Sé que las cosas son las cosas
y siempre seguirán siendo ellas mismas
y que yo las veré ora de una manera, ora de otra
ora con los ojos del sentimiento, ora con los otros...
R. Musil
Ayer y hoy he tenido esa sensación de que el tiempo se adelanta.
No sé, tal vez no he despertado bien de esta siesta larga que he traído durante semanas.
He dormido.
He dormido tanto. He dormido como nunca antes. Duermo toda la noche, duermo por la mañana, duermo por la tarde. Duermo y sueño. Así estos días. No tengo cansancio.
Es algo así como demasiada felicidad que me tiene bien y no me deja colocar palabras en ningún lado porque la felicidad es tan brutal que no tiene definición, tampoco es una felicidad cursi, creo que es bienestar, alegría.
Todo lo que me rodea me produce bienestar, esa manchita en la pared me gusta, ese pasto debajo de los zapatos, esa canción, esa gota en el parabrisas, ese gallito de alambre van configurando un calidoscopio que hace de mi vida cotidiana parpadeos de acontecimientos, porque sin querer todo lo vivo casi dormida, quiero decir que tengo que hacer mapas, repetirme las cosas que hago porque de otra manera las olvidaría como sueños o como números de teléfono, precisamente porque son perfectas, el olvido sobreviene apenas suceden.
Aún así siento que me voy quedando atrás, a pesar de que abro mi paraguas cuando llueve, pongo mi cinturón cuando manejo, me sirvo limonada del refrigerador cuando llego a mi casa, hago las cosas con tanta normalidad que pareciera estoy con el tiempo, con ese tiempo que marcan todos los relojes. Pero no es así. Estoy en otro lado o un poco más atrás, viendo suceder pero a veces no tanto sucediendo. También es una necesidad mía, un deseo de tener el fin de semana cuando apenas es lunes, por querer las palabras cuando no he escrito nada, quiero tener todo con tan sólo pensarlo, soñar y dormir, dormir y sentir la lluvia cerca.
A veces me asombro de cómo encuentro sentido en todo lo que hago, ese sentido me tiene contenta o contribuye a la obscenidad de mi felicidad, porque al menos pienso que todo puede esperar mientras yo tenga ganas de escribir una carta o de ponerme a dibujar ángeles que vuelan no tanto por sus alas sino por sus botas de policarbono automático astroboy-go-home etcétera.
Todo esto simplemente porque me gusta mi vida tal y como la he elegido hasta ahora y estoy contenta con eso. Muchas personas se quejan de lo mal que los trata la vida, de lo horrenda que es su relación de pareja, del tormento que es la vida cotidiana y yo me siento abrumada porque no voy a decir que soy feliz, porque no puedo decir eso, porque no me sale y me parece un poco pedante y falta de cortesía. Cuando a veces digo que la verdad todo en mi vida está en paz, y no menciono la felicidad, no menciono que me emociona ver unos platanitos fritos sobre mi plato de arroz, que siento amor cuando tomo soda de cereza y estoy con Alberto y le tomo una foto y te quiero y la bici y la cartita en mi bolsillo, no digo nada de eso, sólo que estoy en paz. Entonces comienza esa mirada de la amiga o amigo a quien le diga eso, comienza ese juicio de no puede ser que alguien en este mundo esté contento, que cree conocerme lo suficiente y piensa que no es así, que seguramente estoy reprimiendo algo, que me hago la loca, que me creo perfecta, que creo en el mundo rosa y que los seguros de viajero me cuidan, que seguramente me doran la píldora.
Y no. Ya no. Ya no me doran la píldora, es más, ya detesto esa frase, no me gusta, en ese momento sí que era una frustración casi todas las cosas que me sucedían por eso necesitaba lo de la píldora y necesitaba sobre todo escribir que lo hicieran. Pero no más. Ahora todo es muy genuino, quiero decir que así es, con sus piedritas de río y cojín de gato y café caliente y películas y vodka y mensajitos en el celular es hermoso y bello y huele bien y no me importa que el calor me esté cocinando, qué bueno que así sea mientras conserve el orden y vaya pastoreando mi felicidad entre palabras y algunas fotos de graffiti.
En todo esto, yo voy unos segundos atrás, a punto de dormir, pero con esa alegría en el barniz de las uñas, con esa alegría que transporto casi a todos los lugares que voy, ora me gusta esta pestañita de tu mejilla, ora me gusta el queso Oaxaca, ora las cosas se van acomodando, una a una, creando esto que vaya a saber si alcance al tiempo.
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