lunes, julio 13, 2015



Soy una extraña de mi escritura.

Quiero romper con ese pacto de realidad que he intentado disfrazar.
No me siento cómoda escribiendo. Me duele aceptarlo pero es la verdad.
Es como si de un momento a otro quisiera inventar cosas que no han sucedido.
Debería comenzar a hacerlo, sólo porque de otra manera tendría que permanecer en silencio.


Supongamos que ayer decidí ser turista en mi colonia.
Fui a Bellas Artes y visité la exposición de arquitectura del último piso. 
Después estuve sentada frente a Catarsis, el mural de Orozco. Me di cuenta que parte de las sombras del cuerpo de la prostituta que ríe son un poco verdes. Estuve observando cómo en pocos trazos está resuelta la silueta.
Por primera vez vi que hay unos dibujos hechos a mano y con tinta china de las fachadas del Palacio. También estuve viendo la maqueta que hay sobre el escenario.
Saliendo de Bellas Artes, decidí ir a Catedral y comprar un milagrito en forma de corazón.
Cuando llegué a vivir al centro compré en ese mismo lugar una casita dorada.
Al llegar a mi casa ajusté el milagrito en un fieltro gris que tengo a la entrada de mi casa. Cuando lo hice pensé, "tengo que cuidar mi corazón".


Supongamos que ayer decidí arreglar pantalones en la máquina Singer. 
M. fue a la casa por la tarde y le tomé las medidas.
Estuvimos hablando de la noche anterior. Y pusimos la playlist que hemos ido creando en Spotify. Mientras yo arreglaba los pantalones, M. se quedó junto a la ventana viendo los carros pasar. Luego estuvo observando largo rato las plantas hasta que fue a la cocina y en la tetera que me regaló en mi cumpleaños puso agua y regó las plantas. Le conté la historia de la nochebuena y luego de la mejorana que se había muerto y de cómo sustituí las plantas. 
Sobrevivieron el mes de abril, mayo y junio. Esas plantitas y cactáceas, lentamente han ido creciendo, las rojas se han ido poniendo verdes, los cactus han ido ganando espacio. 
Hubo un momento en donde se escuchaba Chromeo y el ruido de la máquina al coser.
Tengo una certeza, le dije a M., sé cortar y coser bien, sin dejar marcas, sin que sea un centímetro menos o más. 
Quiero pedir un deseo: que este presente inmediato que estoy cortando se vaya sin dejar una marca.


Últimamente soy una visita en mi escritura.
Siento que hago revisiones y que como en el mural de Orozco trato de descifrar los trazos que he ido dejando, a veces en mi cuaderno de notas, otras veces en el celular.
Luego no entiendo qué quería decir.
Tengo un problema con lo que quiero escribir. Tengo varios archivos abiertos y en cada uno voy dejando notas. Párrafos de no más de cinco o seis renglones.


Quiero engañar mi presente.
Quisiera describir una persona que no soy yo.

La otra vez subí a la Torre Latino y busqué mi casa.
Podía visualizar las ventanas de mi estudio y de mi recámara.
Arriba, en la azotea, había dos personas sentadas. 
Compartían una cerveza y observaban el atardecer.
Pensé: quiero ser esa persona que ve el atardecer en la azotea de mi edificio.




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