Estoy tejiendo unos calcetines para las patas de mis sillas. El piso de mi casa es parquet y a las sillas les había puesto un fieltro pegado con silicona. La cosa más normal es que se despegue y ya. Ahora tejo esas calcetas pequeñas y mientras lo hago no puedo dejar de pensar en mi en abuela Queta. Recuerdo que encima de su tocador tenía el bote de un café soluble "oro" al que le había hecho un suéter y un gorro (para la tapa) pero tejido en un hilo finísimo como para suéter de bebé, hoy me hace imaginar el gancho más delgado de la historia. Veo mi tejido y pienso ¿Estaré a un paso de hacer un suéter al nescafé? Y me espanto un poco porque la verdad es que una vez que se comienza a tejer se pierde el juicio de las cosas. Pero la verdad los calcetines funcionan de maravilla y se pueden quitar y lavar.
Así que no me importa si parece el café con suéter de abuelita, tejer me pone de buen humor.
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