viernes, diciembre 19, 2014

León. Guanajuato. México

Una broma personal con M. agregaba “América, Planeta Tierra, Sistema Solar”.
Fui a León la semana pasada. Con Maritza. Con la mejor constante de León.
En este viaje lo más importante, además de visitar a la familia, de regalar Barba Azul, de leer noticias sobre Cortázar, de comprar cereales en el H.E.B., fue ser heredera de la vajilla de mamá Chagüita. 
Mi mamá Chagüita, of course.
Una vajilla muy hermosa de vidrio, comprada en Salinas y Rocha hace muchos, muchísimo años.
Empacada en periódico y servilleta y bolsa de plástico. 
Lentamente, muy lentamente la he ido desempacando.
Lo primero que saqué fueron las tazas, luego los platos pequeños. Y hoy, aún no, pero hoy, quiero desempacar la azucarera. Si desempacara todo de golpe es como tener todos los regalos al mismo tiempo. 
Y no quiero, no quiero develar todo el misterio de golpe.
Me gusta disfrutar el desembalaje.
Porque mientras lo hago imagino la historia que hay detrás de esta vajilla que ha permanecido guardada durante décadas. Sé que soy heredera no de la vajilla, sino de la historia que guarda la vajilla, soy la que hablará de esta taza que fue comprada en Salinas y Rocha en el centro de la ciudad, a muy pocas cuadras de donde vivo, y que viajaría a otro estado, pero después de más de cuarenta años regresaría.
¿Cuántas cosas guardan las personas? 
Objetos que están ahí, intactas dentro de un mueble, viendo el tiempo pasar y de pronto, plop, se abre la puerta y son removidas y son envueltas y regaladas al presente. De pronto ya están lavadas y están en el uso cotidiano, como si el tiempo no hubiera existido. 
Una taza con té. 
Una taza que no se había ocupado en años, el objeto no lo sabe, pero han pasado décadas. 
He nacido y crecido y la tengo en mis manos.
Pero si naciste ayer, amada mía, naciste ayer y ya tienes arrugas, dice Pedro Casariego.
Nací ayer y ya tengo una vajilla. Ya tengo un objeto que no quiero guardar en un mueble.
¿Y si se te rompe, y si se te despostilla?
Y sí… esa es la vida de las cosas, usarse, servir y romperse. 
No quiero que se rompa, pero quiero que el tiempo escriba nuevas historias en una vajilla de vidrio color sepia que guarda una ficción muda o una verdad que sólo mamá Chagüita podría contar, pero ya no está aquí para hacerlo, hay que inventar todo de nuevo.
Hay que nombrar esos platos, esas tazas, esa azucarera, esa cremera, hay que insertarlas en un contexto nuevo porque otra vez están en el mundo. 

¡Gracias por mi vajilla! - Eso dije, lo dije, en realidad, con muchos más signos de admiración.
Pero tiene que quedar escrito. 
Gracias porque me llena de alegría. Porque genera una nueva atmósfera en uno de mis lugares favoritos: la cocina.

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