No sé, me sorprendo con las uñas rojas de un momento a otro, después de esperar mucho tiempo para no agredirlas, a veces soplando, ayer fue un domingo sin la parte del domingo, sin el malestar que se había producido en mí, ese tiempo pasado que a veces se niega a separarse, igual que el barniz de mis uñas, no hubo agresión. El domingo fue como el barniz que lentamente se ha ido secando, de este modo es mi pensamiento, debe estar en reposo, que nada lo toque, sólo estar ahí, a la espera, aunque a veces no es así, porque cada noche se está recubriendo de sueños, de muchos deseos que no se cumplen, que repito en mi mente cuando veo un carro de novia en la calle, deseos sordos y blancos.
Vengo de caminar bajo una lluvia tenue pero tupida, me puse mi sombrero de la lagunilla y mientras venía hacia la escuela sentí el deseo exasperado de no entrar a clases y tomarme el día.
¿Adónde iría?
Pensé en mi cama y sentí el peso de las nubes cayendo lentamente en mi rostro.
Entonces me vi caminando directo a Coyoacán con un chocolate caliente, sin ninguna prisa, simplemente la lluvia y el chocolate, una cama de sábanas de franela esperando, nadie me despertaría.
Después me vino la imagen de un chico que estaba en el camión, dormido, se dejaba mecer por el camino, su cuerpo se movía de derecha a izquierda, y entonces creí ver cómo caía en pedacitos su suéter y con el mismo vaivén del camión se deshacía frente a mí hasta quedar tirado en el piso, hecho una madeja de colores hasta el último aliento, y un azul ultramarino escurrió hasta tocar mis pies, ese color que necesita el piso de los camiones, aterciopelado, casi como una caricatura japonesa, me descalcé en ese instante para sentir el terciopelo. Y cerré los ojos con miedo.
Hoy mismo, hace menos de una hora me convencí de que no iba ningún lado, como si el lugar de todos los días de pronto careciera de todo sentido. El único sentido de la mañana: mis uñas rojas.
Ningún lado.
Mis uñas ahora como peces sobre el teclado, golpean otras letras, esconden frases.
Ayer leí al azar una frase subrayada en un libro de Sábato que decía más o menos así, "ella entró sólo para hacerle saber que existía, frente a él, estaba ahí".
Hace un momento hablé con Andenken, y me dijo que no hiciera esto, que no escribiera, que a veces le parecía muy frívolo estar escribiendo un blog.
Sus palabras cayeron como virutas de colores, sin caricia, sin terciopelo, sin el rojo de las uñas. Escribo para saber que existo, dentro de mí, frente a mí estoy existiendo y la única manera es la palabra escrita, el movimiento puro.
Vengo de caminar bajo una lluvia tenue pero tupida, me puse mi sombrero de la lagunilla y mientras venía hacia la escuela sentí el deseo exasperado de no entrar a clases y tomarme el día.
¿Adónde iría?
Pensé en mi cama y sentí el peso de las nubes cayendo lentamente en mi rostro.
Entonces me vi caminando directo a Coyoacán con un chocolate caliente, sin ninguna prisa, simplemente la lluvia y el chocolate, una cama de sábanas de franela esperando, nadie me despertaría.
Después me vino la imagen de un chico que estaba en el camión, dormido, se dejaba mecer por el camino, su cuerpo se movía de derecha a izquierda, y entonces creí ver cómo caía en pedacitos su suéter y con el mismo vaivén del camión se deshacía frente a mí hasta quedar tirado en el piso, hecho una madeja de colores hasta el último aliento, y un azul ultramarino escurrió hasta tocar mis pies, ese color que necesita el piso de los camiones, aterciopelado, casi como una caricatura japonesa, me descalcé en ese instante para sentir el terciopelo. Y cerré los ojos con miedo.
Hoy mismo, hace menos de una hora me convencí de que no iba ningún lado, como si el lugar de todos los días de pronto careciera de todo sentido. El único sentido de la mañana: mis uñas rojas.
Ningún lado.
Mis uñas ahora como peces sobre el teclado, golpean otras letras, esconden frases.
Ayer leí al azar una frase subrayada en un libro de Sábato que decía más o menos así, "ella entró sólo para hacerle saber que existía, frente a él, estaba ahí".
Hace un momento hablé con Andenken, y me dijo que no hiciera esto, que no escribiera, que a veces le parecía muy frívolo estar escribiendo un blog.
Sus palabras cayeron como virutas de colores, sin caricia, sin terciopelo, sin el rojo de las uñas. Escribo para saber que existo, dentro de mí, frente a mí estoy existiendo y la única manera es la palabra escrita, el movimiento puro.
3 comentarios:
Hola Marie, es curioso porque hablas de escribir, es decir de la palabra escrita, hoy precisamente, cosas del azar o coincidencia, me encontré un libro que hacía tiempo me habían recomendado leer, lo curioso es que lo encontré como encontrar una sandía en una ferretería, en un salón de belleza, ahi olvidado por quien sabe quien, no les importó que yo lo tomara, de hecho pensaron que era mío, creo que soy de las pocas que van con un libro bajo el brazo a un lugar así. Bueno todo esto porque por un lado tu hablas mucho de las coincidencias, y te refieres a Cortazar, por otro lado porque habla de la impecabilidad de la palabra, y de como con palabras podemos construir nuestro propio cielo o infierno, hay palabras que preferiríamos no haber dicho nunca, hay otras que son una bendición. Así que tienes razón, existir y la magia de la vida tiene mucho que ver con las palabras, citan a San Juan, al inicio era el verbo. Felicidades por tus escritos!
Welcome back Marie!
A veces escribir sirve para exorcisarse, para echar fuera cosas que si quedan dentro nos hieren. Es un placer seguir leyendote Marie. No pares nunca. Un abrazo que te llegue
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