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jueves, mayo 14, 2015

jueves y mayo

Los jueves son especialmente largos.
Me levanto a las 4.30 de la mañana porque debo cruzar la ciudad y dar mi clase de Taller de Lectura y Redacción a las 7 en punto.
Hoy tuvimos una de esas clases comodín. Una clase de tránsito entre que se pasan las calificaciones y se comienza otro bloque.
Decidí fotocopiar la segunda sección de Facsímil de Zambra: "Plan de Redacción".
La indiación es: marque la opción que corresponda al orden más adecuado para construir un buen esquema o plan de redacción.
Se los di a mis alumnos como examen sorpresa y les dije que era parte de su calificación.
Disfruté mucho ver cómo una ficción se hacía una tortura.
Por supuesto leían con gran concentración, tratando descifrar cuál es el orden que venía a cuento. Una y otra vez leían el primer ejercicio.
Yo quería morir de risa porque sé el juego y la referencia. No tenía que elegir una opción sabiendo que después vendría la calificación.
Ellos no. Lo veían como examen y al mismo tiempo comenzaban a reír de algunos fragmentos. A preguntarme si yo había escrito aquella prueba. Les dije que no y puse la referencia en el pizarrón.
No podían comprender que sólo existiera una opción como respuesta, porque evidentemente suenan coherentes más de una, lo único que cambia en algunos casos es el sentido, pero las frases pueden convivir perfectamente entre ellas.
Yo los torturé un poquito más diciéndoles que sólo podían elegir una.
El caso más complicado fue:

Los familiares.

1. Los clasificas en dos listas: los que amas y los que no amas.
2. Los clasificas en dos listas: los que no deberían estar vivos y los que no deberían estar muertos.
3. Los clasificas según el grado de confianza que inspiraban en ti cuando niño.
4. Por un momento piensas que descubres algo importante, algo que estaba pendiente hace años.
5. Los clasificas en dos listas: los vivos y los muertos.

A) 1 - 3 - 4 - 5 - 2
B) 5 - 2 - 1 - 3 - 4
C) 1 - 3 - 5 - 2 - 4
D) 3 - 4 - 5 - 2 - 1
E) 1 - 2 - 3 - 4 - 5

Como parte de la actividad tuvieron que hacer su propio reactivo en una prueba que tuviera las mismas características que ellos resolvieron.

Gabriel escribió "La rutina":

1. Te despiertas.
2. Vas a la escuela.
3. No aprendes nada.
4. Regresas a casa.
5. Intentas hacer la tarea pero te das por vencido.
6. Ves una película.
7. Tu vida no tiene sentido.
8. Te quedas dormido.
9. Despiertas.

A) 1 - 2 - 3 - 4 - 5 -  6 - 7 - 8 - 9
B)  9 - 8 - 7 - 6 - 5 - 4 - 3 - 2 - 1
C) 5 - 4 - 3 - 2 - 1 - 6 - 8 - 7 -  9
D) 8 - 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6 - 7 -  9
E) 7 - 8 - 9 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6  - 1


Valeria escribió "Mal de amor":

1. Te es infiel.
2. Tratas de superarlo pero sabes que no podrás.
3. Lloras hasta quedarte dormida.
4. Algún día te iba a pasar esto.

A) 1 - 2 - 3 - 4
B) 1 - 4 - 2 - 3
C) 3 - 4 - 2 - 1
D) 2 - 4 - 1 - 3
E) 4 - 2 - 3 - 1


Yo escribo el mío en "Miércoles de blog":

1. He querido escribir los miércoles del mes de mayo.
2. A veces, en un punto del miércoles, pienso en mi blog, en mi promesa, en honrar mi palabra.
3. Escribir.
4. Luego se me olvida y prefiero quedarme en silencio.
5. No se pueden hacer dos cosas al mismo tiempo.

