jueves, julio 03, 2014

Tengo 30 años.
Hace un par de semanas descubrí que en el cuello me salieron un par de verrugas pequeñísimas, pero verrugas al fin y con miras de multiplicarse. También me salió un lunar rojo, pequeñísimo, pero de esos lunares que después se multiplican y que muchas personas mayores tienen.
Bien pensando, esos lunares son también un tipo de verruga.
Desde que tengo 15 años comenzaron a salirme canas. Ahora después de 15 años tengo muchísimas canas que he pintado cada 15 días o cada mes, cada que la raíz blanca comienza a asomar.
¿Cuándo me voy a cansar de pintarme el pelo?
¿Seré una señora de 50 años con el pelo pintado y quemado?
Le pregunta es ¿cómo se envejece con dignidad? O sea cómo llegar a ser una señora madura de 57 años sin tener cara de almohada y manos viejas y cuello arrugado y raíces blancas.
Quizá tenga que cortarme el pelo chiquito y dejarme las canas.
¿Cuándo se comienzan a dejar las canas?
Y junta a esta pregunta viene otra: ¿cuándo se dejan de usar las Dr. Martens?
¿Cuándo pasas de ser una chava a una vieja ridícula?
En el Down Town hay una boutique que vende huipiles y blusas muy hermosas hechas por indígenas de Oaxaca, toda la ropa hecha en telar de cintura, bordados, colores brillantes, etc.
Viendo las blusas y los vestidos pensé, quizá cuando comience a ser vieja lo mejor sea volverme folclórica. Pelo corto blanco, huipil de lujo y zapatitos abiertos. O quizá me deje el pelo largo blanco y sea como una bruja. ¿Qué tipo de look adquiriré?
Me pregunto qué tipo de viejos seremos los de esta generación nacida en la década del ochenta.
No todas las generaciones de viejos son iguales, menos en un siglo en donde los cambios tecnológicos han sido tan radicales que los valores de cómo vivir una vida han cambiado.
¿Cómo será esta generación free lance sin jubilación, sin fondo de ahorro, sin todo lo que los trabajos convencionales ofrecen?
Hay dos partes de envejecer: nos haremos viejos con fotos de jóvenes de muy buena resolución, o sea nuestro pasado tendrá los 20 megapíxeles diciéndonos qué bien nos veíamos, pero también qué viejos nos hacemos. Seremos también una generación que quizá inaugure el converse, con suerte también las botitas Steve Maden, como una marca que usan los de la tercera edad, así como lo es Flexi o Pikolinos.
¿Se envejece menos cuando año con año se está consciente que el cuerpo está cambiando?
¿Se envejece menos haciendo ejercicio?
No.
Envejecemos.
Aunque no queramos seremos cabecitas blancas, se marcarán las venas en las manos y saldrán verrugas en el cuello. Nos haremos viejos y chupados como cuando Úrsula lanzaba su maldición contra las sirenas que no cumplían su parte del trato, así más o menos.
Poco a poco.
Estoy envejeciendo.
Poco a poco.



Hace un par de semanas me encontré con este artículo en Twitter. 
Lo puse por ahí. 
Esta sería una forma digna de portar las canas y la edad.




miércoles, julio 02, 2014

Hoy le toca baño a Humboldt.
La persona que lo limpia con una franela y unos aceites coloca su escalera enfrente de él.
¿Sabrá quién fue Humboldt?
Humboldt que ahora nos ve correr y andar en patines y comer torta de tamal y a veces no ve nada, sólo ve la lluvia y las ramitas de los árboles después de la tormenta.
Hoy el organillero de la Alameda decidió deleitarse todo el santo día con las mañanitas.
¿Cómo será la elección de los cilindros? ¿Por voluntad o por azar?
Para los cumpleañeros.
El señor Manuel Martínez que trabaja en la biblioteca cumple años hoy. Debería de darse una vuelta frente a Bellas Artes. Desde las 7 de la mañana están tocando las mañanitas para él, aunque no lo sepa.
Ayer quitaron la barda que separaba la Alameda de Bellas Artes.
Tenía más de seis meses ahí. Estaba grafiteada y resguardaba la obra que están haciendo en el estacionamiento.
Hoy que ya no está la barrera, la gente poco a poco comienza una reapropiación de ese espacio que estuvo perdido.
Ya nadie se aglomera al salir del metro. Las personas comienzan a dispersarse y no se hacen los canales de los que van para el metro y los que salen.
La verdad es una explanada grande la que estaba vetada.
Hoy somos libres, así que corrí hasta esa parte.
Humboldt. Mañanitas. Humboldt de nuevo. Mañanitas de nuevo.
Pensaba en la novela que terminé de leer ayer por la noche: Bichos raros.
Pensé ¿por qué soy como la Mantis?
Seis vueltas. Un señor en contrasentido andaba en patines. Nos cruzamos unas cuatro veces.
Me quedé con muchas preguntas y con una especie de tristeza.
Bichos raros es como el Dogville a otro nivel, pero el mismo sentimiento de querer linchar a alguien.
Qué bueno que ya no soy adolescente.
Qué bueno que estoy corriendo aquí mientras le limpian la nuca a Humboldt.
Me acordé de la gente desagradable que había en La Salle.
Yo como la Mantis, les hubiera arrancado la cabeza.
Sr. Humboldt, ahora ya está reluciente para una nueva tormenta.