lunes, diciembre 14, 2015

2015

El recuento de daños

Comencé el año pensando que tenía todo bajo control: cocina limpia, cama tendida, estudio en orden. 
Enero nació muerto en casi todo. Pero en febrero entré a trabajar a Conaculta.
Empecé a editar libros en Tierra Adentro. Y aunque suene romántico ha sido un territorio que me hizo crecer como editora y como lectora. Trabajar en lo que me gusta me ha hecho muy feliz. Y me refiero a una felicidad genuina, de estar en armonía con el equipo de trabajo y que los libros salgan bien y los autores estén contentos con el resultado.
De los libros que más me conmovieron fue El paralelo etíope de Diego Olavarría. Hace unas horas fue a la oficina y me regaló una bolsa de café junto con un jabón de miel hecho en Etiopía. Después hablamos un ratito y nos dimos el abrazo de Navidad y de año nuevo. Sentí que con ese abrazo terminaba el año con broche de oro. El sábado regresé a mi casa tomando el metro en Etiopía y ahora sé que esta estación no volverá a tener otro referente literario que el otorgado por Diego, quizá nada literario ha ocurrido en un Hilton pero sí en esta estación.
Y no está de más decirlo, el libro que más disfruté editando fue: Los gatos de Schröndinger de Franco Félix, ganador del Border of Words. Mi año tiene algo de esta metáfora del gato que no se sabe si está vivo o muerto. A veces pienso que mi corazón está muerto o tan noventero que hay que matarlo a golpes como la playlist de mi celular. 
Todo este año estuve rodeada de personas del Norte: Torreón, Hermosillo, Tijuana, Monterrey y Ciudad Juárez.
Fui por primera vez al norte del país. Comí cabrito en la cuneta de la carretera. Nadé junto a tortugas en la posa de agua dulce de Cuatro Ciénegas. Corrí 10 kilómetros en el parque Venustiano Carranza en Torreón y me puse hasta las manitas en Ciudad Juárez. Me tatué una rata de madera rateando en uno de mis omóplatos. El diseño lo hizo Manuel Bueno y mi compañero en el hermoso descenso a los infiernos fue la Bestia Velázquez. Él se tatuó el rostro de Jack Kerouac directo a las venas del brazo.
Hongos y cerveza... no sé cómo amanecimos.
Después salí de este viaje extremo a un viaje de amistad con olor a vainilla y galletas de chocolate con María Fernanda. Hicimos videos de cada paso que dábamos. Reímos muchísimo. Cantamos Shakira. Y trazamos un road trip de Houston-Austin-Galveston. Armadas con cervezas y red bull. Pasamos en ferry a Galveston, nadamos hasta que se puso el sol y las gaviotas casi se comen nuestro postre. Dijimos que no nos separaríamos nunca. Dijimos que era el mejor viaje de nuestras vidas. Enviamos postales con timbres de Elvis. Escribimos las direcciones en dorado. 
—Pero y qué, después de conocer el norte ya no quieres Chiapas —me dijo Guicho hoy por la mañana.
—No, la verdad ya no.


2. 

Grace visitó mi departamento en agosto de 2014. Me trajo una postal de David Bowie que compró saliendo de una retrospectiva que le hicieron en Berlín.
La postal se cayó miles de veces de un librero en donde la puse, pero a cada caída la acomodaba una y otra vez. Un día se mojó porque no cerré la ventana, y al final se secó y volvió a su lugar. Meses después, en la madrugada teniendo una plática intensa con el Negro, decidí poner la postal en un marco para que no pudiera pasarle nada. Es un portapostal que compré estando en Austin.
¿Te acuerdas de cuando tuve que poner a salvo a David Bowie? Le pregunté al Negro en el concierto de los Babasónicos. Sí me acuerdo Idalia. El Negro mide dos metros y me subió a sus hombros en el concierto de los argentinos. Me aventaron una cerveza unos envidiosos en la parte de atrás. Y ese recuerdo me encanta, con todo y la cerveza, qué tino, directo a la cabeza. Esto es el 2015. Carpa Astros y el amanecer en Catedral, no cambiaría nada por haber estado ahí. Después puse en un marco a Bowie. No se me olvidan los detalles. Esa postal, con David Bowie abriendo los brazos, siento que es la imagen de un santo que cuida el hogar. 
Mientras esté ahí nada malo puede ocurrirme.



3. 

