Andar
en bici.
Comer
sano.
Tomar
vino.
Comprar
un florero.
Abrir
la puerta del balcón para que Anubis salga a tomar el sol.
Responder
mails.
Corregir
aparato crítico de mi tesis.
Acomodar
un mueble.
Escribir
una nota Domus.
Escuchar
bells are ringing.
Salir
a comprar un café.
Poner
la computadora en reposo.
Ponerme
la piyama.
Quitarme
la piyama.
Limpiar
un espejo.
Pensar
en un corazón rojo de cristal.
El
corazón en la botella.
Hacer
metáforas.
Matar
metáforas con imágenes.
Poner
tinta a un cojín.
Hacer
un sello.
Divertirme
con 50 postales.
Poner
cada una en una bolsa de celofán.
Cocinar
sopa de flor de calabaza.
Hacer
agua de té negro, menta y limón.
Hacer
taquitos de pollo.
Colocar
servilletas en el servilletero.
Llamar
al plomero.
Tender
la cama.
Meter
la ropa sucia en un cesto.
Apagar
el boiler.
Cambiar
la arena de los gatos.
Prender
la computadora.
Hacer
de cenar.
Escribir.
Escribir.
Escribir.
Pensar
en: Siqueiros y la fotografía.
Pensar
en: Kati Horna.
Pensar
en: Instagram lúcido.
Pensar
en: Vestidos y lipsticks.
Pensar
en la frase estúpida: well well well… what have we here? Sandy Closs Uuuuh Aaaa
Im really scare.
Escribir:
Recibido.
Escuchar
Elliott Smith.
Escribir:
Ajá.
Una
copita de vino.
Este
es el día a día.
Ahí,
en esos espacios de “parece que nada pasa”, hay momentos hermosos.
Como
comprar un florero para un ramito de garra de kanguro.
Como
recibir a mi amiga Gabrit a comer.
Como
ver una película malísima con mi hermana.
Como
desayunar con mi mamá.
Como
recibir una llamada de Mari en donde me pregunta si ya recibí un correo.
Como
comprar un helado en Nutrisa.
Y
también:
Andar
en bici.
Comer
sano.
Tomar
vino.
Disfrutar
de la vacación.
Todo
lo demás, todo, todo, sería bla bla bla.
La
verdad es esta: Estoy contenta. Estoy muy contenta porque aunque hay días con
mucho trabajo, sé que todo saldrá como quiero.
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