miércoles, agosto 08, 2007


Me pregunto si vale la pena odiar el mundo. Siempre he creído que mi soledad es amable conmigo. Cuando voy en el taxi que me traerá a mi casa, en ese recorrido, no importa de dónde venga pero sé que voy a decirle que me deje en la esquina de la papelería, es en ese trayecto cuando más cerca he estado de meditar el mundo como se me presenta, por lo menos lo siento de golpe en mi asiento de pasajera, pero sólo cuando llego a mi casa, como un último escape, sé que en mi cuarto ya no sentiré nada, que en mi cuarto será la siesta o será la computadora. Qué pasa, me pregunto qué pasa conmigo cuando soy pasajera y no puedo hacer otra cosa que bajar la ventanilla y mirar todo lo que me rodea. No amo al mundo, pero tampoco lo odio, a veces me convenzo de que el mundo es muy miserable, pero en los taxis, que tienen una suerte de antídoto que los hace supersónicos viene contenida esa paz que me aloja en lo hondo de mi soledad, tanto, tan fuerte que hoy sentí que de verdad me gusta que me traiga a casa un taxi, porque sólo así me doy cuenta de lo sencillo que es estar bien conmigo misma. La verdad es que hoy fui a revisar todos los libros de Siruela. Por lo menos todos los libros que están en la parte de abajo y que nadie lee, porque al parecer la mesa de Siruela es ahora la mesa de Italo Calvino. Traía ese bienestar de haber encontrado una autora desconocida para mí: Květa Legátová. Me gustó sobre todo un pasaje de las primeras cuartillas en donde dice que tiene frío y que su suéter está ovillado en el fondo de su bolsa, pero que no se lo pondrá, aún puedo resistir un poco más el frío. La mujer está narrando en primera persona. La frase con la que empieza el libro es: Lo sé todo de memoria. Y después siente unas gotitas de sudor en su espalda. Yo salí de la librería sintiendo esas mismas gotitas de sudor. Y pensé que no podría vivir sin ese libro lo que resta del mes. De pronto me di cuenta que el día estaba hecho y que lo primero que haría llegando sería buscar información sobre esta señora. Pero me aletargué en el taxi, algo hermoso sucedió y fue que no tuve pensamientos, el libro quedó atrás y el tiempo estuvo detenido en el mundo de afuera. Cuando llegué estaba sola y me dormí hasta este momento. Lo que sucede es que la literatura que más me sorprende es la que está escrita con las cosas más sencillas y cotidianas, como saber que el suéter está ahí, pero hay una entrega en el tiempo: esperar un poco más. Siento que yo siempre estoy en esa espera. Mmm, para decirlo con Pavic, soy el tipo de mujer que se quita el zapato derecho con el pie izquierdo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Marie. Sigue atrapandome tu forma de expresar y escribir. ¡Qué bello! Padrísimas palabras las tuyas cada vez que abro tu página. Voy a visitar las otras dos porque intuyo que me espera un buen rato leyendote. Un abrazo grande para ti.