martes, abril 28, 2015

Martes y no sé qué tienen las flores

Martes de pensamientos reiterativos.
Tengo que borrar repeticiones.
No sé si comenzar cronológicamente.
No sé si escribir.
No sé si realmente quiero abrir la caja sin machucar la esperanza.

1.

El martes comenzó con una tristeza estúpida, de las que no tienen una razón de ser. 
Le llaman "el dolor inútil" como cuando atropellan un perro. ¿Para qué sirve ese dolor del que no podemos hacer nada? Así comienza un cuento de Patricio Pron.
Pero logro hacerme trampa. Logro esconder la tristeza, aunque me duela la cabeza.
Escribir sobre casualidades y sobre encuentros improbables me ha aliviado el corazón. 
Es una historia que no hubiera existido si no hubiera conocido a H. Así comienza. 
En realidad comienza hablando del 21 de abril de 2015 cuando tomé el Metrobús de Reforma a Buenavista.
El personaje que se enamora de M. curiosamente tiene las mismas iniciales que Paul Auster.
Eso no lo había notado y lo escribo aquí porque es el tipo de detalles que no caben en la historia en donde ya todo está dicho.
La historia de la joven de pastas amarillas se ha ido tejiendo fino.
Ahí ya no está el helado, la malteada, la plática y los emojis en forma de corazón.
Lo pienso y me emociona.
¿Por qué me emociona?
Quizá porque pensamos que el mundo no debe ser una metáfora de la literatura.
A veces ocurre que sí.


2.

Hoy decidí venir a comer a mi casa.
Pasé a comprar queso y tortillas y me hice una sincronizada.
Después me recosté en mi cama viendo cómo el día soleado se nublaba y me quedé dormida.
No soñé nada.
Desperté a la media hora. Me apuré y regresé a la oficina.
De vuelta me encontré una casualidad cotidiana: escuchar que alguien toca La llorona.
Es de mis casualidades favoritas pero de tan reiterativa he aprendido a vivir con ella.
A veces la toca el organillero que se pone frente al Palacio de Correos, a veces la toca el tecladista del Museo de la Tolerancia. Hoy la tocaba un trompetista afuera del Senado.
Regresé a la oficina.
Calor indigno, café de Starbucks y La llorona por dentro.
H. me dijo que tenía los ojos hinchados.
Puede ser.
Tienes sueño.
Sí.
Pero antes de H. y antes del horario de la comida fue M.


3.

Martes de repeticiones.
Me coloqué los audífonos naranjas que he usado las últimas semanas y comencé a escuchar a Fiona Apple. Estoy leyendo ensayos sobre Rafael Bernal porque editaré una Antología.
Corrijo las notas a pie de página, cada una. Y me encuentro con esto: Daniel Sada en una entrevista que se llamó Porque parece mentira la verdad nunca se sabe dice que la historia calla lo que dice la novela.
Porque parece mentira... 
¿Es casi un dicho popular?
Escuchaba por cuarta vez Across the universe.
En el video Fiona Apple porta unos audífonos (similares a los naranjas que tengo) y canta sentada adentro de un restaurante de sodas. El lugar es vandalizado mientras canta con la mirada fija a la cámara. Ella está inmutable ante la violencia de su alrededor.
Nothing's gonna change my world.
Se repite.
Pero todo está siendo destruido.
Y de pronto cuando las palabras caen como lluvia sobre los vasos de papel, cuando parece mentira la verdad, cuando nada cambiará mi mundo, alguien llega a mi oficina y me cubre los ojos.
Es el señor M.
No es posible confundir su loción.
¿Hace cuánto que no viene a mi oficina?
M. se dirige a mí por mi apellido, en un lenguaje de policías y eso me hace gracia.
Visita sólo para dejar unas gomitas de azúcar en forma de montaña.
Después se va y quito Across the universe.
Y como las gomitas y la azúcar me da felicidad.


4.

