Las caricias pueden estar en las libretas y las plumas de colores, en los collares que venden con piedritas verdes, en todas las cosas que caben en la mano. Pero estoy segura que la verdadera caricia está dando la vuelta al carrito del supermercado, en un movimiento libre la mano se detiene en la cintura, el tiempo se cierra entre los dedos y ciñe el instante que dura en subir y bajar por la curva de una sonrisa vertical en el vientre. Una caricia que es un soplo o un robo perfecto.