lunes, agosto 04, 2014

Alberto me preguntó: ¿Me quieres?

Abril me preguntó: ¿Será este un verano inolvidable?

Ismael me preguntó: ¿Vendrás a mi casa antes de que me vaya de vacaciones?

María Fernanda me preguntó: ¿Crees que debamos hacer público el blog?

Maritza me dijo: Esta máquina te contará muchas historias.

María Holley me dijo: Invítame a pasar un fin de semana a tu casa.

Grace me dijo: Las nubes aquí están más cerca que en Berlín.

Paco me dijo: A veces no sé si me gusta cómo dices las cosas.

Manuel me dijo: Eres una niña de piedra.



Yo les digo:


Claro que te quiero.

El verano inolvidable es un verano de ecobicis a toda velocidad en el carril del metrobus.

Quisiera que todos me invitaran un día a su casa para pensar que vivo unas falsas vacaciones de verano.

No importa si no es público, al final nuestras palabras están haciendo un recuerdo que se asoma y que comienza a mutar en la medida en la que pasa el tiempo. Nos alejamos de las primeras entradas, de las epístolas. Quizá la única salida es improvisar, una larga improvisación de frases, ideas y pensamientos incompletos.

La Olivetti azul agua es la materialización de la nostalgia.  Tic tic tic tic…
Impresión de letras, algunas más oscuras que otras, errores gráficos, imprecisiones, espacios entre letras no deseados.

Los fines de semanas son ruidosos. Más de lo que uno podría imaginar. En República de Cuba se concentran al menos 4 bares: La excelencia, La perla, El río de la plata y Del otro lado del río. En el cuarto piso se escucha todo, siempre hay una hora de la noche en donde tocan Wish you were here, también le llega el turno a Rata de dos patas, también se escucha Yo no sé mañana... Cuando estoy muy cansada cierro los ojos y me concentro en escuchar la fiesta de afuera, entonces me imagino a mí misma en alguno de esos bares, cantando con la gente, bailando, gritando la letra de las canciones... así hasta que sin darme cuenta estoy completamente dormida.

Las nubes que se acercan a la torre latino son el mejor descubrimiento del año.
Hay diferentes nombres de nubes, sólo que no recuerdo su nombre.
En segundo de primaria en la misma lección del sembrado de frijol, en el bote de gerber con algodón, también estaba aprenderse el nombre de las nubes.

A veces no debería decir nada. Siento que debo reservar las palabras que salen por la voz como si fueran escritura del aire.

El otro día sobre Reforma comenzó a llover. Los rayos caían a lo lejos y tronaban. A las seis de la tarde hay mucha gente en la avenida y no todos traían paraguas.
Llegué a mi casa empapada. Las bicis de enfrente aventaban agua que me mojaba la cara más que la lluvia que me caía directamente. Entendí para qué sirven las salpicaderas. En la Alameda todos se mojaban igual que yo y a nadie parecía importarle. Al final sí, la lluvia me dejó bañada pero había muchas personas que también estaban mojándose bajo la misma lluvia y nadie tenía prisa por llegar a algún lado.
Decidí bajar la velocidad, llegar con calma, disfrutar la lluvia, pasar a la tiendita y comprar tortillas de harina para cenar.



Ahora mismo:
La gran nube negra se está comiendo a la nube blanca mientras la empuja al sur.
Acabo de acomodar unos libros sobre el burro de planchar mientras me arreglan los libreros.
Estoy tomando una copa de vino y al parecer todo está en calma, adentro y afuera.
La voz de Kurt Cobain se pone en el random del iPod.
El unplugged de Nirvana siempre es una casualidad.
Este es el verano.
Ahora llueve, mañana hace sol y quizá después llueva y haga frío y el clima seguirá oscilando como el vuelo de una mosca.



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