—¿Y qué tú estudiaste fotografía o qué onda?
No, nunca he estudiado foto. Pero quiero hablar poquito del tema. Osh, cómo han dado de hablar mis fotos, modestias a un lado, cómo le gusta sufrir a las personas viendo cosas que no deben. Lo digo porque entre las novias de mi ex y los stalkers a los que se les va el like en la foto del año mil... supongo que algo tiene mi cámara para atraer tanto público diverso. He tomado buenos retratos, me han criticado y me han molestado por la red social más benigna, el instagram. La galería del terror está abierta en mi cuenta. Quiero seguir tomando fotos, es una buena forma de retener recuerdos de lo que pasa en mi vida. Me han chuleado mis fotos y muchos de mis amigos pusieron como foto de perfil las fotos que les he hecho. Tienes buen ojo, me dijo María Fernanda.


4. 

Ayer el día parecía una postal de santos, como cuando el cielo se abre con rayos de sol, como cuando estás de paseo y el mundo quiere ponerse de presumido.
Voy a ponerme cursi para que mis detractores me odien. Arre, como dicen en Juárez.
Quiero un domingo para compartirlo a la vieja manera del siglo xix: de la mano y con caminata en la Alameda. ¿Se puede tener sólo eso? Ay los malditos tiempos modernos. No todo puede ser el despiyame también existe dominguear en domingo. Desaparecer. Aparecer. Matar mosquitos. Ver videos en Youtube. Hablar de lo que sea.
Pero la realidad es fuerte: tuve que hacer la compra en la Bodega Aurrera de República de Perú. Esa bodega es de los lugares más decadentes y deprimentes del downtown, ¿así debieron ser los súpers en la URSS? Ayer fui a comprar cosas, no me quedaba de otra.
Pero de regreso vi el atardecer desde mi ventana.
Nadie puede robarte el cielo de diciembre en la ciudad de México. Me encanta la ciudad. Días como ayer, anteayer y hoy sólo me confirman que me encanta vivir en esta ciudad. Y me gusta más estar en mi casa. Cenar quesadillas y no hacer nada.
No me agüita el domingo. 
Estoy viviendo uno de los mejores lunes del mes, y estoy robándome todo el vocabulario aprendido en el fin de semana.
Además, ya no quiero ser como Clarice Lispector. Qué tedio, se derrumbó, se acabó, pero hay que decirlo en algún lado: nunca estuvo chido comerse una cucaracha al final de tanta verborrea.



5. Adiós a las subjetividades

—Leo tu blog y no te entiendo. Con eso de que todas las personas que conoces son iniciales, no entiendo nada.
Eso me dijo el señor Constante la última vez que lo vi.
—¿Por qué iniciales? ¿Estás en 1970 o qué?
Me dijo Vicky cuando le di mi crónica de Austin.

Bueno, tengo una noticia:
2016, me gusta para nombrar a todos sin usar sus iniciales. Me gusta para terminar de escribir la novela del Fonca y para seguir siendo una editora bitch. Me gusta para aprenderme un par de diálogos de Niurka y bailar reggaetón. 
No tengo quejas, el 2015 se impone como el mejor año de mi soltería: viajes, conciertos, fiestas de tres días, amores fugaces, nuevas amistades, recapitulación de lo que pienso que soy y a dónde voy. 
No todo está perdido: la escritura sigue, los gatitos durmiendo la siesta siguen, también la cerveza quemada en mi refrigerador.
Hace una semana pensé en abandonar este espacio, pero ahora que lo pienso, no, no lo abandonaré. Me gusta saber que mi escritura cambia. Nunca sabemos a dónde nos llevan las palabras, quien lo sepa miente. Como deseo, como pretensión a corto plazo, quisiera una escritura que busque pegarse a la ficción, dejar a un lado esta parte de bitácora de vida, este lado a veces medio acartonado, intentar lo cursi por lo cursi. 
Y ya, como la canción  de Bowie: Ch Ch Ch Ch Changes.


6. Note voice

*En un susurro que se alarga*: Pulitttttttzeeeeer.


7.

Comencé el año pensando que tenía todo bajo control: cocina limpia, cama tendida, estudio en orden. En algún momento fue subida, bajada, subida, punta y tacón y embarrón de todo. Al final, ahora que lo pienso, fue un gran año. 
Mi cocina llegó a tener una buena cantidad de cervezas vacías y una botella de mezcal rota. La cama llegó a ser un revoltijo durante días y el estudio fue descubierto como el mejor lugar del after. Un nuevo orden de las cosas. Ahora, mientras escribo esto, todo está de nuevo en su lugar. Sólo tengo la marca de una mordida en mi brazo y el cabello esponjado. Puedo sobrevivir con eso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Una sombra creció de una postal en el espejo..." [https://youtu.be/MA39pXfBBRE].