martes, diciembre 25, 2012

El camino en carretera siempre entristece.
Desde que soy niña viajar horas sobre la carretera me pone nerviosa.
Hoy estoy segura que la molestia es pensar. Estar en carretera me hace pensar todo el tiempo.
Quién soy, por qué soy así, qué estoy haciendo, qué haré.
Tengo 28 años. Y me siento una auténtica treintañera, no me da pena aceptarlo. En la carretera de regreso a la ciudad de México no dejaba de pensar en este año.
Este año estuvo marcado por: volver a casa. Cuando aterrizaba en el aeropuerto de Barajas, pensaba en lo frágil de ese momento, volver a mi piso en Santa Brígida fue "volver a casa".
Pensé en lo diferente que es hacer viajes en Europa cuando uno vive en ese territorio en donde volteas y ya estás en otro país. Recuerdo que la vez que regresamos Alberto y yo de París, tomamos el metro, eran las seis de la tarde y antes de llegar a casa pasamos al súper a comprar pan y huevo. Porque claro, no cambiamos de horario, no hicimos 12 horas de vuelo, y así es regresar de París cuando uno vive en Madrid, no traíamos más que una maleta en la espalda porque no se puede llevar casi equipaje si vuelas por Ryan air.
Si tuviera veinte años pensaría que este año fue el mejor de mi vida, pero no es así, fue muy bueno, fui muy feliz, pero viajar no es lo mejor de la vida, viajar es parte de mi vida. Y es la primera vez que veo esa diferencia, antes yo viajaba porque tenía la voracidad de conocer, de beber, de ir y venir, de aprehenderlo todo como si fuese una esponja. Y ahora pienso que quiero hacer viajes más puntuales, vivir una ciudad, adentrarme a lo que no es turístico, descifrar qué es lo que hay qué hacer, cómo vive la gente y caminar, pero sobre todo compartir. Y este año estuvo repleto de estos viajes sin turismo, viajes sólo para tomar un vino en un restaurante, caminar junto al río, disfrutar de un pedazo de sol en una helada primavera, comprar ropa de diez euros con una amiga, entrar a HM, visitar el outlet de Mango y Fuencarral, caminar cotidianamente por Fuencarral hasta Gran vía.
Recuerdo con cierta nostalgia aterrizar en Barajas y ver el páramo. Barajas está a las afueras de la ciudad y no hay edificios, no hay nada, un par de casitas por ahí.
Pensaba todas esas veces en la ciudad de México, en lo espectacular que es aterrizar en esta ciudad, pensaba que mientras no aterrizara en México, no podría decir "he vuelto a casa".


Regresamos en carro de León Guanajuato a la ciudad, evidentemente no nos dan ganas de pasar a comprar pan y huevo. Llegamos fulminados, por el sol que hacía en la carretera, el tráfico y la nube de pensamientos que están ahí. ¿Qué voy a hacer?
Tengo que escribir. Tengo que escribir.
¿Por qué cuando me repito a mí misma "tengo que escribir" pienso en mi amigo Frederik? No lo sé.
Comencé a escribir una novela. Ese día después de la carretera pensé en escribir una historia, no sé hacia dónde va, no sé por qué, sólo sé que lo quiero hacer y eso es suficiente.
Frederik estaba en mi mente, con su mirada de no estoy entendiendo, con su mirada de qué estás haciendo y por qué.
Escribí y escribí. Me puse triste. Pensé en mi blog, pensé en "mejor escribo en mi blog". Pero este espacio es diferente, es para relajarme.
Me pongo a buscar en mi archivo.
Encontré esta entrada que ahora pongo aquí. La quiero dejar en este momento porque ya no estoy con Rita, ya no estoy en ese cuarto y la transformación me parece lejana pero aún sigue dentro de mí.

Estoy escribiendo con mi laptop en el comedor de mi casa. En este aburrido 25 de diciembre. Es aburrido porque es como domingo, porque no hay muchas cosas qué hacer, porque de alguna forma estamos obligados a reposar, a tomar estas vacaciones y no quiero reposar, y no quiero tomar vacaciones. Estoy escuchando a Nick Drake y después a Chilly Gonzales. Las flores que me compró Alberto están abiertas y su olor impregna toda la estancia. Tengo una casa muy bonita, lo digo en serio, estoy viendo todo a mi alrededor y pienso qué bonito es.
Tomo el libro de Legátova y comienzo a leer mis subrayados:
Su día era una canción alegre que acababa por las tardes en forma de fanfarria triunfal con la vuelta de su marido. 
Para todo hace falta talento. Incluso para la felicidad.