Rafael Bernal publicó El complot mongol en 1969 y murió en 1972.
La novela sucede en el Centro histórico.
En una de las descripciones menciona la calle en la que vivo.
Tuvo cinco mujeres.
Su última esposa se llama Idalia.
Idalia tiene 94 años.
Que Rafael Bernal tenga dos Idalias.
Una en su vida y otra editando un libro sobre su vida.

5.

Nunca me he aprendido la letra de La llorona, pero me sé estos versos:

no sé qué tienen las flores

las flores del camposanto
que cuando las mueve el viento
parece que están llorando.


martes, abril 21, 2015

martes de cumpleaños

nubes negras en abril veintiuno.
cómo le digo a mi corazón que no se lastime.
cómo puedo callar las palabras que me hacen daño.
estoy viviendo una falsa felicidad.
me abruman las frases bien armadas que me invento.
queriendo pasarla bien pero no.
las primeras horas de mi cumpleaños y mi mente casi se ha convertido en un libro de autoayuda.
hoy cuando crucé junto al letrero de los cristianos no leí su mensaje del amor.
es bonito leer esos mensajes cuando existe el juego,
tampoco hubo galletas de la felicidad,
ni jugo de toronja,
hoy ganó la angustia, la sórdida mañana sin que las canciones de Coconut Records pudieran reparar la sensación de persona rota.


por la mañana, en respuesta a una tontería, escuché la frase: "qué te importa".
la gente pelea por trivialidades y deja caer agresiones que caben en tres palabras.
fue un qué te importa tajante.
y se quedó en mi mente como una punzada.
con la extraña sensación de que me hacía daño.
y que si me hace daño debo alejarme, correr.
quise llorar y no pude.
¿escribo porque no tengo llanto?
quiero llorar ahora y tampoco puedo.


nubes negras en un día soleado de primavera.
quería venir a escribir esto, antes de que termine el día, antes de que las cosas se compongan y comience a colocar curitas alrededor de lo que me lastima.
antes de que mi falsa sonrisa comience a dar like a cada felicitación de Facebook.
antes de que Iggy Pop ponga en sus redes sociales que también cumple años, igual que yo, y descubrir la coincidencia en Instagram, en la cuenta de astrología
no está mal,
Iggy Pop, veintiuno de abril, tauro en sol, mercurio retrógrado
gracias por seguir colocando erratas en el horóscopo que leo todos los días.
no quiero tener un destino con erratas
quizá esa sea la condición humana y no lo hemos descubierto
o  no queremos saberlo.


la semana pasada pusieron una persona más en la diminuta oficina en la que trabajo.
es una mujer que hace cosas en excel.
el timbre de su celular, un samsung,
es la canción de los Eagles,
hotel California.
suenan los primeros acordes
dos, tres, cuatro veces en menos de una hora
así es mi tristeza como un tono de celular que nunca tocará completa la canción.


estoy sintiendo un vacío hondo en el pecho.
tengo miedo de que se quede ahí.
tengo miedo de perder lo que me emociona de los días.
tengo miedo de olvidar los juegos.


me vestí de negro y hace mucho sol.
¿siempre eres así de dark? 
¿te acuerdas de esa pregunta?
de adolescente me hubiera gustado ser dark.
ahora nada.
ahora sólo soy yo.
soy grosera.
esa fue una definición que me dieron.


tengo una imagen bonita que pasó hoy frente a mí
esto es mi cumpleaños:
una pareja llega a la estación de ecobici y sólo quedan dos bicicletas.
pero resulta que una de las bicis no sirve y no puede ser prestada.
se quedan con una sola bicicleta y deciden improvisar
el chico trae una camisa blanca.
la chica una blusa negra.
ella se sube atrás y logra acomodar sus pies en una parte trasera de la ecobici.
él comienza a manejar entre los carros.
ella se nota tensa y lo sujeta fuerte con los brazos.
tiene miedo pero decide seguir arriba,
aunque no se sabe bien en dónde apoya los pies,
en el siguiente alto ella se baja de la bici y decide seguir a pie.
él la sigue con la bici.


quisiera que alguien me llevara en sus diablitos.
estoy segura que nada podría hacerme daño.
no quiero frases de tres palabras
cinco palabras ¿mejor?
mi cumpleaños treinta y uno
también es
una tetera en la que puedo esconder el rostro
y el recuerdo de una azucarera que traje de León.


martes, abril 14, 2015

Martes de metástasis

Mientras escribía esta entrada alguien en mi edificio hacía vocalizaciones con la letra "a" y "o". Es la primera vez que escucho que un vecino prepara su voz. ¿Para qué? ¿Qué es eso tan importante que tenemos que cantar, o, en mi caso, decir, que debemos preparar la voz antes? A veces uno mismo no lo sabe. Escribo así, escribo por eso, para buscar lo que tengo que decir, como una suerte de preparación de voz en el teclado que puede funcionar como puente para decir algo que importe, para dejarlo ahí escondido entre todas esas cosas que se acumulan sobre el tiempo como el polvo se acumula sobre las cosas.
Al final me quedé con la sensación de querer eliminar esa preparación, después decidí sólo justificarme y dejarlo todo.

1.

A la una de la mañana comenzaron a taladrar sobre República de Cuba. Ignoro qué tubería están arreglando pero les pareció el mejor horario para hacerlo.
Desperté sin entender de dónde provenía el ruido.
La luz que usaban para realizar la obra iluminaba mi recámara.
Pavlova tenía los ojos abiertos con las pupilas dilatadas y me miraba desde la esquina de la cama como si fuera una pantera a punto de atacarme.
Y me atacó.
Es la tercera vez que ocurre.
No sé si me desconoce o si me conoce y me odia o si simplemente yo soy la que la espanta con mi despertar abrupto y mis ojos de loca furiosa.
Cuando está a punto de morderme se detiene un poco y me sacude con sus patas traseras con mucha fuerza. Hoy me dio tiempo de cubrirme con el edredón para que no me hiciera daño.

2.

Ayer me quedé trabajando en un texto sobre el azar.
Recordé que tenía una botella de Pasita poblana, así que tomé dos vasitos de licor.
Desperté un poco mareada.
Abrí la ventana y sacudí el edredón, le di un par de edredonazos a Pavlova.
Por las mañanas el color del cielo es blanco y azul y al pie de página aparece un color anaranjado intenso. A veces quisiera llenar de postales matutinas mi instagram, pero supongo que todas las cosas que se hacen rutina al final son cansadas, pierden su brillo.
Tengo la intuición de que la torre Latino no ha dejado de sorprenderme en varios sentidos. A veces, cuando estoy lejos de mi casa y la observo desde algún punto, como el otro día, desde el metro Viaducto, sólo verla me hace saber que a un lado está mi casa, que está Pavlova esperando a que vuelva. La Latino se ha convertido en una referencia inmediata a mi hogar, a lo que significa llegar a casa. Me gusta imaginar que subo al mirador y busco mi departamento, que con los binoculares del mirador podré observar las plantas sobre mi librero. Supongo que este pensamiento imposible viene de la mano de otro pensamiento no tan imposible: observar desde fuera el hogar que he constituido. 
Volver a cuestionarme quién soy. 
Ahora soy esta Idalia, en el Centro, como si pudiera crear una línea cronológica-geográfica en mi vida, en donde el sur es el pasado, el centro es el presente y el norte el futuro. 

3.

Después de hacer café y realizar el ritual de siempre (cambiar los platos de Pavlova, limpiar su arenero, barrer, tender la cama) estuve largo rato desenredándome el cabello, tenía varios días sin cepillarlo y tenía un par de rastas naturales en la parte de atrás. Pude quitarlas con muchísimo esfuerzo. Cuando era niña no sobreviví a esos nudos, por eso me convertí en niño.
Tengo que poner de mi parte para no tomar unas tijeras y cortar los nudos. Hoy lo logré. 
Ahora existe espacio para que se formen más nudos y más rastas.

4.

Sendak tiene un libro que se llama Pierre.
Es una especie de Bartleby para niños. Yo tengo la versión de bolsillo del cuento, el otro día releyéndolo me di cuenta de que en la Redacción de Tierra Adentro hay un personaje similar a Pierre, la diferencia entre Bartleby y Pierre es que Pierre se salva de la muerte porque un león se lo come y se indigesta. Después tiene que vomitar a Pierre y éste cambia de actitud ante el mundo.
I don't care es la frase predilecta de Pierre.
La dice para toda ocasión, incluso para las peticiones más insulsas.
Cuando me acerco al Pierre de TA, siempre tiene la misma reacción:
¿Café?
I don't care.
¿Orangina o agua de coco?
I don't care.
¿Saldrás a comer?
I don't care.
¿Me acompañas al 222?
I don't care.
¿Tomamos la ecobici o caminamos?
I don't care.

5.

El tiempo ya no nos interesa; si no dejamos que el mundo tenga un misterio, tampoco tendrá atractivo para nosotros.
En este cuento Pierre o Bartleby no podrían existir como protagonistas porque un punto clave del viaje en el tiempo es el asombro (y ellos nunca tendrán la capacidad de conmoverse o asombrarse ante el mundo), la certeza de ir y venir en un tiempo que cambia y que podemos apropiarnos, como si se tratara de una panorámica de emociones. Igual que en el cuento de Acuña, no es la felicidad por la que se viaja, es la capacidad de emocionarnos ante situaciones que no dependen del contexto histórico que habitemos. "La vida de todos y cada uno de los seres humanos es también la nuestra: la emoción de ganar una guerra de independencia o la tristeza de perder una mujer en la antigua Roma forman parte de nosotros tanto como el primer orgasmo, el primer diente de leche", dice Marty.

Desde hace varios años me gusta encontrar en mi celular la hora 12:34. Sólo porque son números consecutivos, a esa hora la nombré "la hora mágica". Otras personas se obsesionan con las horas capicúas o con las horas que tienen el mismo número, a mí me gusta encontrar el 12:34. 

Hoy miré el reloj a esa hora. 
Estaba con Pierre en el Starbucks.
Le mostré mi celular de inmediato, sin llamarle hora mágica, sin revelarle la pequeña fuente de felicidad que me produce.
Y él hizo ese gesto habitual de I don't care.
No dije nada. 
Sentí un vacío en mi estómago, como cuando era niña y algún niño ya se sentía mayor y rompía con el sentido del juego. La regla básica de un pacto de ficción: suspender la realidad por un momento y aparentar que el juego es lo real. Esa es la regla de encontrar en mi reloj 12:34, jugar. Es la regla que encuentro cuando le digo a Pierre que se ponga las botas negras de charol el mismo día que yo las llevaré a la oficina. ¿Juegas o no?
No entiendo en qué puede concentrarse la felicidad de lo cotidiano si no es en las pequeñas cosas, en esos mínimos pactos de ficción. Hoy es martes y traigo conmigo: una ecobici que suena como fierro viejo, el reloj marcando un dos tres cuatro, un video en youtube de Coconut Records sobre una chica fácil de amar, un homenaje a A., un edificio que no parece pertenecer a la ciudad de México, una larga caminata sobre Reforma, en silencio, con la angustia de saber que quizá no está bien seguir jugando. 
Tal vez soy infantil, no dejo de tener pensamiento mágico, si veo esa hora creo que algo bueno sucederá, aunque a los diez minutos llegue a la oficina y vea que los archivos que envié a imprenta no fueron los correctos y tenga que hacer todo de nuevo.
—El hombre no vive eternamente, Marty. Envejecemos porque el tiempo no es algo que nos suceda, es algo que somos. 


