lunes, julio 14, 2008


--Todavía estamos a tiempo

--¿a tiempo para qué?

-- pues para todo.

A tiempo para: comer un panecillo con cajeta, tomar un café, y además recoger con una escoba pequeñísima las migajas del sueño que se cayeron o estaban ahí desde anoche.

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Hoy encontré mi libro de Tsugumi, que estaba extraviado, se lo había comido el sillón de la sala.

Una frase:

En el archivo de “noches de verano” que tengo en mi cabeza, guardo negativos de varias noches similares.

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Estuve tomando fotos a través de un caleidoscopio de objetos. Y es como si de verdad pudiera tomar las partecitas más hermosas de cada persona. Un bigote por aquí, una mirada por allá, toda una imagen que se va desenvolviendo en el prisma de espejos, no cubista, pareciera que la armonía se distribuye como la memoria en los escritos, siempre separando la forma del color, el olor del tiempo, la imagen de lo real.

En el archivo de “momentos que no olvidaré” que tengo en mi cabeza, cada foto del caleidoscopio se quedará ahí, como si de verdad acabara de hacer el nudo a un botón y arrancara el resto con los dientes. Los hilos que sobran van a la basura, y todo queda perfecto, en un ordenamiento tal, que sólo los pequeños triangulitos de la cámara podrían acomodar.

En lugar de escribir un te quiero tendría que tomar una foto y así sentirme como Tsugumi meciendo su cabello en la orilla del puerto, sin esperar nada, sólo sintiendo cómo la brisa llena cada noche de verano.

(Perdón, las migajas del suelo. Es que la eñe está junto a la ele.)

1 comentario:

Anónimo dijo...

El caleidoscopio es como la vida, ¿lo recuerdas? Algo así dice ese loco de Turín que nos gusta y nos seduce. Mmh tiene razón en esto de la pluralidad de las cosas, la pluralidad de la vida, los miles de sentidos que se abren con una frase, sólo con una frase. Esa que es como un "botón", como tus botones que dejan los hilachos sueltos y las prendas sueltas, y todo suelto cuando faltan. No me gustan los botones, ninguno. Me gustan esos triangulitos con los que arrancas a la realidad algo que se convierte de pronto en excepcional.