Tokyo por segunda vez.
Me
gusta pensar que los recuerdos reales son aquellas cosas que recuerdas cuando
ha pasado mucho tiempo y que se quedaron unidos a un lugar. Sin duda para mí
Tokyo siempre será Diana y junto de ella será Häggen Dazs Matcha, será
Koishikawa, será Okonomiyaki.
Después
de siete años regresé a Tokyo y estando en esta increíble ciudad puedo hablar
de las cosas que me impresionaron la primera vez y de las cosas que me
volvieron a impresionar esta segunda vez. Había olvidado lo mucho que me habían
gustado las máquinas de té embotellado, la propaganda en bolsitas con kleenex,
la hermosura de los kanjis, los anuncios de Shinjuku, el Starbucks de Shibuya.
Y regresé, después de estos años, a la papelería que más amé y seguiré amando:
ITOYA, paraíso en la tierra sobre Ginza y reencontrado con emoción en el tercer
piso del centro comercial que está saliendo del metro Shibuya. En Itoya uno
puede perder todo su dinero comprando sellos, papel, lápices, plumines,
pinceles, sobres chicos, rectangulares, hermosísimos sobres y papelitos y estampitas
y todo lo más cursi y más mejor del mundo mundial se encuentra en esta
papelería.
Me
hospedé en el barrio antiguo Asakusa y aunque queda bastante lejos de los
centros de atracción más agitados de Tokyo como Shibuya, Ginza, Omōte-sando y
Harajuku, valió muchísimo la pena, sobre todo porque Asakusa no se termina de
descubrir, el barrio da para muchas cosas, desde comprar todo tipo de golosinas
japonesas hasta escuchar extraordinarios grupos japoneses que tocan jazz y
blues, ahí es en donde se entiende cómo los japoneses se han apropiado de una
cultura occidental a través de la música: Tokyo
Blues de Murakami tuvo un sentido diferente cuando escuché cantar a una
japonesa en perfecto inglés I’d rather go
blind.
Asakusa
tiene el templo más antiguo de Tokyo y vale la pena pasear por esas callecitas
angostas habitadas por gatos que menean una de sus patitas y por gatos de carne
y hueso que duermen la siesta a la entrada de las tiendas o restaurantes.
Tokyo
huele a sopa de miso y es húmedo en verano. El calor es muy húmedo, tan húmedo
que todo el tiempo estuve pegajosa y sudando, pero nunca tuve el sol quemándome
la cabeza, muchos días nublados y chispeando, así que el calor era bochornoso y
la ropa se pegaba al cuerpo como si estuviera en un sauna. Aunque hacía mucho
calor las japonesas nunca pierden la compostura, pasean con sus sombrillas para
el sol y sus lentes oscuros. Y me di cuenta de que hay japonesas realmente
hermosas en donde los encajes de un calcetín blanco con tacones negros es una
combinación atinada, no sé por qué, no entiendo todavía la estética japonesa
pero todo lo que puede parecer bizarro para los occidentales, ahí se ve muy
bien, en Japón no tengo empacho en ponerme calcetines con zapatos abiertos. Creo que si viviera en Tokyo en un año terminaría,
sin darme cuenta, vistiendo las cosas más estrafalarias.
Mi
maleta regresó llena de calcetines de todo tipo, sin encajes, pero con colores
y formas que sólo en Japón existen. Y eso es lo que más me gusta de Tokyo: es
único. En Tokyo está el mundo, están todas las tiendas occidentales que se
pueden encontrar en la Gran Vía o en Plaza Universidad, pero también existe una
industria que sólo se encuentra en Tokyo como las golosinas de arroz , la
variedad infinita de calcetines, los sellos y sobres y papeles de Itoya.
Y lo
que más disfruté de Tokyo es su ausencia de turismo occidental. Esas olas
asquerosas de turismo formadas en el museo Louvre de París, esas masas de
personas bajando de un autobús en plena plaza del sol: eso no existe en Tokyo.
Existe
un turismo japonés y un turismo oriental que pasa desapercibido para la mirada
occidental. Quizá en donde más turistas vimos fue en el mercado de pescado
Tsujiki, pero fueron muy pocos.
Me
gusta pensar Tokyo y pensar en la cantidad de bicicletas que hay. Me gustó ver
a una mujer andando en una bicicleta con un niño de meses en una silla colocada
frente al manubrio y otro niño como de dos años sentado en una silla detrás de
ella. Y aunque he visitado ciudades como Amsterdam en donde también hay millones
de bicicletas, en Tokyo es más impresionante porque están las avenidas pero
manejan mucho sobre las banquetas, si da un poco de miedo que te atropellen.