A) 1 - 2 - 3 - 4 - 5
B) 5 - 1 - 3 - 2 - 4
C) 1 - 4 - 2 - 3 - 5
D) 2 - 3 - 1 - 5 - 4
E) 3 - 5 - 4 - 2 - 1

jueves, diciembre 18, 2014

De cómo se puede recordar la adolescencia en diferentes momentos del día

Antes.
Cuando vivía en casa de mi mamá el espacio que ocupaba se limitaba a mi cuarto.
Escribía en mi escritorio, dentro de mi recámara. Pero muchas veces llevaba mi laptop Toshiba a la cama. Era una laptop enorme, pesada, con la pantalla del Word en color azul brillante. Me quedaba largo rato escribiendo hasta que me calentaba las piernas y el calor se volvía insoportable, quemaba. Esa laptop siempre la tenía conectada a la corriente, no sabía que de esa forma mataba lentamente la batería. A veces después de mucho rato de escribir, por las madrugadas sobre todo, me daba sueño y ya no me levantaba sólo la acomodaba en un lado de la cama y ahí se quedaba hasta el día siguiente. Mi cama era individual. Era mi cuna.
Recuerdo que me gustaba acostarme en las tardes. Ver la luz entrar en mi cuarto, una luz de atardecer que dejaba caer luces de arcoíris porque tenía colgada una bolita de cristal en la ventana que lograba hacer ese efecto. Me parecía hermoso tener manchas de arcoíris a esa hora de la tarde. Me quedaba largo rato tomando la siesta y siempre en medio de la modorra pensaba en cosas, pensaba en lo que sentía. Justo como ahora. Recuerdo que no la pasaba bien, sentía que todo era absurdo. ¿Qué sentido tenía estudiar historia? ¿Para qué? ¿Por qué había decidido estudiar esa carrera que tenía más materias aburridas que interesantes?
Ya no recordaba estas preguntas pero me las hacía con frecuencia. Hoy sé que tenía que estudiar Historia para ser esta Idalia. Me buscaba a mí misma sin darme cuenta, estaba buscando mi destino sin buscarme a mí, ¿quién soy? Esa era la pregunta que eludía. 


Después.
Acabo de decidir que quiero escribir acostada en mi cama. Es cómodo. Estoy ya con la piyama puesta y con la computadora encima de mis piernas. Pavlova está echada como si fuera persona, alargada y con la cabeza apoyada en una pata.
El atardecer pasó hace varias horas.
Tengo un pliego de cortina cerrado y otro recogido, abierto, desde aquí veo cómo la luz del elevador de los carros del estacionamiento de enfrente sube y baja.
Trabajo usualmente hasta el atardecer. 
Hoy vi los últimos rayos del sol mientras cruzaba por el monumento a la Revolución y por cuarta vez consecutiva me detuve a tomar una foto. Un avión había pasado dejando una raya en vertical detrás del monumento. 
Sentí nostalgia de aquellas tardes de Plazuela de los Reyes, en donde nada había ocurrido, en donde todo estaba por ocurrir y ni siquiera lo podía imaginar.
Sé lo que eres, dijo Píndaro. Todavía no sabía.
Pero sabía que no lo sabía, estaba consciente de mi ignorancia y eso me frustraba. 
Eso es ser adolescente no ser nada aún y estar consciente de esa nulidad.