19/06/2008


Me gusta el sabor de las galletas marías cuando se hacen viejas y blandas. Ese sabor y el té de cereza negra son la medida de mi felicidad.
Por la tarde fui a recoger mi computadora y algunas cosas al departamento.
Hablé con el mecánico que está arreglando mi estéreo y me dijo que estaría listo en quince minutos o media hora.
Entré a mi cuarto y me puse a releer un libro que me gusta mucho, La transformación de Květa Legátova. Pensé que mientras podría leer un poco ese libro y recordar frases subrayadas. Lo tenía encima de mi cómoda porque me lo acaba de regresar una amiga a la que se lo presté. Hace casi un año que leí ese libro y esa transformación mía que comenzó en julio del año pasado sigue todavía en camino, marchando como la imitación que hago de los soldaditos, los buenos momentos han marcado el año entero.
Buenos momentos que de pensarlos me estremecen.
Pequeños detalles se acomodan día con día, y sin duda no soy la misma.
Ayer y hoy estuve pensando en Frederik. Más bien me venía mucho a la mente una frase que él me decía mucho para señalarme alguna cosa por hacer. “No es por intrigar pero…” Su recuerdo viene y se va. No es por intrigar pero sería mejor ir preparando la exposición. No es por intrigar pero creo que deberías mandar ese texto. Sí, lo extraño. En momentos me asombra. Y sólo se queda en mí, una y otra vez, cómo pudo ser.
Después de todo decidí no despegar el calendario 2007 de mi cuarto.
Porque en esos días toda mi vida ha cambiado, esos días no se despegaran nunca de mí, porque son como lágrimas que se pronunciaran siempre en mi recuerdo.
No sé si soy mejor persona, pero sí sé que me alivia sentirme ligera.
Me doy cuenta que he aprendido a no enojarme.
Desde hace dos años pocas cosas me molestan. Y eso me hace más ligera. Mis pensamientos son frases sencillas, y al ser sencillas no me lastiman, no tienen esas aristas que tienen los pensamientos rebuscados que se entierran como las uñas, se clavan como un dolor imperceptible que al final resulta cansado, inútil. Antes así era. Y todo el tiempo me quejaba, me ponía triste, y también escribía, pero sobre todo porque me sentía hostigada por pensamientos tontos.
Ahora más bien me siento impregnada de recuerdos que surgen sin que me dé cuenta.
Las frases que subrayé en ese libro me siguen pareciendo maravillosas.
Me hice un ovillito y deseé quedarme así hasta el fin de los tiempos.
De pronto, sentada en mi cama, leyendo ese libro, el tiempo me tiene sin cuidado. El departamento adquiere un color anaranjado por eso de las seis, y de pronto vi que Rita, mi gata blancuzca, se me acercaba con cierto sigilo, como si le sorprendiera verme sentada con tanta quietud, nada de prisa, simplemente releyendo partes del libro. Alcé la mirada y la vi a través del espejo, me veía con asombro y sus pupilas estaban pequeñísimas en una fina línea negra, sus ojos eran más azules que las tapas del libro.
Vi mi cuarto y sentí que ese era el último momento en que veía mi cuarto tal como siempre ha estado. Sentí que ese cuarto nunca volvería a ser tan mío como hasta entonces. La transformación también avanzaría sobre mis cosas. Cada día irá mudando, hasta quedar vacío de mí, solo sin mí, ese cuarto que ahora comienza a terminar.
Y sentí la tristeza que acompaña todas las despedidas.
Rita saltó a la cama y se me acomodó en mis piernas. Me quedé con ella hasta quedar casi a oscuras. Me dieron ganas de llorar, pero mi propia felicidad se inclinó hacia mí con el ronroneo de Rita y estuve muy bien, pensando que nunca estamos del todo preparados para que terminen las cosas, cualquier cosa, incluso una tarde, una caricia, un libro.



