sábado, diciembre 07, 2013

Hace frío.

Dicho esto puedo resucitar mi blog.

Ahora viene la verdad:

Todos los meses que invertí en trabajar un protocolo de doctorado se reducen a cero. No fui aceptada en el doctorado en historia del arte. Tengo la visión de mi asesor encendiendo un cerillo y acto seguido apagándolo con la mano, mueve la cabeza negativamente y en una mueca me dice: “ya te gastaste una, sólo hay un cerillo más en la cajita”.  Me observa haciendo los ojos chiquitos. Yo me doy la vuelta. Quizá no sea necesario encender esa cerilla, quizá un día un costal de chiles secos sea una solución a un problema que no es tan grande.
Tampoco me dieron la beca de residencia artística para Beirut.
De cualquier forma este mes me he divertido y he trabajado como si fuera acabarse el mundo, como si de verdad fuera a suceder todo en un abrir y cerrar de ojos.
Bestia festival fue un éxito.
Los libros que edité en Estudio Paraíso están por salir.

Lo más importante del 2013 no fue el trabajo, no fueron las desveladas, no fue el protocolo no aceptado, fue ser cortazariana.
Encontrarme con mi ser de nuevo.
Comencé a ser cortazariana cuando me di cuenta que mi vida estaba llena de casualidades, que todo lo que ocurría a mi alrededor parecía mágico. Y lo era.  Las personas que conocía, cómo y por qué las conocía eran de alguna forma enviadas  especialmente para mí. Después aprendí, leí, me emocioné con la teoría psicoanalítica de Lacan y Freud y dejé de ser cortazariana. Todo tenía un por qué, una razón, nada era fortuito y casual todo era consciente o inconsciente.  Si el mundo se divide entre lo consciente y lo inconsciente no hay cupo para decir esto fue una casualidad, esto sucedió de una forma que no tiene explicación.
Guadalajara fue una casualidad este año. Pero se une a la casualidad de que de nuevo soy cortazariana, ya no creo en el psicoanálisis, ya no creo en que la posibilidad de que todo está dicho a través del lenguaje y todo tiene un por qué en la consciencia. No creo más en Lacan, creo en la posibilidad de cada cosa. Creo más en la astrología y en la atracción de una luna llena aunque parezca lo más soso, me gusta pensar en las estrellas como astros que ejercen una fuerza sobre nosotros. Comencé a creer de nuevo en mi vida de forma cortazariana y todo comenzó a modificarse tiernamente, amablemente.

Casi no voy a la feria este año. Casi no me encuentro de nuevo con Cortázar. Casi me vuelvo a quedar entre dos caminos sin tomar alguno. Este año decidí tomar el camino. Y aunque ahora podría comenzar esta entrada de la forma más pesimista y reducir todo a que no estaré en un posgrado… pensándolo con la cabeza más fría no me importa, es una casualidad tan grande como encontrar el rostro de Cortázar en todas las esquinas de la feria, como llegar a un restaurante y leer una frase de Rayuela en la carta, como pensar que sí, que andaba sin buscarme pero sabiendo que iba a encontrarme.
Este mes me he encontrado a mí misma. Me encuentro transparente y haciéndome de nuevo la pregunta quién soy y hacia dónde voy. Cuando parece que nada tiene sentido, no es así.  En este momento Agustín Lara comienza a sonar en mi i-pod:
Amor de mis amores, sangre de mi alma.
Permite que ponga toda la dulce verdad que tienen mis dolores.
Para decirte que tú eres el amor de mis amores.
Esto tampoco es casualidad, en el fondo la alegría que siento es porque me siento enamorada de las cosas que hago y sé que están bien y sé que mi trabajo es hermoso porque estoy poniendo un pedacito de mi alma en ello. Me gusta pensarlo así y escribirlo. Este blog también es de las cosas que más disfruto aunque haya quedado en silencio tanto tiempo, es tiempo lo que ahorita me sobra.
La fiesta en Guadalajara es top de los niveles, tipo Vegas, yara yara… y esas frases que uno escucha cuando está en la feria entre ilustradores y María Fernanda y Abril y mi editora favorita, Andrea Fuentes.
En Guadalajara no hace frío, todo es bello y hay cuartos con agua caliente, hay grafiti en la calle y brontohamburguesas en la esquina; coctel en domingo, bailongo en lunes y cena de navidad en martes.
Tuve una mascota de cuarto, una pequeña lagartija que se escondió en el mueble de la tele.
Guadalajara también fue la exposición de Michal Rovner en el Hospicio Cabañas.
Siluetas caminando monótonamente, fusionándose, girando en un loop infinito sobre piedras o sobre la pared. Una exposición un poco ominosa porque hay una crítica a ese giro del ser humano que revela nuestros caminos abriendo y cerrando círculos. La crítica a la modernidad sigue siendo a fin de cuentas el tema de los artistas contemporáneos... pero lo que me importa ahorita es mencionar que ya está en línea el número que coordiné con Mafer y Abril de Reflexiones Marginales, de verdad espero que todo mundo lo disfrute porque son textos muy amenos y ahí escribí una reseña sobre Matías y el pastel de fresas.


Al regresar me quedo pensando que estar ahí fue como un recuerdo hecho con la estética de Isol: un sueño que brilla en la oscuridad, una nube, un dibujito de un globo, un corazón con alas. 

1 comentario:

Abril Castillo dijo...

Eres grande, Idalia. Y te quiero mucho.