jueves, diciembre 20, 2007


Saltamontes.

No sé por qué me gusta que me digas saltamontes.

Pero a veces lo repito en mi mente.

Después de que pasan algunos días y no te veo extrañamente pienso en decirte saltamontes para que te acuerdes de mí.

Ando así… de un lugar a otro.

Un poco alterada por cómo se dan ciertas situaciones entre tú y yo, no sé por qué, pero no mal, al menos no tanto.

La otra vez que te escribí, en donde hablo mal de tu collage, no lo hice para que te sintieras agredida aunque fue pesado para ti.

No te escribo para pedirte disculpas porque sigo pensando que tu collage es pasado de moda y no hay nada que hacer para componer eso.

Ahora sólo me viene tu voz diciendo Macmua, o diciendo saltamontes, campeón.

Es curioso pero no tengo ningún objeto que me haga recordarte, ni siquiera un mensaje escrito en donde dibujes algún muñequito o los corazones rotos que a veces pones en tus cartas.

La otra vez revisé todas las cosas que tengo guardadas en el cajón de mi escritorio. Estaba buscando una tarjeta de crédito que ya reporté por perdida pero quería saber si la tenía ahí.

Miré varias veces unas fotografías que están encapsuladas en unos triangulitos que se dirigen a la luz, más bien se observa directamente el negativo.

Hay una en la que estamos juntas, yo soy una niña de siete u ocho años y tú eres un bebé que tiene muy regordete el cuerpo.

Eres un bebé.

Aunque he observado esa fotografía muchas veces, de pronto fue distinto porque caí en la cuenta de que tu mano me aprisiona un dedo de la mía.

Lo que me gusta es que a pesar de que alguien te cargaba, alguien que tiene recortado el rostro, tú sólo me sostienes a mí o yo me sostengo en ti.

Yo me detengo de ti con un dedo.

Yo miro a la cámara, tú me miras a mí.

Cuando era niña me hablaron por teléfono a la casa para decirme que habías nacido.

Estoy segura que la primera vez que sentí que mi vida no sería la misma fue ese día.

Tal vez la manera más verdadera en la que mi vida fue diferente y no como a veces creo que cambia y en realidad sigue siendo un poquito igual.

Por ejemplo, la única navidad que recuerdo fue ese primer año de tu vida cuando te quedaste completamente estupefacta de ver el arbolito de navidad encendido.

Recuerdo también que yo armé el arbolito y lo adorné yo sola porque era pequeño, aunque mi mamá lo subía en una mesita para que se viera alto.

Y fue realmente asombroso saber que era la primera vez que veías esas luces, esos adornos.

Me gustaba saber que todo era por primera vez.

Porque hay primeras veces y no nos damos cuenta.

Lo bueno es que ahora puedo contártelo y estarás feliz.

Es un recuerdo que no está despostillado, no sé por qué lo tengo en la cabeza y por qué te lo escribo, cuando a veces siento que muchas de las cosas que te escribo se pierden en el primer párrafo que te aburre y que dejas de leer.

A veces necesito que lo sepas, como si tuviera una intuición, tal vez la tengo cuando me hablas y me dices que vaya a tu cuarto porque están pasando un video que te gusta.

Esta carta es un poco así.

Te escribo porque no estamos juntas y no puedo ir a tu cuarto.

Te escribo porque me desperté con frío en la cara.

En mi mente me llamaste porque querías las fotos con lentes.

Después empecé por escribir saltamontes.

Porque tú eres la que tiene ese nombre y esa palabra.

Ayer me dijiste que yo te robo el vocabulario, campeón.

Y tal vez tengas razón.

Ayer me platicaste de nuevo la última vez que viste a Laura.

Y me quedo con esa anécdota tuya como si fuera también mía.

He visto a Laura cortándose las uñas de los pies y viendo la tele, diciéndote que al rato irá al hospital.

Diciéndote, Sí hija al rato voy.

Tal vez de verdad tengas una inteligencia que sólo yo entiendo y que nadie más quiere ver o que la ven y se espantan.

Se murió Laura, me dijiste, se murió, no lo puedo creer.

Saltamontes.

Ahora eres bebé, ahora eres la niña que perdió a Laura, ahora eres la niña que dice campeón, ahora eres mandarina con lentes, tonta.

No me gusta que te hagas la tonta, que te dejes pisar tan fácil, que te hagan sufrir, que llores, que no arregles tu cuarto, que fumes tanto, que pienses que eres fea cuando no es así.

(De algún modo tenía que decirte todo esto.)

Isolda.

Mandarina.

Niña que se cree mala que es buena que no puede ser mala porque es bella que huele a cigarro que se quema el cabello que se corta el cabello que se pone los mil aretes.

Saltamontes.

Sólo eso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Marie tu carta es enternecedora, me movió a las lágrimas y también veo como hay una conexión tan fuerte y tan intensa, a pesar de todo.
Arcana

Fernando dijo...

Que linda es Marie!
Que bellas son esas letras y que bellos son esos recuerdos!