domingo, abril 15, 2007

Oh freedom is mine

And I know how I feel


Es así. O te decides por otra cosa o simplemente ya sin quejas, ya sin el pequeño odio acumulado en las uñas, it’s a new day. Habría que dejar el rencor detrás de las orejas, el aroma del tiempo se ha desprendido de los encuentros, la piedrita en el zapato que hay que cambiar de lugar, no hay suspiros a lo consabido, el siguiente año estaremos hablando de esto mismo, dentro de diez será la misma novela con diferentes tapas azules, las mismas frases subrayadas que no llevan a ningún lado, sólo se quedan atrapadas, invisibles, imperceptibles pero infinitas. Los paraísos perdidos están ocultos en cada libro que se cierra, son a espaldas del mundo, como son los besos o las caricias tras bambalinas de la cotidianidad. Los besos son extranjeros en esta tierra. A nadie le importa eso que piensas. No puedes con ello. Ah sí. I’m feeling good. Esa quietud aparente del bienestar, de los domingos por la tarde y la felicidad de las medias sonrisas, un capuchino y nos vamos. Por cierto, a ti no te gustan los capuchinos. Pero. ¿Qué importa? No hay capuchino en la casa, sólo americano. No hay sobresalto. Un paso mal dado o bien dado, depende desde donde se le mire. En las pausas se truenan los dedos, se cierran los ojos queriendo abrirlos a otro mundo. El mundo viejo puede ser el nuevo. El problema es el pasaporte, la visa, la llave correcta, el lugar preciso. Alguna de esas combinaciones extrañas que arroja el destino. Lo mismo el deber, el querer se guarda en el bolsillo, mañana y el siguiente fin de semana. Cuando por eso de las siete de la noche comience a subir el olor a azúcar quemada del vecino. Espero que el sopor del atardecer se disipe en las palabras y las hojas que una vez más leo, por aquello de los espejos con agujeros, de la sorpresa en cada cuartilla de Pavic. Así todo el tiempo.
Pavic, humor índigo, amor mío, sueño ajeno.
Pavic, antibiótico para la rutina.
Debes cuidarte y no crear resistencia.
Pasa lo mismo con la escritura, no te separas del camino que se conoce, de las frases ya construidas, al final habrá tres adjetivos que se unan amigablemente al día amargo, huraño pero dócil… tan domingo, al final es eso, taaan domingo, paz del señor, sin nubes porque todo es un infierno. Para decir qué, perdón, qué.
Me pregunto si el fastidio progresivo termina en algún lugar ya conocido.
Podría ser el mismo atardecer. Esa fotografía es todas las fotografías. La ventana, la niña de Murillo, la sonrisa coqueta extinguiéndose en la memoria.





Tantas cosas… y yo ahíta de una sola.