viernes, mayo 31, 2013

Se termina mayo.
Qué bueno que se termina, este año de la serpiente, en mes serpiente siendo yo una rata...
ha sido un poco bastante mucho.
He escrito más de lo que he pensado en este mes. De todo, desde las minihistoria que viene detrás del cereal, pasando por fichas, Orozco, reseñas, etcétera...

Varias cosas importantes:


1. El Museo de Arte Moderno tiene la exposición Enrique Bostelmann: Imagen: Espacio inagotable.

La curaduría estuvo a cargo de Eugenia Macías y Elva Peniche. Está increíble la expo, hay unas fotografías que vale la pena ver en vivo. La exposición se divide en dos importantes ejes temáticos: Paisaje del hombre y La ola es agua y también escultura, que se complementan por un tercer apartado El despliegue de la imagen.

La ola es agua y también escultura, es una frase con la que Mathias Goeritz describiría la destreza de Bostelmann por unir la fotografía con otras disciplinas y artes plásticas, y por eso da título al segundo eje de la exposición. Ahí están las fotografías impresas con serigrafía o montadas en soportes tridimensionales, así como instalación y arte objeto.

2. Ayer fui a desayunar con Isolda a un restaurante que se llama Alverre. Ella pidió molletes y yo huevos vegetarianos. Me moría de ganas de comerme sus molletes pero debo resistir, aunque siento que como los alcohólicos, siempre que vea unos molletes querré comerlos en ese instante, o sea, nunca se me irá ese deseo de comer todo lo que engorda, pero como reza el lema, sólo por hoy no comeré pan, sólo por hoy no comeré ese chocolate, sólo por hoy no iré al refri y me comeré todo el queso Oaxaca.

Mi hermana tiene 22 años y estudia veterinaria. Pero cuando platico con ella siento que es mi hermana mayor y yo la menor que escucha lecciones.
Cruzamos la plaza de Coyoacán rumbo al cajero de Banamex. Y paseando con Isolda le digo que lo mejor de ir a desayunar con ella y platicar y comentar las trivialidades que sucedan, es tenerla a ella, que ella, Isolda, sea mi hermana. 

3. Al bajar de la azotea me encontré con unos vecinos que me preguntaron por la salud de Alberto, les dije que estaba bien, recuperándose, me dijeron que me podían prestar películas porque tenían muchas, les dije que sí. Fui con Alberto a seleccionar películas y conocí a su mascota, Manfred Albrecht Freiherr von Richthofen, alias Jimmy, un conejo café que nos miró con curiosidad y después echó a correr.

No cabe duda que cuando yo le puse a mi gata Pavlova Akmatova Duncan Klosovitz, nunca imaginé que hubiera un conejo con un nombre tan ocioso y largo, ni más ni menos, que el del Barón Rojo.

4. El sábado por la noche fue una fiesta en el Barco. Invité a Isolda. Gaby estaba invitada también así que nos fuimos juntas. Benjamín, que es vecino de Paola, cumplía años y aprovecharon para hacer un reventón, grande grande, carpa, sonido, iluminación, etcétera. Fue muchísima gente, tocaron tres bandas, entre ellos la banda de Paola y Claudia que se llama Poder de Greiscol con un set de batería y bajo que me dejó impactada de lo bello que fue. Nunca hubiera imaginado tan buen diálogo, me gustó mucho. Después tocó un grupo que se llama Les Moustaches: increíble, me encantó lo que tocan esos chavos porque era entre rock y blues. El vocalista hacía aspavientos y cantaba muy bien, terminó empapado en sudor de los brincos que daba, cuando terminaron comenzó a llover fuerte y toda la gente se comenzó a amontonar en la carpa. Yo me quedé un rato observando a toda la gente que estaba ahí y me aburrí muchísimo. Las cosas que podía platicar con Gaby o con Isolda ya habían sido platicadas, las tres estábamos tratando de no mojarnos y resistiendo al frío con los brazos cruzados. ¿Qué estoy haciendo aquí?

5. Por la mañana fui con Alberto a comprar unas plantas a Río Magdalena. Compré una celosía y una siempreviva. Las dos las regalé; una a Gaby y otra a Benjamín porque fue su cumpleaños.

Comimos en Mibong y vimos a un actor mexicano en el restaurante. Alberto y yo nos portamos como adolescentes y comenzamos a pensar en qué películas salía, hasta que recordamos que era el Cochiloco en la película de narcos.
En Mibong tomamos un café y Alberto un té de arroz. Junto a nosotros había una pareja de franceses, hablaban rápidamente y Alberto y yo nos veíamos a los ojos como diciendo qué estarán platicando. Todo ese rato fue plácido, no teníamos prisa y nos tomábamos lentamente el café y el té. En ese momento hubiera podido decir soy muy feliz. Y en verdad lo soy, aunque llegue el domingo y haya olvidado por completo qué hice.

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