Hace
frío.
Dicho
esto puedo resucitar mi blog.
Ahora
viene la verdad:
Todos
los meses que invertí en trabajar un protocolo de doctorado se reducen a cero.
No fui aceptada en el doctorado en historia del arte. Tengo la visión de mi
asesor encendiendo un cerillo y acto seguido apagándolo con la mano, mueve la
cabeza negativamente y en una mueca me dice: “ya te gastaste una, sólo hay un
cerillo más en la cajita”. Me observa haciendo
los ojos chiquitos. Yo me doy la vuelta. Quizá no sea necesario encender esa
cerilla, quizá un día un costal de chiles secos sea una solución a un problema que
no es tan grande.
Tampoco
me dieron la beca de residencia artística para Beirut.
De
cualquier forma este mes me he divertido y he trabajado como si fuera acabarse
el mundo, como si de verdad fuera a suceder todo en un abrir y cerrar de ojos.
Bestia
festival fue un éxito.
Los
libros que edité en Estudio Paraíso están por salir.
Lo
más importante del 2013 no fue el trabajo, no fueron las desveladas, no fue el
protocolo no aceptado, fue ser cortazariana.
Encontrarme
con mi ser de nuevo.
Comencé
a ser cortazariana cuando me di cuenta que mi vida estaba llena de
casualidades, que todo lo que ocurría a mi alrededor parecía mágico. Y lo
era. Las personas que conocía, cómo y
por qué las conocía eran de alguna forma enviadas especialmente para mí. Después aprendí, leí,
me emocioné con la teoría psicoanalítica de Lacan y Freud y dejé de ser
cortazariana. Todo tenía un por qué, una razón, nada era fortuito y casual todo
era consciente o inconsciente. Si el
mundo se divide entre lo consciente y lo inconsciente no hay cupo para decir
esto fue una casualidad, esto sucedió de una forma que no tiene explicación.
Guadalajara
fue una casualidad este año. Pero se une a la casualidad de que de nuevo soy
cortazariana, ya no creo en el psicoanálisis, ya no creo en que la posibilidad
de que todo está dicho a través del lenguaje y todo tiene un por qué en la
consciencia. No creo más en Lacan, creo en la posibilidad de cada cosa. Creo
más en la astrología y en la atracción de una luna llena aunque parezca lo más
soso, me gusta pensar en las estrellas como astros que ejercen una fuerza sobre
nosotros. Comencé a creer de nuevo en mi vida de forma cortazariana y todo
comenzó a modificarse tiernamente, amablemente.
Casi
no voy a la feria este año. Casi no me encuentro de nuevo con Cortázar. Casi me
vuelvo a quedar entre dos caminos sin tomar alguno. Este año decidí tomar el
camino. Y aunque ahora podría comenzar esta entrada de la forma más pesimista y
reducir todo a que no estaré en un posgrado… pensándolo con la cabeza más fría
no me importa, es una casualidad tan grande como encontrar el rostro de
Cortázar en todas las esquinas de la feria, como llegar a un restaurante y leer
una frase de Rayuela en la carta, como pensar que sí, que andaba sin buscarme
pero sabiendo que iba a encontrarme.
Este
mes me he encontrado a mí misma. Me encuentro transparente y haciéndome de
nuevo la pregunta quién soy y hacia dónde voy. Cuando parece que nada tiene
sentido, no es así. En este momento Agustín
Lara comienza a sonar en mi i-pod:
Amor de mis amores, sangre de mi alma.
Permite que ponga toda la dulce verdad que
tienen mis dolores.
Para decirte que tú eres el amor de mis
amores.
Esto
tampoco es casualidad, en el fondo la alegría que siento es porque me siento
enamorada de las cosas que hago y sé que están bien y sé que mi trabajo es
hermoso porque estoy poniendo un pedacito de mi alma en ello. Me gusta pensarlo
así y escribirlo. Este blog también es de las cosas que más disfruto aunque
haya quedado en silencio tanto tiempo, es tiempo lo que ahorita me sobra.
La
fiesta en Guadalajara es top de los niveles, tipo Vegas, yara yara… y esas
frases que uno escucha cuando está en la feria entre ilustradores y María
Fernanda y Abril y mi editora favorita, Andrea Fuentes.
En
Guadalajara no hace frío, todo es bello y hay cuartos con agua caliente, hay
grafiti en la calle y brontohamburguesas en la esquina; coctel en domingo,
bailongo en lunes y cena de navidad en martes.
Tuve
una mascota de cuarto, una pequeña lagartija que se escondió en el mueble de la
tele.
Guadalajara
también fue la exposición de Michal Rovner en el Hospicio Cabañas.
Siluetas caminando
monótonamente, fusionándose, girando en un loop infinito sobre piedras o sobre
la pared. Una exposición un poco ominosa porque hay una crítica a ese
giro del ser humano que revela nuestros caminos abriendo y cerrando círculos.
La crítica a la modernidad sigue siendo a fin de cuentas el tema de los
artistas contemporáneos... pero lo que me importa ahorita es mencionar que ya está en línea el número que coordiné con Mafer y Abril de Reflexiones Marginales, de verdad espero que todo mundo lo disfrute porque son textos muy amenos y ahí escribí una reseña sobre Matías y el pastel de fresas.
Al
regresar me quedo pensando que estar ahí fue como un recuerdo hecho con la estética
de Isol: un sueño que brilla en la oscuridad, una nube, un dibujito de un globo, un corazón con alas.
1 comentario:
Eres grande, Idalia. Y te quiero mucho.
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