lunes, diciembre 17, 2012


Los invito a la presentación del libro Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo en donde colaboré junto con Paola Uribe con el texto "Entre el drama y la explosión: Gerardo Naranjo" ahí analisamos la obra cinematográfica de Naranjo. Este texto lo escribí al mismo tiempo que el relato "Voy a explotar". Estoy muy contenta que dos textos que escribí en 2012 vean la luz en este mismo año. Estoy tan contenta que hasta me dan ganas de desearles feliz navidad y año nuevo, así que lo haré:
Felices fiestas.

miércoles, diciembre 12, 2012



Esto es el presente.
Voy a explotar.
Finalmente lo que tenemos es esto: la palabra escrita que no se aburre nunca de nosotros.
—¿Quiénes nosotros?



1. "Voy explotar" fue ilustrado por mi amado amigo Ismael Angeles (@ishcorp) y juntos decidimos meter el relato y la ilustración al concurso que organizó Opticks Magazine y quedamos seleccionados para formar parte del libro que hoy se presenta en Valencia. Me encanta la idea de que este relato tan personal y entrañable haya sido:
uno. Ilustrado por Ismael es amor.
dos. Publicado en Relatos ilustrados opticks.

2. Este texto lo escribí estando en Madrid. Un día mientras el calor me tenía un poco lenta y la Biblioteca Nacional pasaba por una calma chicha días antes de que activaran el aire acondicionado y las puertas estaban abiertas y el sudor de las personas comenzaba a oler... me sentía aburrida, aburrida, aburrida. Detesto sentirme aburrida pero no podía hacer nada al respecto porque cuando leía no entendía y cuando escribía me sentía a punto de explotar... hacía tanto calor y el sol no se iba a las siete ni a las ocho ni a las nueve de la noche... Aprendí que en Madrid, como en otros lugares de Europa, la noche no existe en verano.
Y eso es terrible para una mexicana que vive todo el año en primavera. Es terrible tener que hacer cosas porque el sol no se pone, y es impresionante cómo el cuerpo responde a ese estímulo de la luz solar.

3. "Voy a explotar" es un relato que escribí al mismo tiempo que redactaba un análisis sobre la película de Gerardo Naranjo del mismo nombre. Estando en Madrid me mandaba mails con Paola y a cuatro manos escribimos un ensayo que se publicó este mes en el libro: Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo editado por Cineteca Nacional y Estudio Paraíso.
Vi tantas veces "Voy a explotar" que me aprendí de memoria varios diálogos, y en la nostalgia que sentía por México viviendo en Madrid, siempre que escuchaba la voz de la protagonista decir "Pinche Martha desde que te fuiste a México todo me sale mal" pensaba qué ganas de escuchar mexicano, qué ganas de escuchar algo tan cotidiano como pinche Martha.


lunes, diciembre 10, 2012

Cosas que pasan:

1. Salir en la estación Potrero y que un cuate con traje al que le están boleando los zapatos en una de esas casitas en las que te subes, voltee a verme y me grite: ¿Qué camión buscas chaparrita?
2. Viajar en metro con un pantalón amarillo y darme cuenta que sólo yo traigo un pantalón amarillo en el andén.
3. Recordar que cuando me enfermaba de la cara (realmente me enfermaba de la cara) mi papá solía llevarme al hospital la Raza y él se ponía a leer sus novelas sobre Pericles mientras yo lo observaba y pensaba que algún día viajaría en metro leyendo una novela.
4. Viajar en metro sin leer novelas.
5. Comer con Ishcorp y que me pregunte si desde que volví a México nuestra relación cambió para bien o para mal.
6. Tomar mezcal.
7. Estar nerviosa por la presentación del domingo.
8. Pensar que todo es absurdo.
9. Recibir un correo de mi asesor de tesis.
10. Que todo esto pase en un sólo día.


sábado, diciembre 08, 2012

Exposición-concierto




El domingo 16 de Diciembre de 2012
Están invitados a participar en la exposición-concierto que haremos Graciela María, Pilar Córdoba Longar y yo. La cita es en el Sep's Sonora a las 19:00 hrs.

Yo estaré presentando arte-postal, collage, un libro de historia natural que intervine y este huaje que hice exclusivamente para la exposición de Idilios Naturales que coordina mi amigo Ismael Angeles pero que forma parte del proceso creativo de este año.

Me dará enorme gusto verlos por allá.