domingo, junio 21, 2015

And the bright rings we got in summertime, seemed like a breath of fresh air back in the summertime




1. Ya es domingo de nuevo.
Y mi mente sólo quiere volver atrás.
¿Qué hice la semana pasada?
¿Tenemos que recordar el domingo pasado y el pasado y el pasado? O será que simplemente el tiempo pasa y no sucede nada en domingo. ¿No sucede nada?
¿Se puede retener lo del domingo pasado o se esfuma en el olvido?
Unas palabras en mi libreta blanca:
Ojalá pudiéramos borrar el pasado como se borran las palabras, ojalá pudiéramos tacharlo al menos.



2. —Estas últimas semanas he sentido que el tiempo se evapora.
—Sí y no.
—Siento que se me está yendo la vida.
—Sí y no.



3. Desperté a las siete y me quedé viendo el techo blanco.
No puedo dejar mi mente sin que los pensamientos comiencen a surgir. He comenzado a adquirir una conciencia sobre los primeros pensamientos que tengo por las mañanas, aquellos que sólo surgen de algún sueño o del sueño mismo, sin más, sin que sea el resultado o la concatenación de otros pensamientos.
Desde que abro los ojos me gusta sentir cómo las palabras empiezan a manifestarse, como si mi cuerpo no pudiera quedarse en un puro-sentir, un estado neutro, sin tener que entrar en el lenguaje.
Me acordé de un fragmento de Los amores ridículos.
(Lo sigo leyendo. A ratos en el metro, a ratos mientras espero, a ratos acostada en mi cama.)
Klara está desnuda encima de una cama. Está en un ático que tiene un techo inclinado. Hay una parte en la que no se puede caminar porque te pegas en la cabeza.
Klara está acostada viendo el techo. No ocurre nada.
Yo desperté con mi piyama de rayas blancas y negras.
Siento que las personas que duermen desnudas es porque están en una película o ahora, y eso porque lo acabo de leer, en un cuento de Milan Kundera.



4. No hacer nada. No pensar en nada. Que la acción de ver el techo sea un acto digno de la literatura.
No hay ático, sólo una ventana que me gusta mucho.
Enmarca la torre Latino. Entra una luz blanquísima.
Estoy sola y pienso que todo es perfecto así.
Ventana, cortina blanca, edredón hasta el cuello, primeras luces rebotando en el espejo.
Y un silencio extremo.
Me gusta abrir la ventana y regresar al edredón.
Sentir que entra el aire frío. Sentir el futón: sólido, duro, roca.
Quiero quedarme más tiempo instalada en ese momento de la mañana.
En donde no ocurre nada. Sólo ocurre el amanecer y el tiempo. Así es la existencia: sin nada.



5. Tuve una plática con G.
Me decía que de ahora en adelante sólo me pasará la música que escuche a través de Spotify.
—Abre tu cuenta y paga tu mensualidad.
Esas fueron sus palabras. Y eso hice.
Ya tenía cuenta sólo que hacía mucho no la ocupada.
Pagué tres meses de Spotify premium y comencé a hacer una playlist.
Coco Rosie, Portishead, Stone temple pilots, Smashing, Radiohead.
Revisaba listas de música. Agregaba algunas, eliminaba otras que después sentía que no soportaría escuchar por mucho tiempo.
Bob Dylan, Cowboy Junkies, Dean Blunt, James Blake, Nick Drake.
Hacer una playlist en donde las canciones no estén vinculadas con los recuerdos es una labor, hoy en día, prácticamente imposible. Porque ¿qué soy sino el reconocimiento de mí misma a través de recuerdos? A principios de esta semana salió una canción del nuevo disco de Beck. Leí un tweet que decía: corro a escucharla antes de que esta canción esté vinculada a un alguien que esté por romperme el corazón.
Recuerdo Figure 8 de Elliott Smith. Recuerdo el año que ese disco estuvo en mis manos. Recuerdo que era diciembre y G. tenía un fleco que le enmarcaba las cejas. Estaba sentada en la sala negra, cantaba "Between the bars", traía puesta su playera de David Bowie.
¿Se le pueden encimar recuerdos a un disco? ¿Cuántas capas de recuerdos puede tener la nostalgia en un solo objeto?



6. Después de todo lo más importante que nos ha pasado es la juventud. Así se titula un cuento de una alumna mía. La semana pasada tuvieron que entregar su cuento como parte de la calificación de Taller de Lectura y Redacción, materia que imparto en la preparatoria Lancaster.
¿De qué trata el cuento? De L., una chica de 15 años que no puede dejar de pensar en A., el chico que pensó que era su alma gemela. Y aunque se han separado y cada uno ha tenido a otras personas en sus vidas, L., la protagonista, no puede dejar de pensar en él. "¿Cómo dejar de pensar en cuando íbamos al Starbucks y él siempre pedía un Alto Green Tea Late?" Esa es una frase hacia el final del cuento que me conmovió porque qué somos si no el recuerdo de lo que al otro le gustaba hacer, tan trivial como tomar un café en el Starbucks.
¿Hay algo más genuino y cercano que la medida del café?, ¿sin azúcar, con leche light, con un shot extra?
Después de todo lo más importante que nos ha pasado es la juventud, frase que nunca más aparece en el cuento. Le da título y ya. Un título largo para una historia de amor, que tiene un final abierto:
"Ayer nos vimos. No sé qué pasará".
Antes pensaba que los mejores títulos son los más cortos.
Después tuve una plática con el editor de TA, ¿son mejores los títulos de una o dos palabras? En general me preocupa la caja de texto tan pequeña que tiene la portada de los libros del Fondo Editorial Tierra Adentro, no acepta títulos muy largos, es una cuestión de diseño. Esa vez comenzamos a enumerar los títulos largos que recordábamos. Eran muchos, y todos muy buenos: Museo de la novela de la Eterna (primera novela buena); No entres tan deprisa en esa noche oscura; El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan; Si una noche de invierno un viajero; La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy.
Los títulos largos me hicieron recordar el nombre de la escultura de Alberto Sánchez que está afuera del Reina Sofía: El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella.
Pocas personas saben el nombre de esa escultura. Los títulos largos suelen olvidarse.
Antes de escribir este post tuve que buscar entre todos los cuentos el título que quería citar, porque sabía que era largo, que me había gustado pero no lo recordaba con exactitud.
Recordar con exactitud.
Eso pasa con la música, con los sabores y con los olores.
No tanto con la literatura, hay que recurrir al texto.
A veces no es tan sencillo ir al texto.
Qué es el domingo si no el mejor día para recordar que las cosas existen y que los recuerdos tienen palabras, que los mensajes de texto siguen llegando, que el chat se abre como una ventana intrusa en medio de la tarde, que la playlist volverá con toda su fuerza para hacernos recordar quiénes somos.

No hay comentarios.: