lunes, marzo 19, 2012

berlín con grace

“La basura en Alemania no huele” nos dijo Miss Yola, mi maestra de tercero de primaria en el Quetzalli. “Mi hermana se casó con un alemán y vive allá. Si no separas la basura la policía te multa. Por eso se tiene que separar antes de tirar en diferentes botes: comida orgánica, plásticos, cartón, vidrio. Antes de tirar una lata se lava, así que todo lo que está en los botes que no son orgánicos es basura que no huele”. Este recuerdo es el más antiguo que tengo sobre Alemania. De hecho recuerdo que miss Yola hablaba muchas más cosas sobre su hermana en Alemania, pero ese es el único que recuerdo perfecto. Antes de saber la historia de Alemania, antes de saber que el bocho azul en el que me llevaban a la escuela era de una automotriz alemana o de saber cómo se escucha el alemán, lo primero que supe fue que la basura no olía mal. Cuando venía en el taxi que me iba a dejar al aeropuerto para regresar a Madrid me acordé de Miss Yola. También me acordé que en casa de Grace no se divide la basura en siete botes diferentes. No sé realmente si la basura no huele mal pero a los ocho años sí me impactó enterarme que podía existir un lugar en donde la basura no tuviera ningún olor, me hacía mucho sentido que si se lavan las cosas antes de tirarse no tienen porque tener un olor a putrefacto. Y de hecho antes de tirar las latas de atún trato de lavarlas para que no se quede el olor a atún en la casa mientras que están esas latas en la basura.

Ahora mi recuerdo de Berlín tiene sabor a té chai con leche de soya. Tiene también el sonido del mercado turco, las personas con acento hablando alemán, gritando, ofreciendo aceitunas, humus, frutas, dátiles, medias, telas, botones, todo esto en el mismo sitio. En Berlín tomé vino tinto, agua mineral y unas quesadillas con aguacate y salsa de Campeche que me hizo Grace con unas tortillas que le habían enviado de México, fue increíble comer estas quesadillas. Pero sobre todo disfruté pasear por el barrio.

Grace vive en Kreuzberg muy cerca del canal. Un canal que es más bien un río con barcos y cisnes y patos y árboles altos a los lados. Ahí Grace me enseñó a diferenciar entre un cisne bebé y un cisne adulto. Los cisnes bebés tienen la parte de la cola más café, cuando crecen se les vuelve blanca. Hacía muy buen tiempo así que pudimos sentarnos en unas rocas y platicar. En realidad en Berlín no dejé de platicar ni un instante. Visitamos un cementerio con tumbas muy viejas y con una atmósfera muy bucólica, ramas secas cubriendo las paredes de ladrillo, columnas clásicas con las marcas de las balas, pero ahí, como parte de lo que dejó la guerra. De regreso caminamos de nuevo junto al canal y vimos un señor tocando el piano en medio de un lugar al aire libre. Grace me contó que es un homeless que vive en el piano y que lo empuja y lo va cambiando de lugar, pero ahí guarda sus cosas y esa es su casa y su trabajo. A simple vista era un hombre como de cincuenta años, con una botella de vino encima del piano y una copa. Ahora lo pienso y me hubiera gustado sentarme en ese lugar a tomarme una copa y escucharlo, pero la verdad es que sólo pasamos por ahí y tenía muchísimas ganas de seguir caminando más que sentarme en un lugar. En verano pienso regresar, espero que en algún lugar encuentre al pianista y lo pueda escuchar. Estoy contenta ahorita que escribo esto, porque es verdad, la pasamos muy bien, muy bien, muy bien, muy bien, así, los cuatro días fueron excelentes... Ahora quisiera hablar sobre Ruth Müller.

Ruth Müller está muerta. No, la verdad es que no lo sé, si no está muerta ya no es dueña de sus fotografías de la infancia. Debería comenzar así: Esta es la historia de Ruth Müller, una niña que sobrevivió a la segunda guerra mundial estudiando clases de canto en Kreuzberg. Ruth Müller nació en 1930, igual que mi abuelo Checo. Lo sé porque tengo una foto de ella a los seis años y es de 1936. Está fechada. Después otra foto de Ruth Müller jovencita, quizá diecisiete años, besándose con alguien.

El domingo nos levantamos temprano, fuimos a desayunar a un barco sobre el canal. Desayuno de campeón, una tortilla de huevo con papa y verduras deliciosa. Después nos fuimos en metro a un barrio al que va mucho Grace por ahí están los estudios de grabación y los lugares en donde tiene ensayos y en donde están las oficinas de Project Mooncircle. Antes de llegar al mercado nos metimos a una maquinita de fotografías y nos tomamos unas fotos, tenía años que no hacía algo así, y me gustó estar haciendo gestos ¡fue muy divertido! ¡me divertí mucho ese día! Total que llegamos a una plaza en donde hay un mercado que se pone los domingos. Además de vender muebles viejos venden discos, lentes, sacos, abrigos y fotografías. Por tres euros compré las fotografías que Ruth Müller conservó durante toda su vida como el primer día de clases con su cucurucho lleno de dulces, como la fotografía con su muñeca, en el campo. Ruth besando, Ruth en clases de música, Ruth sentada tomando el sol… los recuerdos de una vida por tres euros. Ese día Grace y yo decidimos dividirnos las fotografías de Ruth Müller y darle significado a esos recuerdos sin dueño. Además vimos que las fotografías habían sido reveladas a tres cuadras de casa de Grace, en una fotografía que ahora ya no existe. También dividimos nuestra propias fotografías de maquinita, pensando que quizá algún día terminen como las de Ruth Müller.

Escuchamos “A man needs a maid” y nos pareció un descubrimiento escuchar con detenimiento la letra de esa canción.

Esto es lo más importante que puedo narrar sobre Berlín. Ahora recordé los árboles pelones de regreso a casa de Grace. Íbamos cargando las fotografías de Ruth, los discos vinyl de Nina Simone, Leonard Cohen y Neil Young, ni un alma en la calle, mucho silencio y los pajarillos cantando a tope. Grace me dijo “saben que es primavera porque escuchan a los pájaros”.

El último día me regaló un imán con un pájaro, pero lo mejor, y esto sin duda debe quedar escrito para siempre, fue una gran anfitriona en su casa y me gustaba despertar por las mañanas y poder ver a través de la ventana dos copas de árboles meciéndose y una carita feliz pintada en la esquina de un edificio. Soy esa carita feliz.

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