Ver las bicicletas por todas partes con la cantidad de personas que concentra
Tokyo, de verdad, es una maravilla.
Para visitar Tokyo y no perderse es muy sencillo.
Contraté internet móvil en el aeropuerto Narita y bajé la
aplicación del Metro de Tokyo a mi I-pad. Aunque trae los itinerarios y elige
buenas rutas esta aplicación no hace distinción entre las tres diferentes
líneas que hay en Tokyo: línea Tokyo Metro, línea Toei y línea JR. El GPS del
I-pad y supongo de cualquier i-phone es extraordinaria, así que usando la
brújula y el internet también te puedes perder pero al menos sabes en que
barrio te perdiste. Me perdí como unas tres horas tratando de hacer un
transbordo en Shinjuku, pero mientras me perdía conocí el barrio y entré a un
Neko-café.
El Café de Gatos.
Pensé que la experiencia sería linda, pero no lo es tanto y
de verdad soy una amante de gatos. En estos cafés de gato, el gato es la
atracción principal. El café tenía cerca de 25 gatos que se pueden acariciar y
amar y jugar con ellos si quieren, pero cómo puedes acariciar y amar a un gato
si no conoces su historia, si no es el gato de un amigo, si no sabes cuál es su
personalidad. No lo sé, me sentí extraña estando ahí, extrañé más que nada en
el mundo a mis gatas, Persia y Anubis. Y no me gustó tanto estar en un lugar
por el que pagas para acariciar a un gato y no sabes ni su nombre. Me pareció raro
que 25 gatos convivieran en “armonía”, sentí que a lo mejor los tienen medio
drogados para que estén en calma y no se peleen unos a los otros. Salí hasta
con un poco de alergia porque no hay una ventilación natural, puro aire
acondicionado y está encerrado, con alfombra y con mucho pelo. En Tokyo hay
varios cafés de gatos y desde que entras comienzan a cobrarte, porque sólo por
estar ahí cuesta 1000 yenes la hora, y si quieres tomar un café o un refresco,
pues eso se añade a la cuenta.
Después de salir del Neko-café, tratamos de ubicar por dónde
teníamos que meternos para ir a Harajuku, lo encontramos después de buscar y
preguntar. Y aquí está la onda de los tickets, porque ahí no aceptaron nuestro
ticket diario porque era tomar la línea JR.
Entonces si compras un ticket del metro para todo el día,
cuesta 750 yenes para la línea Tokyo metro, si es para todo el día junto con la
línea Toei, cuesta 1000, se puede viajar sólo usando la línea tokyo metro pero
la aplicación para el Ipad mezcla las rutas hasta con las del JR, ahí pierde un
poco su sentido porque hay que buscar otras rutas alternativas. Lo de menos es
comprar un ticket de un viaje y tomar la JR si sólo está a unas cuantas
estaciones en lugar de rodear por otras líneas del tokyo metro. Así la cosa de
los metros.
La National Art Center de Tokyo vale mucho la pena visitar,
el edificio es increíble, lo amé. Tuve la fortuna de ver una exposición de
caligrafía japonesa hermosísima. Me llamó la atención un cuadro en el que había
alguna obscenidad escrita porque varias japonesas al leerlo se tapaban la boca
y reían, algunas lo comentaban y volvían a reír. Lástima que no sé japonés y no
podía leer los kanjis expuestos.
Además de las exposiciones que hay aquí, la National Art ya
sólo por el edificio vale la pena ser visitado. Todo lo que pueda escribir aquí
sobre ese edificio es un poco soso porque la amplitud, los conos invertidos y
sobre todo la sencillez de las sillas junto a los cristales, creo que escapan a
cualquier descripción. En la cafetería de la planta baja me comí un helado
Häagen Dazs de Matcha haciéndole un homenaje a Diana, la persona con la que
comí por primera vez este helado.
Ayer terminé de hacer una bitácora de viaje en un cuaderno,
pegando mis tickets del metro, haciendo uno que otro dibujito acompañado de
sellos y estampas.
Fui muy feliz en Tokyo, más feliz que la primera vez porque
esta vez fui con Alberto y con él volví a descubrir un mundo en donde todavía
recordaba pedir las cosas por favor y de vez en cuando decir: ¿nani?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario