lunes, marzo 10, 2008

De pronto sentí la mirada de una esculturita negra que tengo frente a mí mientras escribo. Y con su mirada los recuerdos de cómo llegó a mí.

Pero a veces quisiera componer los recuerdos.
Ninguna nota, ninguna tecla, ningún aviso del sin sentido con el que se van dando las cosas, una tras otra.
De pronto estamos del otro lado observando esta realidad como se puede observar un eclipse.


Sigo en el tiempo, ahora llena de siempres que se guardan en los mensajes.

Pero tal vez por esta ocasión sea siempre.



Eso creo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Escribir, en nuestros días, se ha acercado infinitamente a su fuente. Es decir, a ese rumor inquietante que, en el fondo del lenguaje, anuncia, cuando uno acerca un poco el oído, contra qué se resguarda uno y al mismo tiempo a qué se dirige. Como la bestia de Kafka, el lenguaje escucha ahora en el fondo de su madriguera este rumor inevitable y creciente. Ahí están todos los mensajes, ahí todas las miradas silenciosas que forman esa rejilla enorme por donde observamos y, a veces, espiamos, al mundo. Luego, todo será recuerdo, memoria de la memoria. En algún lado estará tu nombre. Lo sé