lunes, abril 27, 2009

Hoy fui a mi antigua casa.

La casa en donde viví toda mi infancia desde un año hasta los trece.

Despué esa casa la habitó mi abuela y cuando ella murió mi tía conservó todas las cosas como si un día mi abuela fuera a llegar; su cama usa la misma colcha, su taza para el café está en la alacena, su pastillero y su peine están en la cómoda, en fin, todo sigue como si ahí viviera mi abuela, cuando en realidad nadie vive ahí. Sólo mi tía ocupa esa casa cuando viene de Puebla y hoy me invitó a comer.

Mi antigua casa tiene cosas que nunca cambiaron cuando mi abuela se cambió a ella. Como los pisos, los techos altos, el tapiz de los cuartos, las cortinas, la cocina y el baño.

Hoy que entré al baño al cerrar la puerta ésta se atoró al cerrar, y recordé que esa puerta siempre estuvo caída y nunca cierra, se atora antes de cerrarse y hace un ruido porque choca con el piso. Hoy escribo por ese ruido. Porque estuvo conmigo todos esos años y hoy vino a mí primero como una sorpresa pero después como un viejísimo recuerdo. De golpe recordé que era imposible encerrarse en el baño, después recordé mi cuarto, las cosas que pegaba en la pared, el cuarto de mi hermana, las veces que jugaba en la sala, mi gata Oasis, la Copilli, de pronto era una aglomeración de imágenes que se dieron en ese espacio y que ahora ya no es, que un día dejó de ser. Y pienso que al menos ese ruido de la puerta sigue, ese piso de colores, que tal vez si no estuvieran no podría recordar las cosas como sucedió hoy.

Sentí algo parecido a la tristeza pero al mismo tiempo una alegría muy por adentro de los recuerdos, el pensamiento de... bueno, esa casa tiene recuerdos que me hacen ser, es así. Por instantes tuve a los playmobil encima del piso verde, delimitando sus casas en cuatro por cuatro mosaicos. Y ese recuerdo es mío ya por siempre.


1 comentario:

erato dijo...

Las casas de las abuelas siempre son especiales. Por cierto muuuucha felicidad para ti aunque llegue tarde, Marie.Besos desde el sur de España