martes, abril 07, 2015

Martes de destrucción



Hoy por la mañana tomé la última ecobici que había en la estación.
Cuando tengo la fortuna de tomar la última es inevitable pensar que alguien llegará quizá sólo dos o tres minutos después de mí y se quedará sin bici, como tantas veces me ocurre, y esa persona tendrá que caminar a otra estación y quizá tampoco habrá bicicletas ahí y seguirá caminando o decidirá tomar el Metrobús o un taxi.
Hoy fui yo quien tuvo la suerte de tomar la última.
Las ecobicis de República de Cuba funcionan también como juego para algunos niños. Así que, a veces, de noche los niños tocan las campanitas y yo puedo escucharlas hasta mi departamento.
Antes creía que quien lo hacía era una persona ociosa pero el otro día me di cuenta de que eran niños.
Otro día descubrí que eran chavos que toman cerveza afuera de la tienda de abarrotes y tocan los timbres porque sí.

*

En mi casa no hay timbre.
Hoy por la tarde V. tomó una ecobici para llegar a mi casa. Le había dicho que cuando llegara tocara la campana de la ecobici, así sabré que llegaste y bajaré.
V. pensó que no podría escucharlo porque vivo en el último piso, porque la calle es ruidosa y porque la campana de la bicicleta no emite un sonido tan potente. Pero quizá porque estaba esperando el sonido o porque sabía que llegaría en cualquier momento, tocó la campana y escuché perfecto.
Abrí la ventana y le grité: sí te escuché.
Se sorprendió o sólo sonrió y me enseñó el celular o lo traía en la mano para marcarme.

*

El calor es indigno, me dijo MB cuando esperábamos mesa en un restaurante sobre la calle de Aurora.
Pero la tarde con aire fresco es deliciosa.
Una tarde de nuevo horario y de esquites con chile del que no pica, según.
La colonia del Valle es amable para caminar. Y se rentan tantos departamentos que es muy fácil fantasear con mudarse. Tener otra vida.
Fui a Radio Educación a hablar de Barba Azul. La entrevistadora fue muy mala; Karen Chacek, un encanto. Me dijo que no me había reconocido porque siempre estaba elegante y estresada, y hoy me veía en fachas y contenta. Sólo sonreí. Fue extraño decirle hola, soy Idalia, cuando la he visto muchas veces en persona y somos escritoras de la misma colección de libros. Karen recordaba que yo traía un bolso muy lindo la última vez que nos vimos. 
Un bolso bimba & lola, of course. 
Desde que volví a leer el cuento de “Maneras de estar preso” me quedé con unas ganas impresionantes de colocar en un texto la frase: of course.
Perdón, sigo citando a Cortázar aunque ya no esté en edad de hacerlo.
V. me acompañó. Fuimos en ecobicis porque la nueva generación de cicloestaciones ya abarca la Benito Juárez. La leyenda dice que hasta la Cineteca llegan las cicloestaciones. Habrá que comprobarlo.
Cruzamos del Centro a la colonia del Valle en bicicleta.
La ciudad es una jungla. Los carros son hostiles con los ciclistas. Pero la guerra no declarada contra el ciclista se ve en su apogeo sobre todo en avenidas grandes como Cuauhtémoc.
Muerte, anarquía, martes de destrucción, así dice la locutora de Reactor.
Hacía calor, sol y motores de carro.
Motocicletas y varios ciclistas lentos. Odio a los ciclistas lentos.
Dan ganas de matarse en el tráfico. Empiezo a sentir una adrenalina que no puedo explicar pero que me hacía reír como loca mientras cruzaba entre los carros. Los frenos de la ecobici sonaban como si fueran a morir en cualquier momento. No murieron y llegué puntual a la entrevista.
V. traía una camiseta con la icónica imagen de Janet Leigh segundos antes de ser asesinada en la bañera de Psicosis.
Sin metáforas, parecía héroe entre los autos asesinos y el calor y el sudor de todos los que íbamos hacia el sur.


*

Mails que suceden en martes por la noche con el estilo de Z.


Soy una mala persona, __________ escribo.

A) por eso
B) de eso
C) a pesar de eso
D) pero
E) aunque

Tal vez no soy tan mala persona, por eso escribo __________.

A) mal
B) tan poco
C) poemas
D) correos electrónicos
E) cursilerías.