sábado, marzo 21, 2009

Fake plastic trees, in fake plastic earth

Hace diez años existía en Mtv un programa que se llamaba Conexión con un cuate que en ese momento me caía muy bien llamado Arturo. Yo tenía entonces quince años y veía mucho ese programa, entonces no existía youtube, sí existía el ICQ pero no un lugar en donde se pudieran ver videos hasta cansarse. El mundo todavía no estaba plagado de Internet y cuando pasaban un video en Mtv, un video como “Fake plastic trees” me emocionaba muchísimo porque no lo volvería a ver hasta que por casualidad lo repitieran en la programación y eso a veces tardaba mucho en suceder. En Conexión lo pasaban a menudo porque la gente lo pedía mucho. Entonces yo tenía quince años y mi mejor amiga era Zaida, sin duda no había nadie más con quién compartir este tipo de cosas. Muchas veces estando en su casa o en la mía nos emocionábamos viendo a Thom Yorke y cuando no estábamos juntas nos marcábamos por teléfono para decirle a la otra que estaban pasando el video.
El domingo que tocaron “Fake plastic trees” se me agolparon muchísimas emociones, no había en concreto pensamientos, sólo una nostalgia enorme por todo lo que fui cuando esa canción estaba al aire. Fue muy fuerte. Podría decir que en ningún otro momento del concierto me sentí tan remitida a mis propias entrañas. Era como sentir de manera muy nítida y sentirlo en serio en todo el cuerpo esos sentimientos que hicieron la Idalia de ahora, quiero decir que cuando escuché “Fake plastic trees” por varios segundos me sentí como de quince años: sentí que no era bonita, sentí la incertidumbre, esa incertidumbre ojete que no tiene nombre, sentí todo ese pequeño infierno que me invadía por completo cuando vivía en Cascada, buscando ser yo misma sin saber cómo era ser yo misma. Toda esa canción fue como un flash back que me hizo revisar de manera muy sensorial esas cosas que hicieron a la Idalia de ahora y en donde Radiohead fue el soundtrack de mi vida, ligado a que dos canciones antes: Zaida, a quien hace tiempo que no veo, me habló por teléfono y resultó que estaba en el concierto y que estaba acordándose de mí. Pensé en Zaida, pensé en todas las cosas que pasamos juntas: viví con ella momentos de mi vida en donde lloré mucho, puedo decir con seguridad que nunca lloré tanto como cuando tenia 15 años y Radiohead estaba sonando, yo era una auténtica fake plastic girl in a fake plastic earth, y no creía en nada, de hecho casi nada sostenía mi vida entonces: la literatura no tenía el valor que ahora tiene para mí, sí escribía (le escribía cartas a Zaida) pero no sabía que me dedicaría a eso, leía muy poco, sólo me alentaba escuchar música y la verdad es que nunca me había sentido tan sola: lo único que entendía era la música y ahí estaba Radiohead.
En serio, estar el domingo ahí, parada, escuchando “Fake plastic trees” con los ojos llenos de lágrimas, con las luces verdes, con un golpe de emociones en el pecho que sólo hasta ahora puedo narrar en palabras, fue sin lugar a dudas lo mejor que me podía pasar. Porque ahora, “a la distancia, así como lo señala la imperturbable tradición positivista, pareciera que los recuerdos se aprecian con mayor precisión” (eso me lo dijo Frederik en una carta y lo recordé ahora que escribía esto, él ya no fue a este concierto y sé que lo hubiera disfrutado tanto como yo). Y sí, es así, lo primero que viene a mi mente es un dibujito que hizo Zaida de Thom Yorke en el carrito de súper. Y claro que también recuerdo una frase de Mariano cuando me dijo que “escuchar a Radiohead era demasiado adolescente”. Creo que escuchar a Radiohead tiene muchos matices. Hoy sólo hablo de esta canción en particular. Pero el disco de OK. Computer llega en otra tesitura, no tan quinceañera, aquí tengo un post al respecto. Y el disco In Rainbows llega a mi vida en enero del 2007, en un mail de Elsa en donde me pone la dirección para ver el video de “videotape”. Pero en diciembre de 2007 fue cuando más veces escuché “videotape” y en este escenario está Alberto junto con el recuerdo de Santiago. Pasamos juntos ese diciembre en donde nada parecía tener el menor sentido, sólo estar el uno con el otro, jugando ajedrez. Cuántas veces escuchamos el pianito de videotape y la voz de Thom Yorke volvió a marcar recuerdos tristes.

3 comentarios:

Jesús Ortega dijo...

es que son han estado tan vigentes y con discos tan buenos que son parte de muchas etapas de nuestras vidas

B West dijo...

Este noes un post sobre el concierto de RADIOHEAD sino uno de RH en tu vida y eso no tiene comparación con ninguna reseña de concierto!

Besos

Alberto Constante dijo...

Refiere Swift que el emperador de Lilliput discernía el movimiento del minutero; Funes, ese personaje de Borges, discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad. Era el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso. Babilonia, Londres y Nueva York han abrumado con feroz esplendor la imaginación de los hombres; nadie, en sus torres populosas o en sus avenidas urgentes, ha sentido el calor y la presión de una realidad tan infatigable como la que día y noche convergía sobre cualquier hombre, en su pobre sitio en el mundo. Por eso es que a veces me es muy difícil dormir. Dormir es distraerse del mundo; Funes, de espaldas en el catre, en la sombra, se figuraba cada grieta y cada moldura de las casas precisas que lo rodeaban. (Repito que el menos importante de sus recuerdos era más minucioso y más vivo que nuestra percepción de un goce físico o de un tormento físico.) Hacia el Este, en un trecho no amanzanado, había casas nuevas, desconocidas. Funes las imaginaba negras, compactas, hechas de tiniebla homogénea; en esa dirección volvía la cara para dormir. También solía imaginarse en el fondo del río, mecido y anulado por la corriente. Tú, ahora no duermes porque esa noche tu vida se resumía en canciones que recordaste y te recordaron. Hoy tú y yo también encontramos esa voz un poco raquítica, un poco histérica, para acompasar nuestros corazones, sí, desde hace casi dos años. Tom ni siquiera lo sabe, pero nosotros sí, y eso es lo que importa.