miércoles, octubre 08, 2014

No todos los indigentes tienen nombre.
A éste solo lo identifico por la iglesia que ocupa.
En realidad me sorprende encontrarme indigentes fuera de su lugar.
No sé cómo se llama el señor.
Usa medias quirúrgicas blancas y se sienta afuera de la iglesia de Belisario Domínguez.
Es tranquilo, pide limosna a la gente que sale de la iglesia.
Usa un gorro gris, es viejo, quizá setenta años.
Hoy lo vi en la Alameda.
Aunque son sólo cuatro cuadras de la iglesia, evidentemente no es su zona, ni su hora.
Estaba descompuesto. Gritando a las personas que pasaban.
No traía su gorro, lo reconocí por las medias.

¡HAZTE QUE LA VIRGEN TE HABLA! ¡PEEERRA!

Es impresionante cómo todas las personas pueden fingir que nadie gritó nada.
Y aunque grita, no existe.
Yo tampoco quería verlo. Me da mucha pena porque sé que es un ser pacífico.
Por las tardes cuando regreso de la Biblioteca lo veo platicar con otro indigente, no tan indigente como él, porque éste vende dulces afuera del local de "Pianos".
El señor de los pianos me dijo que le llamaban "El muñeco roto", "el muñeco" a secas para los cuates.
El muñeco sí da miedo. Nunca paso por enfrente de él porque ríe y grita y a veces se pone paranoico. A veces piensa que ya le robaron sus dulces y se pone a preguntarle a todos los locales quién fue.
El muñeco nunca sale de la calle de Allende, ni siquiera cuando entra en crisis.

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