sábado, enero 05, 2013


Ayer mientras venía a casa en el carro me entró la angustia de no terminar nada.
Una angustia tonta que inundó mi cuerpo y que hizo que la música que escuchaba en ese momento me molestara. En el carro no hay escapatorias y me da miedo pensar demasiado en cosas sin importancia mientras manejo, sobre todo porque en la ciudad de México no se sabe nunca por dónde saltará el conejo. Pero era importante todo lo que pensaba. Sobre todo porque siento que enero, al menos este enero, no tiene nada de ruptura, sino de continuidad, de último jalón para terminar los pendientes, no tengo propósitos, tengo compromisos que hay que terminar y punto.
Sobre la calle de Amores hay topes y semáforos cada tres cuadras o dos, a veces recorrer esta calle desde que deja de ser Medellín hasta llegar a Coyoacán me desespera un poco, aunque siempre pienso que las colonias que atravieso me parecen bonitas, me gusta que haya restaurantes y tienditas y árboles, me hacen pensar que esa parte de la ciudad de México está llena de árboles y de lugares en verdad bellos.  Ayer mientras venía en el camino, me acordé que no iba para mi casa, que había quedado de pasar por Paola y lo había olvidado por completo, así que giré justo a tiempo sobre División del Norte y me dieron unas inmensas ganas de llorar seguido a la angustia, a tener que parar de golpe en el semáforo del parque de los Venados y voltear a ver al parque y ver cómo una pareja andaba en una bicicleta doble y reían, de verdad, el mundo es eso, mientras yo estoy en mi carro poseída por la histeria más asquerosa dos personas patalean en un parque con el atardecer a punto de caer. Después llegué por Paola y la felicidad de Paola entró en el carro, después salió disparada a su casa porque había olvidado un libro y era nada menos que el horóscopo chino de este año con todas las predicciones, sugerencias y advertencias. Olvidé por completo la angustia que había sentido, así de la nada.  
Los estados de ánimo son de esa forma, en un momento uno siente que está aplastado por una nube negra y en el otro estoy esperando a Paola y el atardecer se reveló con un rompimiento de gloria propio de algún cuadro del Vaticano, por supuesto que lo veía a través de cables de luz y en medio del tráfico de Popocatepetl.
Paola subió al carro y le dije que estaba angustiada porque no tenía terminado nada y sentía que el tiempo de noviembre para enero se había pasado escandalosamente rápido y ella me dijo que no mencionara la palabra tesis porque estábamos en bebiernes y yo me reí.
Soy una ratita de madera aromática y este año de la serpiente se vienen muchas sorpresas en mi camino, cuidado con los rumores, “observo desde la quinta fila y debo seguir mis instintos de rata para abandonar el barco antes de que se hunda”.
Agradecí la existencia de Paola en mi carro, con el horóscopo, con la imitación de voces que hace al leer las predicciones y estando ahí esperando a que el semáforo cambiara, señaló el atardecer, esas nubes abriéndose en rayos y dijo sorprendida, ¡mira la naturaleza!
Y nos fuimos felices, estoy segura que más felices que la pareja pedaleando en su bicicleta doble.

No hay comentarios.: