Y la semana santa fue París.
Me da un poco de pena escribir sobre París sin sonar cursi, obvia y lugar común pero ni modo: París es una fiesta como dice Vila-Matas. Lo mejor es caminar, perderse por las calles, que nunca te pierdes si te encuentras con un metro o un café. La mejor visita que pude hacer a esta ciudad fue dejando a un lado los museos y los lugares harto turísticos en donde llegan manadas de turistas. Así que no fui corriendo a ver el código de Hammurabi, y bueno tampoco hice todo lo que viene en la guía de turismo. Lo que sí hice:
Fui al panteón de Montparnasse a visitar a Julio Cortázar. Afuera compré unas flores amarillas y fue muy triste llegar a una tumba llena de rayones y de mensajes tontos que le ha dejado la gente. Fue terrible porque la mayoría de los mensajes escritos con plumón indeleble y algunos hasta grabados con gubias sólo afean la tumba. Muy decepcionante. La última vez que estuve ahí fue en 2003 y la tumba estaba limpia, esto quiere decir que desde 1984 no se había rayado, y ahora 2012 está llena de mensajes y de tonterías como si se tratara de un baño público. Además la cantidad de turistas es un poco agobiante, en Montparnasse no hay casi turistas y aproveché la ocasión para visitar a Porfirio Díaz y tomar un par de fotos a su tumba. También visité a Susan Sontag, Sartre, Baudelaire, aunque los visité nomás porque sabía que estaban en el mismo panteón, el único que me importaba era Cortázar.
Estuve caminando muy cerca del museo de Orsay y ahí en donde se concentran miles de personas sientes que eres uno más de la bola que saca su cámara ¿y qué tomas? Esta pregunta me venía a la mente a qué le saco una foto, ¿no son ya suficientes las fotos que hay del París turístico?
Fui a la mítica librería en donde estuvo Joyce, Hemingway y seguramente todo el elenco de escritores que salen en París a la media noche. “Shakespeare and company” es muy bello lugar, hay un piano y me tocó escuchar a una chica que aporreaba el piano pero que hacía un ambiente muy rico. El lugar es acogedor, tiene una luz tenue y los libros están encimados, hay un acomodo de librería de viejo. La librería tiene toda la parafernalia del turismo: te venden la bolsa, la postal de Joyce, la libreta, pero con todo y eso: sí vale la pena ir, subir al segundo piso y sentarse junto a la ventana y ver Notre Dame. Sí es increíble estar ahí pero todo lo que rodea este acto es ponerte en la postura del turista que igual se sube a la Torre Eiffel y toma el paseo en el Sena pero pues ni modo, es el turismo que me toca vivir y lo asumí sin sentirme mal, ahora me arrepiento un poquito no aventar un euro al pozo de los escritores pero pues ni modo, no me nació hacerlo. Es una librería que todos quieren visitar y es mucho más bonita que su hermana gemela en Nueva York. Últimamente he sentido que las grandes ciudades: Nueva York, París, Madrid, La Ciudad de México, tienen lugares, quizá La Ciudad de México mucho menos, pero sí estoy segura que las tiendas de los museos te venden el mismo trique, los mismos lápices, el mismo patito amarillo para la bañera, la misma libreta de apuntes, la postal de Bansky junto a la postal de Degas, los imanes para formar palabras, el muñequito de Freud. En fin… Ya no tiene esta magia que todavía hace diez años se podía dar como comprar algo que sabes que sólo hay en un país y que ese lápiz es único y especial y… no, ya no es así, ya no hay cosas especiales que comprar. Lo más especial que traje de París fueron tres cuentos clásicos para niños, que estoy segura se consiguen en cualquier librería de Francia y en Amazon que lo tiene todo, pero bueno yo los conocí en una tienda de comics muy cerca de la rotonda de Clichy. Me gustaron por ser pequeños y tener ilustraciones muy clásicas. Además cada uno me costó dos euros porque es la reedición ocho mil desde la primera en 1952. Y bueno comí fondue, ese sí que no hay uno más rico, o eso pienso, y comí comida japonesa, también deliciosa. El desayuno del hotel no era nada malo y los croissants eran muy ricos. Toda la panadería francesa lo mejor de lo mejor.
De vuelta a Madrid.
Fui a comprar té con Yuli y platicamos de los precios del alquiler, de Malasaña, del dueño de un bar que frecuento mucho que se llama “La bodega de la ardosa”, y me di cuenta que Yuli me trataba como una chica con la que podía platicar del “cotilleo” de nuestro barrio.
Los últimos días de Semana Santa descubrí un foro, muy cerca de casa, se llama Nudo Teatro. Y tiene unas obras extraordinarias.
He visto tres, pero ahora soy tan fan que ya tengo reservación para la función del miércoles y cuando venga Grace a finales de mes, ¡Grace viene a visitarme y me emociona mucho! Pues volveré a ir a ver con ella las obras que más me conmovieron.
Pero Nudo Teatro merece una entrada de este blog...
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