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Y después hay tantas cosas.
Que no sabemos.
Que no sospechamos siquiera.
Porque siempre creemos vislumbrar nuestro destino en una sombra. Tal vez sólo sería suficiente cerrar la mano y ver si acaso alguna línea dentro de nosotros se ha dibujado de otro modo, y cada uña crecida trae un mensaje secreto, sin esperas, sin búsquedas, jalando cada día sin popotes retorcidos de por medio, sin masticar la cotidianidad con cada paso, y yo. Entonces yo.
Siento una felicidad tan grande que casi podría creer que todos los árboles tienen manzanas rojas.
Que no sabemos.
Que no sospechamos siquiera.
Porque siempre creemos vislumbrar nuestro destino en una sombra. Tal vez sólo sería suficiente cerrar la mano y ver si acaso alguna línea dentro de nosotros se ha dibujado de otro modo, y cada uña crecida trae un mensaje secreto, sin esperas, sin búsquedas, jalando cada día sin popotes retorcidos de por medio, sin masticar la cotidianidad con cada paso, y yo. Entonces yo.
Siento una felicidad tan grande que casi podría creer que todos los árboles tienen manzanas rojas.