y en
el Karaoke Sullivan siempre quiere cantar “tengo dos penes”. El hombre que
escribe sobre Heidegger y que se va de vacaciones a la Habana, profesor de
filosofía, lo conocen bien en la Facultad de Filosofía y Letras, le dieron la
medalla por 35 años de mérito académico. La novela que está escribiendo el
hombre, justo enfrente de mí, con una camiseta gris que tiene el retrato de un
chico tocándose la cara, en pose de queja, es de una novela que se llama “Hacer
el bien” de Matt Sumell. Una virgen blanca traída de la Basílica de Guadalupe
en una peregrinación de un exnovio cristiano, tenía las manos rotas pero
observaba todo lo que se hacía sobre la mesa. La mirada de doña Lilia por las
mañanas cuando salgo a trabajar y le digo “Buenos días”. La portera de mi
edificio siempre indignada por las personas que orinan en la azotea o en las
escaleras del edificio. La mujer que sabe hablar el mejor inglés de la ciudad
de México y sigue diciendo I cross my
heart y cuya tesis sobre Victor Dubreil busca rescatar la antigua
fábrica de Río Blanco. El hombre que hizo un libro con los dibujos de un amigo
y que contiene frases como “ENTONCES ¿si? Porque no es un es namas un RATITO,
ne, no creas que vas a ir tantito tiempo, si decides quedarte, allí te quedas”.
María, la única M. de la historia, siempre viste de negro y podría ser la hija
de Miguel Bosé: por las mañanas me dice “oli” y por las tardes me dice “ice ice
baby”. El güero, lo conocí el jueves pasado, me compró una planta grande en la
mueblería y pronunciaba “Albertine” en un francés superior. La novela por
entregar, sólo en su primera parte tiene 45488 palabras, en la caja de texto
eso equivalen a cerca de 450 páginas, esa novela es del hombre que alguien definió
como el Maradona de las letras. La otra vez lo escuché decir: “nadie trabaja
como yo y nadie se droga como yo”. Mi abuela se murió en el 2008, fue la
primera persona en decirme “Idalita, eres obscena, eres obscena”. Lo dijo así:
dos veces seguidas. No lo dijo para ofenderme, lo dijo para describir lo que
tenía enfrente. La calle con más baches en la ciudad es Allende cuando se
convierte en Bolívar. ¿Se puede
describir el fin de semana sólo por los rostros y calles que se atraviezan en
mi vida?
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