lunes, septiembre 22, 2008

Hace menos de una semana se murió mi abuela.

Le dio un paro respiratorio por el enfisema que tenía y su corazón, aún así, siguió latiendo incluso después de su muerte, después de veinte minutos sin respirar, poco a poco su corazón se apagó del todo, poco a poco se fue enfriando de sus manos.

No sé si eso les pasa a las demás personas que enferman de cualquier cosa que no sea el corazón, pero me sorprendió mucho que su corazón, como el de Poe, siguiera vivo unos minutos más. También me sorprendió verla muerta, la sorpresa ante la muerte del otro es inevitable porque no puede ser que el otro haya muerto, eso pasa por mi cabeza “no puede ser que esté muerta”. Y su cuerpo era parecido al de Frederik, hay algo en la muerte que hace a los cuerpos similares, la ausencia del otro se hace evidente en los cuerpos una vez que no responden, ya no más, ya no más, ya no más.

Días antes de morir me dio a su gatita Anubis.

Anubis se dio cuenta de su muerte y comenzó a correr como loca de un lado a otro, se subió a uno de los libreros y estuvo inquieta hasta que se fue ese miedo invisible. 


Mamá Yuyis, te extraña tu tita.

1 comentario:

Octopus Queque dijo...

Idalia, te mando un abrazo, uno muy fuerte. Me conoces, no sé qué es lo apropiado para decir en estas situaciones, pero sé que un abrazo es la mejor acción. Pronto espero dártelo en persona. Te quiero.