Este lunes me encontré con mi comadre. Yo estaba un poco triste.
La comadre dijo: El día está bonito.
Y yo se lo creí.
En el camión que me trajo a mi casa una señora se me acercó y me dijo si el destino del conductor era llevarnos a Taxqueña. A una velocidad que no entiendo remarqué en mi cabeza: “destino” y “conductor”.
Sí, claro, este camión la lleva al metro Taxqueña.
Pero ella se refería a Miguel Ángel de Quevedo que antes se llamaba Taxqueña.
Sí, de todas maneras llega a Miguel Ángel porque ahí da la vuelta.
Nos fuimos sentadas juntas.
Cuando me levanté para bajarme del camión mucho antes de llegar al metro porque yo no voy hasta el metro, la señora me volvió a preguntar:
¿Falta mucho para llegar a Taxqueña?
Más o menos.
Me sorprende encontrar personas como esta señora que toma por primera vez una ruta que yo tengo años tomando.
La señora me tocó el hombro en una especie de agradecimiento.
Sólo le sonreí.
Tal vez un día deje de tomar esa ruta, y entonces tenga que tomar otras en donde sea nueva y tenga que preguntar si falta mucho para llegar.
Hoy en la clase de francés dije que el metro de París es el mejor transporte para encontrar el amor. Y la maestra no lo entendió.
En los reflejos del camión,
ahí estoy atrapada por las tardes y las preguntas.
En mi camino no hay un metro y tampoco París.
Creo que falta mucho para llegar.
Pero no me importa.
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