yo te maldigo
bailarina de piedra.
Yo soy como la bailarina de piedra: siempre doy bailecitos como si tuviera piedritas adentro de los zapatos.
Los recuerdos de este año llevan la huella de otros recuerdos, quiero decir, se han marcado de instantes que no son recuerdos míos pero que ahora significan tanto como si fueran míos. Marcas, signos como kanjis que no significan un recuerdo, sino la cadena completa de acontecimientos, pequeños rastros que han hecho de mí la persona que soy ahora. Me he vuelto tan diferente que yo misma estoy sorprendida. Lo siento como un paso (no) más allá. Estoy en un desplazamiento continuo en donde mi propia cotidianidad da pequeños giros, apenas perceptibles, pero de tanta intensidad que me es difícil saber cómo o por qué el año se fragmenta tan rápido, sin concesiones, pero extraordinariamente hermoso. Como si la vida pudiera recortarse en muchas imágenes y acomodarse de modos diferentes que me amoldan los pensamientos con colores primarios, y algunas veces imágenes y memorias que se llevan en la manga del suéter como algunas cartas.
Y lo demás se va deteniendo con sus detalles, con esa paciencia que se le tiene al tiempo, y sí, si todavía me da la gana idear sorpresas, si todavía me escribo clasificaciones en las muñecas y si el mundo me importa un poquito más porque tiene un graffiti nuevo eso es más que suficiente para sentirme viva y ser feliz.
Si eso me hace feliz es porque hago de las cosas situaciones, me poseo, día a día, me inscribo de maneras diversas y me gusta hacerlo. Ese privilegio no verbal de cada uno de mis recuerdos hace que este año sea especial.
Por último: Siempre he tenido singular emoción por años pares y cumpleaños pares.
Una frase de mi amiga Zenia Yébenes, que dijo más o menos así: “…siempre hay un olvido forzado… como no tenemos otras palabras hay que dinamitar las palabras desde adentro para utilizarlas de otro modo”.
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