lunes, marzo 09, 2015

Lunes

Prometí escribir en lunes y tuve el lunes más largo de la historia de los lunes.

Ese tipo de lunes que continúa y sin notarlo ya es martes.


1. La oficina

A las diez de la mañana llegué al Starbucks que está abajo de Conaculta.
Recargué mi tarjeta y pedí por primera vez un Caramel Macchiato.
Descubrí que es demasiado dulce para mí.
No soporto ese tipo de bebidas pero me lo tomé sin reparos completito.
Estuve contestando mails y después me puse a revisar las últimas finas de un libro casi listo para imprenta.
Subí a la oficina de RC y lo encontré con muchísimos documentos encima.
Me dijo: Hoy no es un buen día, me robaron los espejos del carro.
Yo dije: Qué mala onda.
Me dijo: Cómo no te puede gustar Bolaño. "Su primer libro de poemas, para papá, es..." ¡para papá! ¡su primer libro de poemas! No te gusta porque no eres poeta.
Había muchas cosas que tenía que resolver en ese momento así que le comenté un par de cosas sobre unos ilustradores y salí de su oficina.
Pasé a la Redacción. Hablé con H. sobre unos cuentos y él me dijo que tenía las mismas botas que yo. J. dijo: Acaban de sacar una edición de Adventure time.
Hubo comentarios de todo tipo. Las buscaron en Google y hablaron de cuáles eran mejores si las blancas o las negras. Ganaron las negras.
Fui con J. para ver unos forros. Los cambiamos, hicimos ajustes y después salí de la Redacción.
Regresé a mi oficina y le pedí a S. gomitas de corazón que guarda en su segundo cajón. Me dio las últimas que tenía y fui feliz. Luego se me quitó la felicidad porque estuve leyendo un texto bastante malo hasta que dieron la dos en punto.
Entonces pensé que era un buen día para regresar a mi casa y comer. ¿Cuánto me podría llevar?

2. Horario de comida

Tomé la ecobici a las dos en punto.
A las dos con once minutos estaba comprando queso panela en la cremería más cercana a mi casa.
Por supuesto manejé como bólido.
A las dos y media ya tenía el sartén prendido y estaba asando nopales con queso panela y recalentando el chopsuey que cociné ayer.
Hice un poco de arroz y pude sentarme a comer. Terminé y me preparé un germinado con limón, mientras, pude hacer pagos en línea y contestar mails.
A las 3.30 estaba saliendo de nueva cuenta a la oficina. G. me mandó un mensaje por el whatsapp diciéndome que había leído que tomaba la bicicleta sin casco.
No es gracioso, me dijo.
Te prometo que me voy a cuidar, le dije.

3. Oficina de nuevo

Llegué y otra vez subí a la oficina de RC. No había salido a comer y sus papeles se multiplicaban, cada vez estaba más agobiado.
Pensó que no habíamos hablado en todo el día.
Me dijo: Hoy es un mal día, me robaron los espejos del carro, las lunitas.
Yo dije: Sí, ya lo sé. No puede ser tan malo, hay peores cosas.
Cuando voy a su oficina se pueden ver a los limpiadores de los edificios de enfrente, hombres que limpian vidrios en un piso 30.
Pensé: Podrías ser un limpiador de vidrios y caerte y morir.
Recordé: Una vez, cuando A. tenía un mondeo, me acuerdo que fuimos al mercado de Portales. Dimos la vuelta, desayunamos, anduvimos baboseando en la chachara y de regreso: se habían robado los espejos. Es desolador. Te robaron y no te diste cuenta. Mientras dabas una vuelta había alguien robando tus espejos.
Me dijo: 1500 pesos tuve que pagar por los espejos.
Seguían sus papeles y muchas cosas. Me senté un momento y estuve observando el nuevo diseño de la colección.
¿Quitarías ese punto?
Claro que lo quitaría, es lo único que veo.
RC. tenía las ojeras negras. Seguramente no había dormido. Pero no hablamos del insomnio.
Tampoco hablamos de la serie del abogado de Breaking Bad. Hablamos de las orejas bonitas.
¿Cómo es una oreja bonita? Me preguntó RC.
Pienso que M. tiene una oreja bonita, le dije.
Se quedó pasmado, sin pensar y sin opinar.
Preferí irme a mi oficina de vuelta.
Seguí trabajando en unas planas y a las seis en punto decidí escuchar esta canción.
Y esa canción me evocó Coyoacán.
Recordé: Chopsuey con pollo, verdura en juliana, calabacitas en caldo de jitomate y vino tinto.
El sol entrando por el balcón abierto. El helecho de perejil en una esquina. Anubis oliendo el aire.
Era una escena perfecta y cotidiana.
Subí de nuevo a la oficina de RC.
Me dijo: Este tipo de bota está prohibida en esta oficina.
Yo dije: H. tiene unas idénticas. No tengo la culpa.
Después se me quedó viendo desconcertado y ojeroso: Hoy es un mal día. Alejandro se murió hoy.
Yo dije: Pensé que había muerto el viernes.
RC contestó: No, tuvo muerte cerebral, pero hoy se murió. Hoy es un mal día en la oficina.
No conocí a Alejandro.
M. me dijo que cuando reía se le cerraban un poco los ojos.
Me despedí y bajé por las escaleras de emergencia.
Estaba nublado y pensé que a lo mejor llovía.
No llovió, sólo hizo sopló viento frío.

4. Casa por fin

Me puse a escribir el programa que llevaré en la escuela. Revisé el calendario para saber cómo dividiría los temas. Hice un cronograma de lecturas y lo subí a la web.
El domingo corro el medio maratón.
Mis días se dividen en: ¿dormir o salir a correr?
¿escribir o salir a correr?
¿salir a correr o andar en bicicleta?
Hoy decidí salir a correr antes de escribir.

Por eso el lunes se alargó al infinito.

Corrí 7 kilómetros.

Polanco huele a cebada por la fábrica. Eso dice O. mi vecino.
Yo digo que huele a bosque y a vainilla.

5. Ponencia de mañana

Mañana doy una ponencia sobre Edición. Así que después de correr y antes de tomar el baño decidí preparar la ponencia en imágenes, había escrito un guión el fin de semana y después decidí modificarlo y acompañarlo con imágenes.
Cuando comencé a hacer la presentación vi la hora y supe que estaba fallando a mi propia palabra.
Si yo no soy capaz de cumplir mi palabra, qué más puedo esperar.
Finalmente lo logré.

6. Por último

Hoy fue un lunes sin Pagoda pero con comida en casa.
Fue un lunes sin caminata al metro Hidalgo pero con Nick Cave.
De estas cosas depende la felicidad: un bicolor negro y blanco. Es así de simple.
No se pueden usar al mismo tiempo, una punta siempre estará del otro lado mientras la otra escriba.
Salí a correr y mientras corría pensaba lo mucho que disfruto correr. Correr deja mi mente en blanco. A veces eso es está bien. No pensar, sólo sentir el viento helado pegando en las mejillas.
Lunes, un lunes larguísimo.






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