miércoles, mayo 20, 2015

Aborda y muévete

Ayer

Le escribí a mi papá con motivo de unas plumas montblanc que me envió con mi hermana para que yo las llevara al servicio. La tienda especializada en plumas queda sobre 5 de mayo, entre Bolívar e Isabel la Católica. (La otra vez escuché que decían "Isabelle la Catolic" y me sacó una sonrisa, ahora no puedo dejar de pensar en esa opción).
Pero antes, mi papá vino a mi casa.

Antes 

Hace un par de meses, aunque ahora que lo pienso siento que vino a principios de año.
No decía nada. 
¿Cuántos años habían pasado sin vernos? Muchos, puede ser que siete. 
Siete es un buen número. Es como si se tratara de otra vida. En algún manual de sobrevivencia dice que cada 7 años pasamos por un ciclo de vida, como los gatos. 
No veía a mi papá desde que yo tenía otra vida, otro tamaño de cabello, otro oficio. 
Él seguía con la misma vida, el mismo tamaño de pelo y el mismo oficio.
En el desayuno tenía su mirada perdida. 
Mi hermana después me dijo que quizá mi papá estaba enfermo porque era muy extraño cómo se iba de la realidad. 
—Quizá tiene cáncer.
—¿Por qué dices eso?
Es muy raro que esté viajando tanto a Cuba. Seguramente ahí le están dando tratamiento.
—Yo creo que más bien está deprimido.

Es muy raro

Después del desayuno, vinieron, mi hermana y él, a mi departamento.
Se sentó en el comedor después de ver un par de minutos los libros junto a la ventana. 
Le conté que tenía una editorial independiente, o sea, fantasma, en términos de otras personas. 
Me preguntó qué editábamos. Le platiqué. Le regalé un libro. 
Me dijo que se lo dedicara, le dije que no porque no era mío, yo lo había editado pero no creía que debía firmarlo. Él me dijo que sí, que lo firmara, que era importante.
Accedí y fui por mi pluma.
Vio mi pluma y quiso examinarla como si conociera cada parte de la pluma.
Hablamos de las plumas montblanc, de las ediciones especiales, de que también tienen carteras y otras cosas que no vienen a cuento.
Le dije que esa pluma ya no era tan nueva. Me la regaló A. en mi cumpleaños 24.
Pero justo la acababa de llevar al servicio y había quedado como nueva.
Me dijo que tenía dos plumas que me las daría para que las llevara al servicio porque hacía mucho que no las podía ocupar.
Le dije que sí, claro.
Pero nunca nos volvimos a ver.

Dos plumas

Mi hermana me vio hace un mes y me dijo:
—Mi papá te manda estas plumas para que las lleves al servicio. Qué bueno que ya te las di. Tenía miedo de perderlas.
Hace una semana me habló:
—Qué pedo, ya me preguntó mi papá por sus plumas, ¿ya las llevaste?
Las tenía encima de mi comedor pero no las había llevado al servicio.
Siempre que intentaba llevarlas ocurría algo que me lo impedía. Un día llegué cuando cerraban la cortina y les insistí en que me aceptaran las plumas pero no quisieron ni verlas. Después decidí que no podía andarlas trayendo en mi bolsa todo el tiempo, qué tal si las perdía.
Las llevé ayer.

Ayer

Hacía mucho que no le escribía a mi papá un mail en donde pudiera contarle algo más que un anuncio de familia, una muerte o una felicitación de cumpleaños. Me sentía rara. Pero tenía que escribirle para decirle que había ido a dejar sus plumas al servicio y que no me las habían admitido.
—Son falsas.
—Y qué, de todas formas quiero que se queden a servicio.
—No, las piezas no se ajustan a las plumas falsas.
—¿Así que ya no tienen remedio?
—No porque son fake.

Y me fui de ahí, con la palabra fake en la mente.
Uno no debería de tener pretextos para escribirle un mail a su padre.
Debería estar permitido escribir correos a los padres aunque no exista una razón de fondo. 
Aunque sólo sea para poner una dirección de youtube.
No sabía ni siquiera cómo iniciar el correo. 
Escribía varios inicios y todos me parecían tontos. 
Me di cuenta que tenía muchas cosas que platicarle, más allá de las plumas, tenía el deseo de escribirle y contarle que estaba ahí sentada en mi comedor observando una paloma blanca que se golpea el piquito colorado en el cristal. Que si le tomo una foto sale David Bowie y después la paloma blanca.
(Es la paz que quiere entrar, me dijo M.)
(No es la misma paloma del otro día.)
Quería escribirle papá ya no necesito que seas mi papá, sólo necesito que me quieras y desayunes conmigo de vez en cuando. Isolda dice que estás enfermo pero yo creo que estás deprimido. 
Papá, si te tomas un chocho y vas a hablar con alguien dos veces por semana de lo mierda que es la vida te vas a sentir mejor.
Terapia, prozac, té verde por la mañana, vino tinto por la noche, todo tiene solución. 
Papá, tengo la edad que tenías tú cuando nací. Y las cosas son tan diferentes.
Papá, hay un cuento corto que se llama "Los movimientos", es un legado que le deja un padre a una hija: "No esperes a estar segura. Muévete, muévete, muévete".
Me gustaría poder escribir sobre el legado que me dejarás.
No podía escribirle, comencé a sentir lo que sucede cuando todo es incertidumbre e inseguridad: cada frase parece una tontería. De pronto el hecho de que las plumas fueran falsas fue lo de menos. Era el pretexto pero sólo eso.
Y si su tristeza tiene que ver con escribir una parte falsa de su historia. ¿Una metáfora horrible entre pluma, escritura y lo fake?

Le hablé a Isolda para platicarle.
—No mames ¿es neta? Pues escríbele y dile que qué pedo.

Escríbele

Hola papá.
Te escribo por varios motivos.



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