miércoles, enero 23, 2013

Hoy me regalaron unas habichuelas mágicas.
En realidad son unos frijoles saltarines pero son tan mágicos como las habichuelas.
@ishcorp me contó que cuando era niño su papá le traía estos frijolitos que con el tiempo de marchitan o le salen polilla, pero mientras están vivos se mueven con el calor y con la luz del sol saltan mucho. Son unos frijolitos partidos a la mitad y son muy hermosos porque en serio son mágicos. Basta tenerlos en el puño cerrado para sentir su vida. Es impresionante. Quiero decir: es impresionante sentir la vida de una semilla en la mano cerrada. Yo también hubiera querido tener un papá que me trajera habichuelas mágicas que saltan con el sol y se mueven en la mano cerrada porque estoy segura que hubiera inventado algo así como que soy capaz de mover los frijoles con la mente. También hubiera inventado que esos frijolitos son mi poder mágico. Desde hoy lo son. Por eso esta entrada está escrita sólo con mi dedo índice izquierdo y mi mano derecha, porque tengo el puño cerrado y se mueven mientras escribo todo esto como si supieran que alguien los enuncia.

Verdades del día:

Existe un papá que regala frijoles saltarines a un hijo.
Puedo pasar viendo frijoles en la palma de mi mano al menos unos quince minutos hasta que se enfrían y necesitan más calor.

También volví a ver Moonrise Kingdom en el Cine Tonalá.
Y:
Amo cada pequeño detalle de la película: como el amarillo. Observar todas las cosas que hay en amarillo.  Y que desde la primera escena de introducción, mientras pasan los primeros créditos, ya está anunciada toda la película.

De regreso a mi casa, manejando sobre Amores me doy cuenta que ese camino de vuelta a casa se ha convertido en una especie de mantra en estos últimos años, siempre que manejo por esa avenida hay una reflexión o algún comentario me pasa por la cabeza. Me gusta mucho Amores, hay muchos edificios que me gustan, que me hacen pensar cómo sería mi vida si viviera en ese lugar...  Hoy recordé que una vez, hace muchos años, venía en el carro con mi mamá y me dijo que pasando una casa que siempre tiene la luz iluminada y está casi esquina con la glorieta en donde se puede uno ir hacia Av. Coyoacán o División del Norte, siempre en esa casa pensaba dos cosas: Que la luz del portal de esa casa le daba la impresión que estaba habitada por personas muy conservadoras, y que pasando esa calle sabía que faltaba poco para llegar a casa. Claro faltaba poco pensando que mi mamá estaba manejando desde el norte de la ciudad, cuando daba clases en Naucalpan. Cuando pasé hoy por esa casa me di cuenta que habían cambiado la fachada y que esa luz que estaba prendida ahora había sido cambiada por un faro diferente que en lugar de dar luz cálida da una luz blanca. No me sentí más cerca de casa porque había mucho tráfico pero pensé en mi mamá y en los cientos de veces que pasamos juntas por ahí siendo yo su copiloto. Esta vez traía los frijolitos en la bolsa de mi abrigo, puede ser que por ahí me hallan brincado tantos recuerdos.
Y venía escuchando Le temps de l'amour.