martes, octubre 28, 2014

Tomo café en la taza que tiene retratos de animales.
Agradezco haber tenido la osadía de comprar esta taza un día que paseaba por el Zara Home de Santa fe, y a pesar de que Alberto me veía con cara de ¿otra taza? ¿es necesario?
La tomé y la compré.
Pensé en hacerla mi taza favorita. Por su tamaño, por sus imágenes.
Amo el retrato de la coneja con su vestido rojo y su moño amarillo. Y el del pato con su saco azul y su corbata morada en forma de nudo.
Y ahora me acompaña y me hace recordar todo eso.
Me hace recordar la cara de Alberto.
La cara de Alberto con unas gafas redondas viendo cubiertos en el Zara Home.
La cara de Alberto con el pelo crecido.
La cara de Alberto con los ojos cerrados.
La cara de Alberto con barba.
Y cuando empiezo a ver la cara de Alberto, la imagino con todas las transformaciones que ha tenido.
Sin barba.
Con bigote.
Sin bigote.
Con granitos por donde pasó la navaja.
La cara de Alberto con los ojos enfermos.
Con los ojos llorosos.
Con los ojos abiertos y sanos,
aunque pocas veces.
Sus ojos.
Un guiño.
Guiñándome un solo ojo y sonriendo.
La cara de Alberto con el pelo cortito.
La cara de Alberto a rape.
La cara de Alberto cubierta por su mano.
Una mano cubriendo su boca, después su frente, después tallando un ojo.
La cara de Alberto con unas gafas rojas.
Luego azules.
Luego moradas.
Luego con unas gafas para el sol.
Dr. York.
La oreja izquierda de Alberto con un arete.
Con dos.
Con uno de nuevo.
La cara de Alberto serio.
La cara de Alberto hablando de algo importante.
La cara de Alberto hablando de algo trivial.
La cara de Alberto sonriendo.
Riendo y medio tosiendo por la risa y riendo de nuevo.
La cara de Alberto diciendo “bye, bye”.
La cara de Alberto enviando un beso al aire.
La cara de Alberto haciendo un puchero.
La cara de Alberto ofendido por la vida.
La cara de Alberto recuperándose del puchero y dando por sentado,
aquello solo era broma.
La cara de Alberto
hoy:
cabello a dos centímetros,
blanco
barba blanca,
bigote, también blanco.
Cejas negras, algunas canas.
Ojos enfermos de conjuntivitis.
Labios delgados.
Nariz ¿qué tipo de nariz es esta?
¿semiredonda, partida a la mitad?
Nariz con un algo pequeño en la comisura.
Frente, con arrugas, horizontales.
Orejas, una sola perforación.
La cara de Alberto.
De nuevo en el Zara Home. Con el pelo largo y con la barba crecida.
No compres esa taza, ya tenemos muchas.
La cara de Alberto siendo condescendiente.
Está bien, una más.
Está bien porque hoy esa taza guarda un sin fin de recuerdos.
De imágenes.

De rostros que mutan pero que siempre guardan un parecido.

miércoles, octubre 08, 2014

No todos los indigentes tienen nombre.
A éste solo lo identifico por la iglesia que ocupa.
En realidad me sorprende encontrarme indigentes fuera de su lugar.
No sé cómo se llama el señor.
Usa medias quirúrgicas blancas y se sienta afuera de la iglesia de Belisario Domínguez.
Es tranquilo, pide limosna a la gente que sale de la iglesia.
Usa un gorro gris, es viejo, quizá setenta años.
Hoy lo vi en la Alameda.
Aunque son sólo cuatro cuadras de la iglesia, evidentemente no es su zona, ni su hora.
Estaba descompuesto. Gritando a las personas que pasaban.
No traía su gorro, lo reconocí por las medias.

¡HAZTE QUE LA VIRGEN TE HABLA! ¡PEEERRA!

Es impresionante cómo todas las personas pueden fingir que nadie gritó nada.
Y aunque grita, no existe.
Yo tampoco quería verlo. Me da mucha pena porque sé que es un ser pacífico.
Por las tardes cuando regreso de la Biblioteca lo veo platicar con otro indigente, no tan indigente como él, porque éste vende dulces afuera del local de "Pianos".
El señor de los pianos me dijo que le llamaban "El muñeco roto", "el muñeco" a secas para los cuates.
El muñeco sí da miedo. Nunca paso por enfrente de él porque ríe y grita y a veces se pone paranoico. A veces piensa que ya le robaron sus dulces y se pone a preguntarle a todos los locales quién fue.
El muñeco nunca sale de la calle de Allende, ni siquiera cuando entra en crisis.