1.
Hoy por la mañana cuando iba rumbo a la
Alameda, en la esquina de Allende y Tacuba, un pedacito, un cuerpecito, un
gatito bebé muerto.
De inmediato quise apartar la mirada.
No ver aquello que ya reconocí sin poner
mucha atención.
Decidir no ver no cambia las cosas que ya
se alcanzaron a definir.
Abrí los ojos para tener la certeza de
que sí. Un gatito con pelaje blanco.
Una intolerable tristeza me dejó helada,
me sacuden esas imágenes.
No entiendo todavía por qué me afecta
tanto. Una parte de mí sé que está íntimamente ligada a estos seres hermosos,
pero sé que no debería de afectarme a este grado. Pero no puedo hacer nada. Es
así.
Me quedé pensando en la impunidad, en la
falta de responsabilidad, pero sobre todo en la incapacidad de hacer algo que
lo repare. No se pueden salvar a todos los gatos bebés del mundo. Ni tampoco se
pueden salvar a los gatos adultos.
Cuando pienso en el sinsentido de la vida
me viene la imagen de ese gatito muerto.
Así de estúpida es la vida.
No hay nada qué hacer. Maquillamos la
vida.
Agregamos palabras. Hacemos cultura.
Mandamos mensajes. Creamos una rutina. Ponemos el despertador. Creemos en cosas.
Amamos el arte. Etcétera.
Escribo.
Al menos yo escribo tratando de
cercar ese vacío que a veces, en días como hoy, se hace enorme.
Me levanto con mucho trabajo. Desayuno.
Tomo la vitamina E para la piel. Prendo mi computadora para escribir un par de
líneas. Decido ir a correr. Aunque esté nublado. Aunque todavía está oscuro. Correr me hace sentir bien. De nuevo el mundo parece tener sentido, y, de pronto, un gatito muerto.
2.
Le mandé un mensaje a María Fernanda.
Estoy deprimida o simplemente es lunes.
Tan lunes como la caricatura de Garfield
diciendo I hate mondays. Cómo amaba la caricatura de Garfield. Sobre todo el
episodio en el que trata de huir del lunes yéndose a Hawaii sólo para llegar
después de mil horas y darse cuenta que ahí también es lunes.
M: Es lunes, verás que se te pasa.
Yo: Seguramente sí.
3.
Ismael me invitó a comer a su casa.
Vive en Santa María la Rivera.
Esa colonia vieja en la que creció mi
abuelo.
Pasé al Forum Buenavista a comprar helado
de postre y una botella de vino.
Es lunes pero finjamos que es viernes y
no hay nada qué hacer en lo que resta de la tarde.
Comimos pasta con camarones y pescado
empapelado.
Delicioso. El pescado picaba pero estaba
muy muy rico. Sabores nuevos.
Un sabor que no había probado y que me
encantó.
Hablamos de las gotitas de la felicidad.
De los corchos
para generar un corcho más grande.
De cambiar los
muebles de lugar.
De los sofás
cómodos.
De Spotify.
De que esta semana ya es Octubre.
Bebimos y comimos.
I: ¿Todos queremos repetir helado verdad?
Cuando estoy en casa de I. me siento como en casa.
Como que podría tomar una siesta en su sofá.
Comiendo en el hogar y con posibilidad de
comer más postre.
Tomamos café.
Yo: Tengo que contarles algo sino tendré
pesadillas. Hoy por la mañana vi un gatito muerto. No lo soporto. He pensado en
por qué no lo pude salvar.
I: Me pasa lo mismo con los pájaros
muertos.
Yo: Estamos sobreviviendo el lunes.
I: Parece que estamos de vacaciones.
A las 4 me fui de vuelta a la Biblioteca.
Comenzaba a llover. Caminaba a paso
veloz.
Alzate 62. Una foto a un recuerdo que no
es mío.
El señor que vende fajas sobre el Eje 1
norte no tenía la talla que buscaba.
Apuré más el paso porque las gotas
comenzaban a caer más gruesas, con más fuerza.
Llegué a la Biblioteca a tiempo.
4.
La tarde del lunes ha terminado.
Escucho las metamorfosis de Philip Glass.
Me ponen nostálgica.
¿Se puede sentir nostalgia de una tarde
de pescado empapelado y helado de mango y chocolate?
¿Me seguiré reprochando no haber estado
en la calle para salvar a un gato bebé?