lunes, marzo 17, 2014

Fue complicado.
Me duele el hombro derecho, en la punta de mi hombro está toda la tristeza del día.
¿Cómo cierras un ciclo de vida tomando tus objetos, subiéndolos a un camión y llevándolos a otro sitio?
La mudanza me asombra.
Me asombra que podamos mudar.
Que una cosa que parecía inmutable e imperecedera de pronto se desvanezca… como la maldita frase de Marx, todo lo sólido se desvanece en el aire.
Esto que era ya no es.
Es de otra manera pero ya nunca esa sala con ese tapete, con esos cuadros, con esa ventana. Otra cosa, quizá el mismo tapete pero en otro sitio, quizá la misma sala pero en otra habitación, y esas cosas ya no son las mismas como yo, yo soy y no soy, aunque suene redundante mencionarlo, mudar es redundante, es quitar algo y volver a ser.
Mudar tiene pegada la esperanza de poder ser otra persona, de reconfigurarnos a nosotros mismos en la medida en la que vamos generando nuestro espacio en otro lugar.
Mudar también tiene ese pedazo de volver a ver quién eres porque hay que revisar papeles, objetos, ropa, qué sirve, qué de todo esto que está a mi alrededor vale la pena guardar y llevar y no más bien tirar a la basura.
¿Quién soy y quién era?
Un afiche de París, Tournée du chat noir, un marco de madera.
Recuerdo que la primera vez que fui a París fue en diciembre del 2001. Compré un afiche en la orilla del Sena. Llegué a México y lo enmarqué y colgué en mi cuarto.
Esta semana lo desempolvé de algún lugar de mi closet, lo observé y me dieron ganas de tirarlo a la basura, de pronto no tenía ningún valor, me pareció un afiche convencional, sé por qué lo compré, sé que me gustaba saber que lo había comprado en el Sena. Pero no es suficiente para conservarlo, de cualquier forma lo envolví y lo mudé. No tengo un espacio pensado para ese gato negro pero de alguna forma sentí que si lo tiraba olvidaría por completo su existencia y lo que representa, que fui, que me gustó, que lo enmarqué y que al final ya no me importa, no lo cuelgo pero sé que esa que era en 2001 ya no soy.
¿Cómo hacen su mudanza los recuerdos?
Un pepinillo de tela del tamaño de un dedo gordo.
Mi gata Persia enloquece con ese pepinillo.
Hoy lo tengo enfrente de mí, encima de un reloj de arena. La carita feliz del pepinillo me observa mientras escribo todo esto. Si ese pepinillo está ahí es porque Persia no está conmigo.
Estar a solas es extraño.
Es como conversar en voz baja todo el tiempo.
¿Qué están haciendo los otros mientras yo estoy aquí y nadie me ve?
Mientras pienso qué hacen y escribo que estoy a solas y me hago un pequeño masaje en mi hombro y un pepinillo me observa.


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