No quería escribir nada de esto, pero escribir es la única manera que tengo para doblar y guardar imágenes que se han quedado en mi mente por mucho tiempo. Este cuadro fue pintado en ese resto del sueño que se olvida, esa nube de la mente que trata de huir de la realidad, creo que sólo así podría unirse la imagen con mi escritura. Una mujer de vestido gris pinta cuadros y se detiene un poco a observar un espejo que es más bien su futuro o su espectador. Fui atraída con enorme disgusto por este cuadro porque me negué a observarlo, y aún con esa indignación que me provocan los celos tuve que ceder como cedo siempre a las grandes obras. Lo que me asusta del cuadro es el naufragio que sufre la mujer porque el mundo entero está fuera de sus manos, su propia voz se ha dado a la fuga como sus pasos, quiero decir, los zapatitos de tacón que corren por debajo de la mesa y se esconden de ella y tratan de cambiar aquello que se pierde. Los tacones vacíos huyen de esa inmovilidad, pero no hay salida, no hay puerta, sólo un espejo que se desprende como un cielo café a punto de esfumarse, como una bola de cristal sin oráculo, sólo con un humo que sumerge a todos los objetos en una sola respiración. Porque el cuarto es como un sueño que pudo pintar Remedios Varo pero al equivocarse de noche simplemente apareció de golpe en el lienzo y todo fue una raíz de árbol abierta a lo imposible, por esa razón los objetos toman vida, no la expresión de las manos, ni del rostro, los objetos caminan y bostezan la esperanza de la que pinta sus propios bordes, ella decide el límite de la huida y pareciera que no lo sabe o que no quiere verlo. El vestido colgado infla un poco su pecho en una inhalación eterna, y sería perfecto para ella si tuviera alas, tal vez las tuvo en algún momento y se fueron cayendo como cae el tiempo sobre las hojas. Las manos sostienen los colores de su destino, pero el destino no encuentra la línea que lo describe, el destino está estancado en la palidez de su rostro. Si esta mujer dejara correr las combinaciones fuera de los puños del vestido, si abriera con una pincelada el pasado se daría cuenta que sus manos no pudieron sostener una taza de té y éste cayó sobre su vestido, no como una mancha, más bien derretido en las torres de un castillo viejo, de ese castillo ha robado su vestido decimonónico. Entonces podría ver por algún ventanal del castillo que su pasado la ha encerrado en ese estudio con sombras, con juguetes viejos que le roban el aliento y tratan de escapar, el problema es que no hay salida, no hay nuevo despertar, sólo ese cuadro en el sueño, ese sueño en la herida de la nube, en la cuerda del violín, en un corazón que no es tan rojo en su centro.
1 comentario:
Me gusta! Original mucho.Inquietante más. Me ha tocado especialmente:"Si esta mujer dejara correr las combinaciones fuera de los puños del vestido, si abriera con una pincelada el pasado se daría cuenta"...Enhorabuena Marie.Un abrazo hasta ti
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