Ahora.
Vivo sola, puedo escribir en cualquier parte. Pero no lo hago. Ahora que podría quedarme horas en el comedor, en la sala, en el estudio o en el librero que está frente a la ventana, no lo hago. 
Lo hago a ratos. Por episodios. Por las mañanas. 
En las noches estoy agotada y pierdo mi tiempo viendo tonterías en internet o directo en mi celular. 
Cuando por fin los deseos adolescentes de libertad se cumplen, esa libertad está posicionada en otra parte de los valores personales, así que ya no hay nada que irrumpir, nada que se pueda combatir, ningún horario que cumplir. Y de pronto todo el espacio se puede ocupar: ahora quiero pegar esta cinta rosa en el piso de mi baño, ahora quiero usar el pisapapeles de Kafka como objeto que detenga la puerta, ahora quiero poner este pin de Viena en la cortina, ahora quiero colocar este imán en el boiler, ahora quiero colocar mis fotos en el piano, ahora quiero escuchar música directo de mi mac y no del iPod. Ahora quiero dormirme con un frasquito de lavanda abierto cerca de mi cama. Ahora quiero escuchar la escena I de Michael Galasso. Es la escena uno, pero me gusta pensar que es la Escena i, de Idalia o para Idalia. Quiero escucharla una y otra y otra y otra vez. 

jueves, julio 03, 2014

Tengo 30 años.
Hace un par de semanas descubrí que en el cuello me salieron un par de verrugas pequeñísimas, pero verrugas al fin y con miras de multiplicarse. También me salió un lunar rojo, pequeñísimo, pero de esos lunares que después se multiplican y que muchas personas mayores tienen.
Bien pensando, esos lunares son también un tipo de verruga.
Desde que tengo 15 años comenzaron a salirme canas. Ahora después de 15 años tengo muchísimas canas que he pintado cada 15 días o cada mes, cada que la raíz blanca comienza a asomar.
¿Cuándo me voy a cansar de pintarme el pelo?
¿Seré una señora de 50 años con el pelo pintado y quemado?
Le pregunta es ¿cómo se envejece con dignidad? O sea cómo llegar a ser una señora madura de 57 años sin tener cara de almohada y manos viejas y cuello arrugado y raíces blancas.
Quizá tenga que cortarme el pelo chiquito y dejarme las canas.
¿Cuándo se comienzan a dejar las canas?
Y junta a esta pregunta viene otra: ¿cuándo se dejan de usar las Dr. Martens?
¿Cuándo pasas de ser una chava a una vieja ridícula?
En el Down Town hay una boutique que vende huipiles y blusas muy hermosas hechas por indígenas de Oaxaca, toda la ropa hecha en telar de cintura, bordados, colores brillantes, etc.
Viendo las blusas y los vestidos pensé, quizá cuando comience a ser vieja lo mejor sea volverme folclórica. Pelo corto blanco, huipil de lujo y zapatitos abiertos. O quizá me deje el pelo largo blanco y sea como una bruja. ¿Qué tipo de look adquiriré?
Me pregunto qué tipo de viejos seremos los de esta generación nacida en la década del ochenta.
No todas las generaciones de viejos son iguales, menos en un siglo en donde los cambios tecnológicos han sido tan radicales que los valores de cómo vivir una vida han cambiado.
¿Cómo será esta generación free lance sin jubilación, sin fondo de ahorro, sin todo lo que los trabajos convencionales ofrecen?
Hay dos partes de envejecer: nos haremos viejos con fotos de jóvenes de muy buena resolución, o sea nuestro pasado tendrá los 20 megapíxeles diciéndonos qué bien nos veíamos, pero también qué viejos nos hacemos. Seremos también una generación que quizá inaugure el converse, con suerte también las botitas Steve Maden, como una marca que usan los de la tercera edad, así como lo es Flexi o Pikolinos.
¿Se envejece menos cuando año con año se está consciente que el cuerpo está cambiando?
¿Se envejece menos haciendo ejercicio?
No.
Envejecemos.
Aunque no queramos seremos cabecitas blancas, se marcarán las venas en las manos y saldrán verrugas en el cuello. Nos haremos viejos y chupados como cuando Úrsula lanzaba su maldición contra las sirenas que no cumplían su parte del trato, así más o menos.
Poco a poco.
Estoy envejeciendo.
Poco a poco.



Hace un par de semanas me encontré con este artículo en Twitter. 
Lo puse por ahí. 
Esta sería una forma digna de portar las canas y la edad.